Después de haber tenido a mi cuñada seguía con ganas de disfrutar su delicioso cuerpo, pero esa noche mi suegra querría una gran despedida. Al quedarme solo en la habitación la espera se hizo un poco larga, no sabría quien vendría primero a buscar y si se me armaría un gran problema.
Mi suegra llego después de una hora, entro muy silenciosa apenas podía ver su silueta por la oscuridad de la habitación, me dijo al oído: “Querido, ya le di una pastillita para dormir a mi nieta, estaba muy desconsolada, Rebeca se tomo unos tragos y duerme profundamente”. Ella estaba sentada en la orilla de la cama, deslice mis manos por sus piernas, su piel era muy suave, se puso de pie y se quito la ropa, se metió a la cama y me dijo que me tenía una sorpresa, me beso y con su lengua puso en mi boca un par de pastillas, nos besamos por un buen rato, ella recogió algo del piso e hizo a un lado las sábanas, coloco algo frío y pegajoso sobre mi verga y mis bolas, comenzó a mamarme el miembro, comenzaba a ponerse muy duro. Mi suegra tenía una boca maravillosa, se lo traba completo y hacía lo mismo con mis bolas, su lengua recorría mi miembro al entrar por su boca y dejarla sin aire por momentos. Yo decidido a gozar mas hice que me acercara su concha, y comenzamos a hacernos un 69, mi lengua subía y bajaba sobre su clítoris, luego su concha y llegaba hasta su culo, mis manos recorrían sus nalgas subían por su cadera y espalda, ambos ardíamos, mi suegra temblaba con los movimientos de mi lengua, abrí los labios de su vagina y comencé a meterle la lengua, sus gemidos eran una delicia y el sexo oral que recibía era fantástico. Tome el frasco con miel y derrame un poco sobre su culo y raja, ella se movía como loca al sentir que me comía esa combinación de miel y los jugos vaginales que salían abundantemente. Su concha palpitaba con mis lengüetazos. Cuando unos pasos nos interrumpieron, seguidos por unos suaves golpes a la puerta; mi suegra se deslizo debajo de la cama rápidamente, yo apenas alcance a subirme las sabanas; la puerta se abrió, era mi cañada, en voz baja dijo: