El caso es que por aquel entonces
pasaba las tardes estudiando en una biblioteca muy cerca de mi casa. Acudía
sola y no solía entablar conversación con nadie, porque si
no el tiempo me pasaba volando y no me cundía.
Una tarde de agosto preparaba dos
asignaturas para los exámenes de septiembre. Hacía un calor
de justicia, y aunque la biblioteca contaba con aire acondicionado, no
era suficiente. Llevaba un pantalón corto de chándal y una
camiseta sin mangas, no muy apretada, pero que marcaba bastante mis pechos.
Uso una 90, pero soy muy delgada y mis pechos resaltan bastante. Recogía
mis rizos negros mediante una goma, formando una coleta para mantener mi
cuello libre de mi pesada melena. Aun con este vestuario tan veraniego,
estaba sudando la gota gorda.
Al momento de llegar, una chica
se sentó a mi lado. No me importó, pues los asientos eran
espaciosos y en cada mesa podían estudiar 8 personas con total comodidad.
Abrió un libro súper gordo y se puso a hojearlo. La Biblia
de Excel, se titulaba.
A media tarde salí a la calle
a fumar un cigarro y a estirar las piernas. A los 2 minutos salió
mi compañera de mesa y se colocó a mi lado.
-Hola, que tal. Me llamo Lidia -me
dijo.
Nos presentamos y charlamos un poco.
Me dijo que tenía que aprender todo lo posible acerca de hojas de
cálculo, porque en la gestoría donde trabajaba por las mañanas
estaban cambiando todo el software antiguo por programas de ofimática
más modernos. Llevaba unas semanas un poco agobiada y había
decidido aprovechar las tardes libres para avanzar un poco.
La verdad es que Lidia era una persona
encantadora. Me cayó bien desde el primer momento y congeniamos
bastante. Era muy guapa, morena como yo pero con el pelo corto, un poco
más baja que mis 175 cm de estatura, y con dos tetones descomunales.
Llamaba la atención de los tíos que van a la biblioteca a
ligar y no a estudiar (más que yo, y eso me hacía sentir
desplazada, pues normalmente suelo ser el centro de bastantes miradas).
Me contó que no salía con nadie, que se aburría mucho
con su último novio y que de momento quería estar sola.
Pasamos más de una hora hablando,
y como yo ya no tenía ganas de seguir estudiando, fuimos a tomar
un café. Cerca de las nueve nos despedimos, ya como amigas, y le
ofrecí mi ordenador para practicar con la hoja de cálculo
(ella no tenía en casa). Quedamos para la tarde siguiente. En mi
casa, ni mis padres ni mis hermanos nos molestarían, unos trabajando
y otros de vacaciones.
A las 4 sonó el timbre. Abrí
y al ver a Lidia sentí un hormigueo en el estómago, una sensación
que me desconcertó, pues me recordó a lo que siento cuando
me preparo para una sesión de masturbación. Venía
ataviada con un vestido de esos que son como una camiseta muy larga, que
hace de falda. Ésta resaltaba sus pechos sobremanera. Yo por mi
parte llevaba una camiseta vieja, sin sujetador y un pantaloncito corto.
Nos sentamos al ordenador y comencé
a explicarle los fundamentos del programa, siguiendo por casos prácticos,
profundizando un poco. A eso de las 6 de la tarde yo estaba agobiada por
el calor y le pregunté si no le importaba que me fuera a dar una
ducha rápida. No le importó, se quedó acabando un
presupuesto ficticio.
-Cuando lo acabes puedes mirar en
el directorio C:internet. Lo tengo lleno de animaciones muy divertidas
que me mandan por el mail- mientras decía esto recordé que
aparte de las animaciones tenía cientos de videos porno y más
de 10000 fotos de la misma temática. Pero por no delatarme preferí
correr el riesgo. Quizá no se percatase.
En el baño, abrí el
grifo y volví a mi habitación para coger ropa limpia. Prefería
vestirme en otra sala y no delante de mi nueva amiga.
Al entrar vi que Lidia había
descubierto la carpeta xxx y estaba abriendo videos con el reproductor.
Minimizó éste y puso cara de circunstancias.
-Perdona, pensaba que eran animaciones-
dijo, con la cara roja como un tomate. -Ah, sí. Eso lo descarga
mi hermano -mentí-. A ver si se lo grabo todo en cds y limpio mi
disco duro -creo que mi voz me delató, pero no se me ocurrió
otra excusa mejor-.
