María me enseñó un Whastapp.
—Hola, cielo. Me gustaría quedar contigo a solas. Me gustaste mucho el otro día y me gustaría disfrutarte a solas.
Miré el remitente en el encabezado y vi que era Eva.
—Quiere que quedemos a solas. Le he debido de gustar mucho.
—Normal que le hayas gustado. Eres una diosa. ¿Qué te parece? ¿Quieres quedar con ella a solas?
—Pues ya he probado con una mujer. Pero a solas, me da cosa. Lo tengo que pensar.— Respondió María, muy dubitativa.
—Por mí, no hay problema si quieres quedar con ella. Al revés, me encantaría que os fueseis a algún sitio a disfrutar juntas.
—Lo pensaré.
Seguimos ojeando parejas de la zona y la
verdad es que había de todo tipo de cuerpos y de complexiones. Lo bueno
de OnSwinger era que todos los perfiles de pareja y solteros, estaban
verificados, evitando así los mirones pajilleros que solo entraban a
páginas liberales a ver fotos de gente desnuda. Entre los dos,
seleccionamos las fotos que queríamos poner en el perfil y las colgamos.
Estuvimos toda la mañana, relajándonos y hablando de nuestras recientes
experiencias. María coincidía conmigo, en que ese cambio en nuestra
vida sexual, nos iba a venir muy bien. Estábamos más liberados y eso se
notaba en nuestro día a día. Aunque María era mucho más prudente y
precavida que yo.
Cómo se dice en el mundo Swinger: hay que evolucionar siempre al ritmo del más lento.
Mis suegros mandaron un mensaje,
avisándonos de que ya estaban de camino, para dejarnos a los niños.
Subimos a la habitación a vestirnos y bajamos a la cocina a preparar un
vermut.
—Te comería la polla otra vez. Estoy muy cachonda.
—Ahora no. Guárdate las ganas para la noche. Ya tendré leche para regarte bien regada. Donde tú quieras.
María vino a besarme y cuando me empezaba a meter mano, sonó el portero de casa.
—Vamos a abrir. Pero mira lo que has provocado.— Dije, señalando un bulto en mis pantalones cortos.
—Jajajajaja. Un poco raro, sí que se ve. Anda, sube a cambiarte y ponte un calzoncillo que te sujete más.
Me fui escaleras arriba, mientras que mi mujer abría la puerta de casa.
Los niños entraron como un tornado.
Venían de casa de los abuelos y eso era la anarquía total. Les dejaban
hacer lo que querían y luego en casa no había manera de que estuvieran
tranquilos.
Bajé y después de darles dos besos,
todos salimos al jardín a tomarnos un vermut. Parecía mentira que hacía
solo dos horas, habíamos estado con una mujer ahí mismo. Era una
sensación rara, pero muy morbosa.
Esa noche, María me comió la polla hasta que estaba a punto de correrme, entonces paró un momento y me dijo:
—Lléname la boca, me encanta tu sabor.
Me dejé llevar y eyaculé en la boca de
mi mujer. Nos quedamos los dos encima de la cama y María se acostó en mi
regazo y me dijo:
—Quiero irme con Eva, a follar las dos solas. Quiero saber lo que se siente las dos solas.
—Me parece bien. Pero con una condición. Quiero que me hagas una videollamada y poder veros mientras follais.
—Sí, a Eva le parece bien. Por mí, perfecto.— Aceptó María.
Me puse a acariciar su espalda, mientras
mi imaginación volaba a la habitación de un hotel, con dos bellezas
desnudas, haciéndose de todo lo imaginable.
Esa semana transcurrió como muchas otras, hasta que llegó la noche del viernes.
—Esta noche, yo elijo la película.— María cogió el mando de la tele y yo, mientras, fui al mueble bar y preparé los gin-tónic.
Dejé los vasos en la mesita de centro y
entonces, María le dio al play. En la escena salían dos mujeres muy
voluptuosas, primero besándose y después haciendo de todo lo imaginable
entre dos mujeres.
—¿Estás tomando nota?— Le pregunté.
—Pues claro. Quiero hacerlo bien.
Esa noche, María estaba especialmente cachonda y tuvimos sexo de muchas maneras diferentes.
