Dos amigas mías, con las cuales
habíamos acordado hacer un trío como producto de sendas charlas sobre
fantasías sexuales, nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en mi casa.
La idea era disfrutarnos sexualmente, tomarnos y probar lo que es la
sexualidad entre los tres.
Llegaron a mi casa por separado como a las 5:30 de la tarde. Nos
sentamos en la sala, en un sillón largo donde perfectamente estábamos
cómodos; les ofrecí algo de tomar y empezamos a hablar de temas variados
durante más o menos 15 o 20 minutos para entrar en confianza. Sofia,
una mujer de piel blanca, de pelo rubio, senos prominentes, una sonrisa
agradable y sensual, unas lindas piernas y de personalidad muy caliente,
iba a sus clases de zumba, por lo que llegó ataviada así: un top en
tonos rojos que hacia resaltar de manera deliciosa sus senos grandes y
antojables, unos leggins negro con una raya lateral en cada pierna en
color rojo, que permitía apreciar su figura, sobre todo la parte
abultadita de su entrepierna, calcetas blancas y unos tenis blancos; su
pelo largo y de color claro, agarrado en una coleta, maquillaje leve,
oliendo rico a recién bañada y con un aroma a fresca. Adriana, mi otra
amiga, de pelo negro largo, algo rellenita, unos senos grandes y un
trasero ancho y antojable, muy caliente y en sus propias palabras,
enamorada de la verga y muy puta; traía unos jeans ajustados, una blusa
sin mangas, en color rojo también, coincidiendo con Sofía; una blusa
que caía, suelta y que tenía un escote que permitía ver sus senos
abultados, y calzaba unas zapatillas de piso en color azul como su
jeans. Traía su pelo negro suelto.
Cuando Sofía fue al baño, comencé a acariciar a Adriana; le besé el
hombro, lo mordí suavemente, mientras mi mano iba a su rodilla derecha,
que era la que estaba más cerca de mí. La fui recorriendo suavemente,
con solo la yema de mis dedos, hasta llegar a su entrepierna, bajé mi
mano y ella cerró sus piernas impidiéndome el paso a manera de juego; me
acerqué a su oído y mordiéndolo suavemente, le dije que abriera esas
lindas piernas, ella se negó y me decía: -no, me siento nerviosa,
primeriza, me da un poco de pena-. Entonces le pasé mi lengua por su
oreja, mordí un poco y le dije al oído suavemente: -mmmm eres una putita
muy rica, te aseguro que tienes tu puchita húmeda y estas ganosa de que
te toque mas, ¿me abres tus piernas?-. Ella solo dio un leve gemido de
excitación, y separó sus piernas, para que entonces sí, mis dedos
llegaran a su puchita y encima de sus jeans, comencé a tocarla en
círculos, a hacer presión; sentía como estaba caliente esa parte de su
cuerpo. Desabotoné su jeans, y metiendo mi mano, sentí una tanga
delgada, suave, que permitía sentir su piel, sus pliegues, su vello y lo
mojada que ya estaba; con 3 dedos oprimí su puchita encima de su tanga y
luego, haciendo a un lado el resorte de un lado, le metí un dedo, frote
su clítoris un poco mientras miraba los gestos de placer que hacía, su
rostro de excitación, donde se mordía los labios y los apretaba. Luego
me acerqué a su entrada y metí mi dedo hasta el fondo, fue fácil,
resbaló pues ya estaba muy húmeda su cuevita; lo metí y comencé a
moverlo suavemente. Mi boca fue a sus senos, y encima de su ropa,
comencé a morderlos suavemente. Adriana solo empujaba su cuerpo para que
mi dedo la frotara más fuerte y más profundo.
Luego de un rato, saqué mi mano, y junto con la otra, comencé a
desabrochar su blusa, luego la despojé de su sujetador y dejé libres sus
enormes senos, coronados con un rico pezón el cual comencé a chupar;
masajeaba suavemente sus senos con mis manos y mis labios apretaban con
firmeza pero con suavidad sus pezones, primero uno, luego el otro; ella
llevó entonces su mano a mi pantalón y comenzó a frotarme con la palma
de su mano mi verga, que estaba dura, firme, erecta, bien parada. La
frotaba y también en ratos la acariciaba apretándola y tratando de
abrazarla. Me desabrochó el pantalón, metió su mano abajo del boxer y
sacó mi verga que estaba húmeda en la punta; comenzó a acariciarla
subiendo su mano de arriba hacia abajo dándome placer. Luego de eso, le
dije mirándola a los ojos: -mmmm que rico masajeas mi verga, pero quiero
que la mames-. Se inclinó y primero le pasó la lengua por la punta, la
ensalivó toda, para luego recorrerla, ir lamiendo cada parte de mi
tronco, pasarle la lengua desde la punta hasta la base, pasaba su lengua
por ella y con una mano me masajeaba suavemente mis huevos. Ya que la
recorrió un buen rato, la metió en su boca, y bajando y subiendo, inició
a darme una rica mamada, haciendo que mi verga sintiera enorme placer y
se pusiera aún más dura. Yo le tocaba el pelo negro, pasando mis dedos
entre ellos, la acariciaba y le decía que mamaba la verga como toda una
puta.