Avergonzada y ligeramente aturdida
cogí mi ropa y volví al baño. Me desvestí,
pero antes de meterme en la ducha, me picó la curiosidad. ¿Seguiría
Lidia ojeando mis videos? Cerré la puerta del baño por fuera
y me acerqué sigilosamente hasta mi habitación. Asomé
la cabeza asegurándome de que fuera imposible que ella me viera,
tanto directamente como mediante el reflejo del monitor.
Efectivamente, la pantalla mostraba
a una rubia con 2 tipos. Ella de rodillas, comiéndoles la polla
alternativamente, y en ocasiones con las 2 trancas dentro de su boca. Pero
lo que me dejó de piedra fue el resto. Lidia estaba con los ojos
como platos, y con el dedo corazón de ambas manos acariciaba sus
pezones (marcadísimos) por encima de la tela del vestido. Cada poco
los agarraba y estiraba con fuerza, hinchándolos más todavía.
Realizaba lentos movimientos circulares, rodeando los pezones. Mojaba sus
labios con la lengua y su respiración era cada vez más audible.
No me agradaba en absoluto la idea de espiar a mi amiga, pero la situación
me estaba poniendo a mil. Notaba los flujos resbalar por mi pierna abundantemente.
Acaricié mi vagina y descubrí que estaba encharcada. No pude
contenerme y llevé mi mano a la boca para saborear mis caldos.
En ese momento me sentí confundida,
no podía excitarme al ver a otra chica tocarse porque yo no era
lesbiana. Me vinieron a la mente todos los momentos en que había
disfrutado viendo escenas lésbicas y parecía como si un rompecabezas
estuviera completándose en mi cabeza. Volví a mirar y contemplé
a Lidia con las piernas muy abiertas, y con la mano derecha masajeando
frenéticamente la zona de su coño, mientras que con la izquierda
apretaba sus tetas.
Despacio regresé al baño
y me metí en la ducha. Realmente no podía volver en la situación
que estaba, así que decidí masturbarme furiosamente. Comencé
a estirar mis pezones hasta hacerlos enrojecer, mientras orientaba el chorro
de la ducha hacia mi clítoris. Agachando el cuello introduje uno
de mis pezones en la boca, y la mano liberada bajó hacia mi culo.
Cuando estoy cachonda me gusta acariciarme el ano, y pocas veces había
estado como entonces. Mojé con el abundante flujo de mi vagina toda
la mano e introduje el dedo índice en mi culo. Esa sensación
de estar totalmente atendida me pone a mil. Los pezones acariciados por
mis labios y lengua y la mano izquierda, el clítoris atendido por
un fuerte chorro de agua caliente y el ano penetrado por uno o más
dedos de mi mano derecha. Introduje dos dedos más en mi culo, hasta
notar el esfínter totalmente tenso. Continué en esta posición
durante unos minutos. Luego salí de la bañera, totalmente
fuera de mis casillas, alocada por la excitación. Agarré
un cepillo para el pelo, e introduje su mango redondeado en mi culo. En
mi coño alojé mi cepillo de dientes eléctrico, y puse
2 pinzas para el pelo en mis pezones. Puse en marcha el cepillo y acomodé
las pinzas para aumentar la presión en mis tetas, apretando los
pezones muy cerca de la pequeña bisagra de las pinzas. Agarré
los dos cepillos con ambas manos y me situé en postura agachada,
con los 2 pies en el suelo. Comencé a mover los cepillos frenéticamente,
doblando las rodillas para que el movimiento del cuerpo provocara un bamboleo
de mis tetas y estirara las pinzas de los pezones.
Al cabo de unos minutos me corrí
a lo bestia, como nunca. Una descarga tremenda me hizo caer al suelo, mientras
mi cuerpo se tensaba y destensaba. Tirada disfruté del maravilloso
orgasmo que me acababa de proporcionar. Quité las pinzas de mis
pezones doloridos. Saqué el cepillo de dientes de mi empapado coño
y dulcemente lo llevé a mi boca, para saborear mi néctar,
mientras movía circularmente el cepillo insertado en mi culo (con
el esfínter apretadísimo, tanto que no abría podido
sacar el objeto sin sentir dolor). Estaba ardiendo. Tanto que después
de recoger todos los bártulos, volví a meterme en la ducha
para refrescarme.
Me vestí y volví a
mi habitación, haciendo bastante ruido para que mi amiga me oyera
salir. Habían pasado más de 25 minutos desde que dejé
a Lidia para ducharme. Pero ella no parecía muy molesta por mi ausencia.
Nuestras miradas se cruzaron como diciendo "Las dos sabemos lo que
ha pasado pero ninguna hará comentario alguno. La pantalla de mi
ordenador mostraba un presupuesto en la hoja de cálculo, pero en
la barra de tareas, el reproductor de archivos multimedia seguía
abierto.




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