Al día siguiente, mientras
desayunábamos, nos empezamos a sobar y solo nos detuvimos, cuando oímos a
los niños bajando por las escaleras. Esas noches de viernes, nos
dejaban más cachondos cada vez.
Esa semana, Eva volvió a escribirle a María. Le preguntaba qué tal tenía el siguiente sábado por la tarde.
María me preguntó y yo le dije que no
había ningún inconveniente. Yo me podía quedar con los niños. Enseguida,
María le respondió afirmativamente a sus planes de sábado tarde. Esa
semana, lo hicimos todos los días. María estaba muy cachonda y quería
sexo. El orgasmo era una liberación para ella. Estaba nerviosa ante su
cita. El viernes, quedó con Eva. El sábado se iban a comer por ahí las
dos y después, ya tenía los planes hechos. Todo era una sorpresa para
María.
—Cuanto más te dejes llevar, mejor lo pasarás.— Incité a mi mujer.
—Lo sé. Pero, aun así, no puedo evitar estar nerviosa.
Esos nervios, por suerte para mí, esa semana habían sido canalizados a través del sexo.
Al fin, llegó el gran día. María se pasó
media mañana en el baño arreglándose. Cuando salió estaba espectacular.
Se puso medias con liguero y un conjunto de ropa interior que hizo que
mi polla se pusiera como una piedra. Me senté en la cama a observar cómo
se terminaba de arreglar. Yo estaba muy caliente y empecé a tocarme por
encima del pantalón. María, al verme, echo el cerrojo de la habitación y
vino hacia mí. Me bajó los pantalones y empezó a masturbarme.
—No te como la polla, porque ya voy
maquillada. Pero esta noche te haré una mamada, luego te montaré, y
mientras te cabalgo, te contaré todo lo que me ha hecho.
Mientras me pajeaba, me iba contando lo
que le iba a hacer a Eva y a cada cosa que me contaba, más cachondo me
ponía. Al final acabé corriéndome en la mano de mi experta pajeadora.
María se lo llevó a la boca y lamió su mano hasta acabar con todos los restos de mi corrida.
—Mmmmmm. Qué rica.—María se agachó y me dio un beso—. Cuando bese a Eva, aún llevaré tu sabor en mi boca.
—Me estás volviendo a poner cachondo.
—Pues ahora es tarde y me tengo que ir. Esta noche más.
Se acabó de vestir y salimos de la habitación a la vez. Llevaba un vestido corto de color azul, muy fresquito.
Después de despedirse de los niños, la
acompañé hasta la puerta y dándome un beso, cogió las llaves del coche y
se fue a buscar a Eva.
Me quedé en casa inquieto, aunque, por
otra parte, el estar con Eva me tranquilizaba. Ya nos conocíamos y era
muy buena gente, de total confianza.
Me quedé con los niños en casa, preparé
la comida y comimos tan tranquilos. Justo estábamos acabando de comer,
cuando me llegó una foto y un mensaje:
—Ahora acabamos de comer. Nos vamos a ir a una sauna liberal y luego a un hotel. Te iré diciendo y mandándote alguna foto.
La foto era de las dos, sentadas en una
mesa y con unos platos vacíos y unas tazas de café y unas copas de
balón, con bebidas espirituosas. Estaban las dos espectaculares. Muy
arregladas y peinadas de peluquería.
Media hora más tarde, me volvió a llegar otra foto. Era de una puerta de metal en una pared.
—Vamos a la sauna.
—Que lo paséis muy bien. Disfruta.
No volví a saber nada más de mi mujer hasta dos horas más tarde. Eran las seis y se iban al hotel.
—Buffff. Qué barbaridad. Luego te cuento.
Leer ese mensaje provocó en mí una
erección que incluso me dolía. Pero estaba con los niños viendo una
película. Por cierto, no me enteraba de nada. Mi mente estaba en otro
lugar. Estaba entre las piernas de mi mujer. A las nueve y media de la
noche, subí a acostar a los niños. Justo cuando bajaba de nuevo al
salón, recibí el último mensaje. Salgo ahora del hotel. Llegaré en algo
más de media hora.
Me preparé un gin-tonic y me senté en el
sofá a ver una película, para esperar a que llegara. A los diez
minutos, mi móvil volvió a temblar.