Levanté un poco la vista y miré a Sofía, la deliciosa guerita que estaba
recargada en una pared mirándonos; tenía sus piernas un poco abiertas, y
se metía una mano para tocar su puchita, se notaba un movimiento en el
que se frotaba suavemente con una mano, mientras que con la otra,
apretaba sus senos. Levanté mi mano y le invité a acercarse. Cuando
estuvo cerca, de pie a un lado mío y mirando a Adriana como me chupaba
la verga, alargué mi mano, la pasé por su pierna, subí y acaricie su
culito; la empujé hacia mí y la besé; frotamos nuestras lengua y
mordiendo nuestros labios; luego, llevé mi mano hasta su entrepierna y
sentí su ropa húmeda, presioné su puchita y se sentía caliente y mojada.
Empujé suavemente a Adriana en el sillón y quedó recostada; luego
jalando su pantalón, la deje solo con su tanga; le pedí que apoyara sus
manos en el sillón, que se pusiera boca abajo; yo me despoje de mi
camisa, de mi jeans, mi boxer, y me recosté boca arriba para chuparle su
puchita; se abrió de piernas y me acercó su cuerpo para que mi boca y
mi lengua la hiciera gozar, la hiciera sentir placer mientras le pasaba
li lengua en su clítoris, mientras le chupaba sus labios vaginales,
mientras le metía un dedo y le hacía sentir espasmos de placer. La
Guerita mientras, se sentó, tomó mi verga y comenzó a chuparla; la
masajeaba con sus manos, la metía toda en su boca, me acariciaba los
huevos y la metía y sacaba rápidamente de su boca, oprimiéndola
suavemente con sus labios. Le pedí que se colocara a un lado de mí, que
se inclinara a mamarme la verga hincada; le bajé su leggins y me di
cuenta que no traía ropa interior; así que sin problema alguno, comencé a
acariciar su trasero, apretarle una nalga y luego la otra, para después
pasarle mi mano y tocar su puchita que se sentía mojada, caliente; ella
gemía, apretaba sus piernas un poco yo le metía un dedo para frotarla.
Luego de un rato así, ambas comenzaron a chuparme la verga; pasaban su
lengua en ella; la recorrían desde la cabeza hasta la base. En ratos sus
lenguas se tocaban, sus labios llegaban a estar en contacto; luego de
varios roces, dejaron de mamarme la verga y se dieron un beso mojado,
húmedo, de lengua, cosa que hizo que me excitara aún más de lo que ya
estaba y las contemplé. Se besaban mientas sus manos iban a sus senos;
los de Amanecer libres, los de la guerita no tardaron en aparecer pues
se despojó de su top y comenzaron a frotarse sus senos mientras se
besaban suavemente. Luego sus manos fueron a sus puchitas y se tocaban
suavemente moviendo sus cuerpos al compás de ese toque placentero. Fue
una imagen maravillosamente excitante, por lo que le dije a la guerita
que se recostara en el sillon para cogérmela. Se recostó, le terminé de
quitar sus leggins, puse sus piernas en mis hombros y tomando mi verga,
la pase por su puchita depilada tallándola, luego, se le empujé y se la
dejé ir hasta el fondo mientras miraba su cara de placer al ser
penetrada. Me gustaba ver como mi verga entraba en esa rica puchita,
clara, rosadita; como mi verga se hundía a cada embestida y salía
mojada, y ella solo gemía y con su cara mostraba su placer. Mientras
tanto amanecer comenzó a masajear con sus dedos mi verga que entraba y
salía, frotaba mi verga y me acariciaba la espalda, luego se movió y
comenzó a masajearle los senos a la guerita, a apretarle los pezones y a
jalarlos suavemente. Así que entre mi verga que entraba con fuerza y
las caricias, ella comenzó a sentir más placer y a pedir que fuera más
fuerte, más duro, más recio. Y luego de un rato así, se la saqué, y le
pedí a Amanecer que se pusiera a gatas en el otro extremo del sillón,
para podérmela coger a ella.
La tomé de la cintura, le di una fuerte nalgada y colocando mi verga en
la entrada de su puchita, se la metí de un empujón; hasta el fondo,
hasta dentro; ella solo gimió fuerte, y se sujetó con más fuerza con sus
manos del respaldo del sillón y yo comencé a cogerla duro y rico; le
empujaba mi verga con fuerza, le daba duro, la tomaba de la cintura y
ella solo pujaba a cada embestida. Tiene un culo grande y hermoso que se
miraba antojable cuando la estaba penetrando. Miraba como mi verga
desaparecía en su interior y era una vista que disfrutaba enormemente.
