Un transexual y yo follamos

Hacía tiempo que tenía curiosidad por las transexuales. Había visto fotos y algunos vídeos, y algunas resultaban muy excitantes. En principio me chocó un poco, ya que siempre me han gustado las mujeres. Un día establecí contacto con Vanessa a través de los contactos de esta página. Ella era preciosa, extraordinariamente femenina y muy agradable. Aproveché un viaje de negocios cerca de su ciudad para quedar con ella. Habíamos intercambiado fantasías y yo le había comentado que me gustaría probar suerte con una chica tan especial como ella. Quedamos en una terraza, aprovechando los últimos rayos del verano. Cuando llegué me estaba esperando tomando un refresco. Estaba muy elegante, con una falda y una blusa que permitían imaginar sus encantos. La saludé con dos besos y estuvimos hablando de nuestras cosas. Éramos una pareja más de amigos que tomaba algo. Después la invité a cenar en el hotel donde me hospedaba y aceptó encantada. Seguimos charlando animadamente durante la cena. Era una chica muy agradable, se podía hablar con ella de cualquier cosa. Después de tomar unas copas subimos a la habitación. Nos besamos en la boca, cruzando lenguas mientras nuestras manos exploraban el cuerpo del otro.





Era increíble, tenía el cuerpo de una diosa y era extremadamente apasionada. Empecé a besarla el cuello y los hombros, dando besitos cortos en cada centímetro de su piel. Ella, entretanto, me quitó el cinturón y me desabrochó el pantalón. - Parece que te alegras de verme.- Dijo con una pícara sonrisa mientras manoseaba lentamente mi verga. - Eres preciosa, Vane.- Le dije, sujetando su cabeza entre mis manos y plantándole un beso en la frente. - Bueno, si tú me das un beso yo te doy otro.- Dijo. Se puso de rodillas y se llevó mi polla a la boca. Me hizo una mamada espectacular. Sabía muy bien lo que se hacía. Jugaba con la lengua sobre mi capullo, envolviéndolo suavemente en el terciopelo de su boca. Dejaba que mi polla entrara generosamente, succionándola golosa con sus preciosos labios pintados de carmín rojo. Yo acariciaba su cabeza mecánicamente, mientras miles de sensaciones extrañas invadían mi cuerpo. La hice levantar y volví a besarla en la boca, luchando furiosamente contra su lengua. Podía sentir el gusto de mi propia polla por toda mi boca, ya que Vane lo esparcía por toda ella. La agarré de las caderas y, sin soltar nuestro morreo, caímos sobre la cama de matrimonio. Entre magreos, besos y algún que otro arañazo (era una gatita salvaje) nos desprendimos de la ropa. Estaba completamente depilada, así que su piel parecía seda de la mejor calidad. Sus pechos eran pequeños pero hermosos. Sus piernas, largas y delgadas, terminaban en un culito precioso que pensaba hacer mío clavando mi bandera. La puse tumbada boca abajo y pasé mi lengua por su ano, recorriendo bien todo y ensalivándolo para lo que se le venía encima. Sus tímidos gemiditos me indicaron que le estaba gustando. - Te voy a follar, cariño.- Le dije al oído. Ella sonrió con los ojos cerrados y levantó el culo, poniéndolo en pompa. - Hazme tuya. - Date la vuelta, quiero mirarte a los ojos mientras tanto. Ella, obediente, se giró. Flexionó sus piernas y me miró. Hasta entonces no había reparado en su pene que era de un tamaño considerable, aunque menor que el mío. Apoyé mi glande en su ano y se deslizó suavemente en su interior. Ella suspiró y movió las caderas para acomodarla mejor en su interior. Estaba muy dilatada, le entró casi entera. Le decía palabras bonitas en bajito, alabando su cuerpo y su forma de ser. La miraba con dulzura, como la hermosa mujer que era. Empezamos un metesaca cada vez más frenético. Con su mano en mi estómago me iba refrenando para que le fuera entrando poco a poco. Sus largas uñas rojas arañaban mi tripa cuando quería más. Las embestidas cogieron ritmo y se hicieron más mecánicas. Mi polla entraba entera en sus entrañas, penetrando como una tuneladora. Mis huevos rebotaban contra sus glúteos bien formados y su muñeco, en estado de erección, golpeaba contra mi vientre. Nos mirábamos con muecas de placer, resoplando y jadeando entre espasmos y sensaciones. Quería devolverle a Vane parte del gusto que me estaba dando, así que sin pensarlo aferré su miembro con mi mano y di comienzo a un vaivén al compás de la enculada, pajeándola mientras me la follaba. Ella puso los ojos en blanco y gruñó feliz. Sabía que era mi primera relación con una chica traviesa y que nunca lo había hecho con chicos, con lo que aquello quedaba fuera de sus expectativas. No me desagradó tanto como esperaba. A fin de cuentas era lo mismo que solía hacer con la mía cuando no estaba con mi novia, y ver que disfrutaba era muy gratificante. Cambiamos de postura, y esta vez sí se puso a cuatro patas. Con la cabeza en la almohada y el culo bien alto, esperando que un pollazo la fulminase. Agarré firmemente las caderas y la follé salvajemente. Ya no había el cariño de antes, ahora era sexo salvaje y sin compasión. - Ahhh, cabrón, te está gustando, ¿eh? – Exclamaba ella, agarrando las sábanas con los puños. - Sí, mucho.- Contesté entrecortado. - Me gustaría que nos viera tu novia, follándome el culo porque ella no te deja.- Decía entre gemidos. En conversaciones anteriores me decía que le daban morbo los hombres comprometidos. Yo no contestaba. Estaba embelesado con su cuerpo de diosa, sodomisado cruelmente por mi verga. Ella además apretaba, reteniendo mi miembro en su cuerpo e incrementado el placer que yo sentía. Apenas pude aguantar los embates unos pocos minutos. Me corrí dentro de ella, una corrida majestuosa como nunca había tenido. Me quedé agarrado a ella, exhausto. Pasado un rato recuperé la respiración y noté el movimiento rítmico de su brazo actuando sobre su miembro. Sentí vergüenza por haberla dejado a medias e hice lo que nunca hubiera creído posible. Me llevé su polla a la boca. Su sabor me resultó extraño, aunque no desagradable. Sus manos guiaron mi cabeza inexperta durante toda la maniobra, llevando los tiempos a su antojo. Sus gruñidos placenteros eran música para mis oídos, confirmando que no lo estaba haciendo mal. A los pocos minutos me agarró del pelo y separó mi cara. - Nene, que me voy a correr.- Me dijo. - No te preocupes, ya que hemos empezado quiero verlo todo.- Le contesté, volviendo a amorrarme al biberón. Y así se corrió en mi boca. El primer chorro fue directamente a la garganta, provocando que instintivamente me retirara por la sensación de ahogo. Los demás chorros impactaron contra mi cara, derramando cantidades ingentes de leche caliente y viscosa por mi cara. Ella sonrió. - Tendrías que verte.- Me dijo. Se levantó y trajo un espejito. La imagen era dantesca. Churretes de esperma recorrían mi cara en varias direcciones, goteando sobre mi cuerpo desnudo. - Iré a lavarme.- Repliqué sonrojado. - Sí, claro, y desperdiciar todo eso. Ven aquí.- Me dijo, y me cubrió de lametones bebiéndose su propio néctar. Tras recobrarnos del esfuerzo aún echamos otro polvo más, más tranquilo y romántico. Y después nos abrazamos y dormimos juntos, como una parejita feliz.

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