—Cariño. El coche no me arranca. ¿Puedes venir a por mí? Te mando ubicación.
—Voy ahora mismo. Espérame allí.—
Respondí, mientras me levantaba del sofá. Me puse unas zapatillas y salí
de casa, tal como iba, con el pantalón del pijama y con una camiseta.
La ubicación era un bar, cerca de la playa de la Malvarrosa. Me costó llegar poco menos de veinte minutos.
Aparqué en la calle y llamé a María.
—Estoy afuera. Que no hay sitio para aparcar.
—Salgo enseguida.
Cuando entró en el coche, me dio un
beso, que hizo que mi cabeza empezara a mandar sangre hacia mi ingle. Me
beso de una manera deliciosamente cariñosa, pero a la vez fue un beso
cargado de morbo.
—Gracias por dejarme disfrutar así. Te quiero.— Dijo con una sonrisa plena de satisfacción.
—Quiero que disfrutes todo lo que
puedas. Además, esto lo voy a disfrutar yo también. Es una experiencia
para los dos, aunque solo la hayas disfrutado tú.
—Te lo vas a pasar muy bien. Te lo voy a contar todo. Todo, todo.
—Si hubiese estado, solo me habría estado masturbando toda la tarde. Estoy muy cachondo.
—Te contaré todo, cuando lleguemos. Es
una historia larga. Pero que sepas que tienes una mujer multiorgásmica.
Eva es una experta. No sé ni cuantas veces me he corrido hoy.
Llevé mi mano derecha hasta el coño de mi mujer y le metí dos dedos.
—Te lo ha dejado muy abierto.—Dije extrañado al notar mis dedos demasiado sueltos.
—Hemos estado jugando con un montón de juguetes y al final, he dilatado mucho y me ha hecho un fisting.
—¿Te ha metido el puño?— Pregunté asombrado.
—Sí. Después de toda la tarde jugando, una cosa ha llevado a la otra y ha terminado abriéndome entera.
—Madre mía, qué pasada. Te follaría ahora mismo.— Amenacé a María.
—Voy muy bien servida. Pero si quieres te puedo hacer una mamada.
—Jajajaja. ¿Mientras conduzco?
María se soltó el cinturón de seguridad y
se volvió hacia mí. Se agachó y ahuecando el pijama, sacó mi verga y
empezó a jugar con ella. Poco más tarde, agachó su cabeza y su boca
comenzó a succionar mi polla. Su mano subía y bajaba, masturbándome
mientras su lengua abrazaba mi glande, de una manera deliciosa. Íbamos
por la autopista y en cuanto vi un área de servicio, paré. Había unos
cuantos camiones y nos colocamos entre dos de ellos, pensando en estar
ocultos y que no nos viera nadie. María siguió con su felación y yo
estaba en la gloria, unos minutos más tarde, avisé a mi mujer de lo
inminente:
—Me voy a correr.
María no dijo nada, ni siquiera levantó
la cabeza. Simplemente, siguió con la mamada, hasta que unas cuantas
contracciones de mi polla lanzaron el poco semen que me quedaba, hasta
el fondo de la garganta de María. Levantó la cabeza y me miró a los
ojos, entonces, abrió la boca y me enseñó el semen que me había sacado.
Cerró la boca y tragó, justo antes de darme, un beso largo y húmedo. Un
beso que sabía a mí. Que sabía a orgasmo y a morbo.
Puse en marcha el coche y justo cuando
estaba a punto de arrancar, vimos abrirse la puerta de uno de los
camiones. Un hombre nos hizo señas y esperamos a ver qué quería
decirnos. Cuando estaba llegando a la altura de la ventanilla de María,
paró y sacó la polla. Nos quedamos mirándolo un momento y arrancamos el
coche.
Empezamos a reírnos de forma nerviosa.
No esperábamos que hubiese nadie en los camiones, y menos que nos
pudieran ver desde la cabina.
Lo de sacarse la polla, había sido el colmo.
Llegamos a casa todavía riéndonos y casi sin poder hablar.
Entramos y directamente, salimos al
jardín a cenar. Pusimos algo de picoteo y sacamos unas cervezas,
comíamos más rápido de la cuenta. Claro, después de toda la tarde que
había llevado, era normal que tuviese hambre.