Olga se puso frente a ella y la empujó suavemente hacia atrás, yo
entendí y jalándola, dejamos espacio para que se sentara abierta de
piernas, y así, mientras yo me cogía a amanecer, ella le lamia su
puchita a Sofía. Mi verga se hundía tan rico en ella y la guerita
recibía una rica lamida en su puchita que la hacía gozar, pues mientras
la lamian, ella se frotaba sus senos y pellizcaba sus pezones. Luego de
un rato así, le dije a Adriana que como buena puta, no se iba a quedar
sin su ración de verga en el culo, por lo que poniendo la cabeza de mi
verga, comencé a empujarla; ya le había frotado el culo mientras la
cogía, le había metido un dedo, y ahora le hundiría mi verga. Poco a
poco fui empujando hasta que le entró toda; ella solamente levantó su
cabeza, mordió sus labios y gozó la rica culeadita. Y así, comencé a
darle duro y fuerte para que su culo recibiera mi verga dura y firme.
Con la ensartada en el culo, comencé a darle más fuerte, a empujar mi
verga más duro, y entonces, ella comenzó a gritar más, dejo de lamer y
subió su rostro para decir que le empujara la verga más fuerte, que le
azotara las nalgas, que era mi puta y deseaba que le partiera el culo; y
luego de unos empujones más de verga y unas nalgadas, llegó a un rico
orgasmo que hizo que callera en el sillón desfallecida. Le masajeé la
espalda suavemente, le decía que estaba muy rica y me salí de ella.
Me senté en el sillón con la verga parada y Sofía llegó, abrió sus
piernas, colocó sus rodillas en el mueble y tomando con su mano mi verga
parada, la dirigió a su puchita y se sentó en ella, se quedó quieta un
momento y comenzó a subir y bajar por mi erección.
Yo la tomé de la cintura y la subía y bajaba para que los sentones que
se daba en mi verga fueran más intensos, para que se le hundiera todo mi
pito duro y así al ensartada que le daba fuera deliciosa. Ella gemía y
se dejaba caer con más fuerza. Pasé mis manos por su cuerpo para apretar
sus grandes senos, para disfrutarlos y masajearlos. Le decía que estaba
deliciosa, que tenía una puchita que apretaba muy rico mi miembro
erecto y que disfrutaba de sentir como la cabeza de mi verga se abría
paso en su puchita cada que se la empujaba. Bajando mi mano llegué a su
intimidad y comencé a frotarle su clítoris mientras le hundía mi miembro
erecto. Ella gemía y disfrutaba de la cogida que le daba. Su cuerpo
transpiraba levemente y su respiración se escuchaba agitada. También
llevé mi mano a sus nalguitas para apretárselas, para sentir como su
culito se sentía apretado, firme y se cimbraba a cada sentón que se daba
en mí. En ratos me acercaba a sus senos y los chupaba, los besaba,
mordía sus pezones; bajaba su rostro y nos besábamos, mordía suavemente
sus labios, los jalaba, probaba su lengua, la frotaba con la mía y nos
mirábamos a los ojos mientras ella se sentaba hundiéndose la totalidad
de mi verga dura. Adriana nos miraba sentada en otro extremo, abierta de
piernas, satisfecha y tocándose suavemente su puchita y sus senos,
masajeándose y acariciándose ella sola.
Así estuvimos Sofía y yo mirándonos fijamente, los sentones se fueron
haciendo cada vez más intensos, cada vez más fuertes; nos mirábamos a
los ojos y nos dimos cuenta de que no faltaba mucho para explotar, de
modo que la tomé de la cintura, y sin dejar de mirarla a los ojos, la
apoyaba para que se sentara más duro en mi verga; ella comenzó más
fuerte a sentarse en mí, y así, luego de varias subidas y bajadas, mi
verga se hinchó aún más, se puso más firme y solté mi chorro de leche en
su puchita apretadita y rica; ella, al mismo tiempo, sintió que un
calor invadía todo su cuerpo, un hormigueo intenso la llenó y al sentir
mi leche inundando su puchita, llegó a un rico orgasmo, un intenso
orgasmo que luego de eso, la dejó así, encima de mí, sin fuerza, agotada
y respirando fuertemente.
Poco a poco nos fuimos recuperando y ya que los tres nos sentamos, nos
miramos, nos dimos un apretón de manos y comenzamos a vestirnos, para
luego, dándonos un beso los tres al mismo tiempo, uniendo nuestras
lenguas y saboreándonos, nos despedimos y terminamos ese rico momento
sexual.
Trio con dos amigas putas
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