Acabamos de cenar y mientras yo recogía
la mesa, María, preparó unos gin-tonics. Nos sentamos al aire libre,
echados en las tumbonas y ahí fue donde empezó todo otra vez. Comentamos
la anécdota de camionero y entonces María se sinceró:
—Me puso muy cachonda, que se excitara viendo cómo te hacía una mamada.
—¿Te excitó?
—Me puso muy cachonda. Le habría comido la polla ahí mismo, hasta sacarle la leche.
—Ah, sí. Pues ahora te voy a comer el coño, mientras tú me cuentas lo que has hecho esta tarde.
Me levanté de mi hamaca y me puse de
rodillas delante de la suya. Abrí sus piernas y me situé entre ellas.
María dio un largo trago a su bebida y comenzó con la narración. Fue muy
descriptiva en sus detalles y lo que narraba, me estaba poniendo a
cien. María solo detuvo su narración para gritar, cuando empezó a
correrse. Ella también se excitaba al contar lo que había hecho. Voy a
intentar transcribir todo lo que María me relató:
—Quedamos en un bar que estaba en el
centro. Estuvimos tomando un vermut y después, fuimos a un restaurante
en el que Eva, había reservado mesa. Era un restaurante muy elegante.
Comimos tranquilas y relajadas. Éramos dos amigas que iban de comida. Al
acabar de comer, nos tomamos una copa, cosa que me ayudó a relajarme.
Eva me comentó que íbamos a ir a un spa naturista y liberal. Me gustó la
idea. Y de paso, quería ver cómo era, para poder llevarte después a ti.
Antes de llegar a la puerta, pasamos por
un bar de diseño que había en la misma calle. Allí nos tomamos otro
gin-tonic, entre risas me decía que íbamos a ser dos diablillas. Que esa
tarde era para hacer travesuras y que la íbamos a disfrutar a tope.
Solo teníamos que dejarnos llevar.
Entramos en el Spa y una chica nos
enseñó las instalaciones. Había una piscina gigante, con un jacuzzi en
una esquina. Luego había una barra de bar. Una zona de sillones y justo
al lado de la barra, unas escaleras que subían a la segunda planta. En
esa segunda planta, un recibidor con varias puertas. Una sala de cine X
con un montón de sillones. En ese momento había una pareja sentada. La
chica estaba masturbando al chico, mientras él hurgaba en su vulva,
arrancándole gemidos que se podían oír desde la puerta. Ver aquello,
empezó a ponerme más cachonda todavía. Entramos en la
Siguiente puerta y ante nosotros se
abrió un pasillo en el cual había unas habitaciones con unas
cristaleras. Avanzamos por el pasillo y llegamos al final.
—Estás son las habitaciones con gloryhole.
Yo nunca había visto nunca un gloryhole, solo en alguna película.
Volvimos por el pasillo y una vez
llegamos al recibidor, entramos por la última puerta que quedaba. Otro
pasillo similar al del otro lado, pero con alguna diferencia dentro de
las habitaciones.
Había una que tenía dos camillas. Mi
imaginación se disparó y empecé a imaginar las posibilidades que ese
lugar nos ofrecía. Luego había otra sala con una camilla. Esta, estaba
ocupada. Un hombre estaba dándole un masaje a su acompañante. Le
masajeaba las nalgas y metía la mano entre sus muslos, provocando un
suave gemido. El hombre se volvió a mirarnos y volvió a su labor.
Salimos del pasillo y bajamos al bar. El
vestuario estaba en la entrada del local. Fuimos a desnudarnos y al
entrar, había un chico joven desnudándose. No le dio ningún tipo de
pudor, simplemente metió la ropa en la taquilla y salió. Nos quedamos
solas y nos besamos. Estábamos muy calientes. Tardé un poco en
desnudarme, ya que el liguero y las medias, no hacían fácil el trabajo.
Eva fue un poco más rápida y se sentó en un banco a observar cómo me
desnudaba. Me dijo que tenía un cuerpazo, se levantó y vino hacia mí, me
sujetó del culo y del cuello y nos enrollamos allí mismo. Le toqué las
tetas y los pezones se le pusieron como escarpias. Cuando nos separamos,
cogimos las toallas y salimos desnudas al pasillo. Justo entonces,
llegaban otras dos parejas, las cuales, entraron directamente a los
vestuarios.
Nosotras fuimos directas a la piscina y
nos metimos al agua. Yo me puse a nadar un poco, mientras que Eva me
esperaba en una esquina. Cuando llegué, nos enredamos en un juego de
manos, que terminó con Eva corriéndose, agarrada a mi cuello.
María hizo una pausa, mientras un orgasmo sacudía sus piernas y contraía su vientre. Cuando se relajó un poco me dijo:
—Túmbate en la hamaca, que te voy a hacer una paja mientras de cuento.
Mi mujer se giró en su tumbona, de
manera que su mano llegara a tocarme. Entonces empezó con un lento sube y
baja, a la vez que continuaba con su historia.
De ahí pasamos a la sala de cine X. La
pareja que habíamos visto, ya no estaba allí. Estábamos solas. Nos
empezamos a tocar la una a la otra y estábamos tan concentradas, que no
vimos entrar a una de las dos parejas. Se sentaron detrás de nosotras y
se empezaron a tocar. Esta vez fui yo la que llegué al orgasmo. Sentí
una sacudida que me dejó exhausta, llevaba mucho rato caliente y eso se
notaba. Muchas ganas retenidas. La pareja seguía masturbándose mientras
miraban la película y de vez en cuando a nosotras. Eva estaba a punto de
llegar otra vez al orgasmo. Aceleré mis movimientos y agarrándose a los
brazos del sillón, se corrió mientras gritaba sin ningún tipo de pudor.
La chica de la pareja, se levantó y se sentó encima de su chico. De
sujeto al cabezal del asiento de adelante y empezó a subir y bajar. La
cara del chico lo decía todo, estaban follando ahí mismo. Decidimos
cambiar de lugar y nos metimos en él
Pasillo de la derecha, el de los gloryhole. Nos fuimos a la
Habitación de los agujeros y nos
cerramos la puerta por dentro. Nos tumbamos en la cama y Eva se puso el
revés. Íbamos a hacer un sesenta y nueve. El notar el calor de su boca
en mi vulva, me hizo estremecer de placer. Estiré mi cuello y alcancé
los labios de Eva. En cuanto sintió mi lengua jugando con su clítoris,
tuvo un nuevo orgasmo. Eva es multiorgásmica. Muy multiorgásmica. De
repente vimos aparecer una polla por uno de los agujeros. No podíamos
ver quién era, pero esa una polla muy pequeña. No mediría más de diez
centímetros. A mí no me gustaba, miré a Eva y ella me devolvió una
mirada de asco. Definitivamente, ninguna iba a hacer nada que no
quisiera. Y ese miembro no tenía nada que hacer con nosotras. Seguimos a
lo nuestro y a los diez minutos, nos dimos cuenta de que teníamos un
voayeur. Un hombre estaba en el cristal, masturbándose mientras nos
miraba. Seguimos hasta que tuvimos otro orgasmo cada una y entonces, nos
fuimos a la habitación de las dos camillas. La de una sola camilla
estaba ocupada por dos chicos que se estaban dando un masaje muy íntimo.
Era un lugar liberal y todos éramos bien bienvenidos.
Fui yo la primera en tumbarse. Eva cogió
aceite de un dosificador que había en la pared y me extendió por la
espalda. Empezó a sobarme, más que a darme un masaje. Y me hizo que me
corriera otra vez. En esto estaba, cuando los dos gays entraron en
nuestra habitación.
—¿Se puede?— Preguntaron, muy educados.
—Sí. Claro.
—Nos preguntábamos si queríais que os diésemos un masaje a las dos a la vez.
Eva me miró de forma inquisitiva y al ver mi cara de morbo, contestó afirmativamente.
Acto seguido se tumbó boca abajo y se
dejó hacer. Me miró de medio lado y al fijar la vista con la mía, pude
ver el brillo de sus ojos. Tenía los ojos brillantes y la cara
ruborizada. Estaba muy guapa, aparte de muy caliente.
María detuvo el relato de su tarde liberal con Eva. Acababa de correrme, se levantó, me dio un beso y fue a limpiarse.
Al volver al jardín, me dijo:
—¿Qué te parece si seguimos con el resto mañana? Voy rendida. He llevado mucho jaleo esta tarde y estoy agotada.