Al llegar a casa, Lola me volvía a comentar lo mismo. Había un vejete,
de casi setenta años, alto, delgado, con el pelo completamente blanco y
algo grasiento, la cara bastante fea, que entornando sus ojillos de rata
libidinosa le susurraba cuando ella pasaba a su lado, frases del estilo
"te voy a comer ese higo tan jugoso que tienes" o "te la voy a meter
hasta que te salga por la boca". Ella seguía caminando, haciéndose la
digna, con la cara muy alta pero roja como un tomate y, aunque se negara
a reconocerlo, con las bragas mojadas.
Al comentármelo, se volvía a excitar y acabábamos haciendo el amor con
una furia y pasión desbordante. Estaba claro que a Lola el vejete le
daba morbo, mucho morbo. Yo me aprovechaba de la situación y cuando
estábamos en cama la provocaba diciéndole lo que se dejaría hacer, lo
que le haría al vejete con lo que conseguíamos sesiones de sexo
espectaculares en la que ella acababa contándome unas fantasías
increíbles con el vejete y se inventaba más personajes, otro jubilado,
un árabe, lo que hiciera falta.
Por eso, cuando llegamos al apartamento de la costa que habíamos
alquilado para las vacaciones y vimos en el balcón de al lado al vejete,
nos quedamos de piedra. Estaba con su hijo y su nuera, una pareja de
nuestra edad más o menos.
Los primeros días fueron bastante bien, La pareja era muy amable y el
abuelete casi no hablaba (eso creía yo), Él iba diariamente a trabajar y
ella se pasaba toda la mañana en la playa, hasta la hora de comer,
quedándose el abuelete en la terraza, leyendo el periódico o escuchando
la radio a la sombra. Nosotros también nos íbamos a la playa por la
mañana y mientras Lola hacía la siesta, yo bajaba a la piscina o me iba
de excursión por los alrededores, coincidiendo sólo con ellos a la hora
de la cena, siendo el trato normal entre vecinos de verano. Al cabo de
unos días cogimos confianza e incluso nos invitaron a tomar algo a su
terraza.
Aceptamos la invitación y mientras íbamos aproveché para hacer algún
comentario jocoso, a ver si le provocaba el morbo a Lola, que me dejó de
piedra cuando me respondió "pues el mamón del vejete no para de
atacarme en cuanto no le ve nadie, con lo que llevo un morbo encima
impresionante". Sin pensarlo demasiado, le respondí "pues ya sabes, date
una alegría y quítate el morbo de encima". Entre risas y un par de
hostias que me lanzó Lola, llegamos a casa de los vecinos y nos
acomodamos en la terraza. Charlando y bebiendo nos dieron las dos de la
mañana, momento en el cual el hijo, Luis, se fue a la cama, ya que al
día siguiente trabajaba. Maria, su mujer, insistió en que nos quedáramos
y así lo hicimos. Seguimos charlando, descubrimos que Tomás, el vejete,
había sido fotógrafo, afición que compartíamos. En el giro de la
conversación vimos que no era la única afición que compartíamos, ya que
le encantaban las mujeres (entre dientes le susurré a Lola
-especialmente tú- , respondiéndome ella con una sonrisa muy especial).
El tema fue evolucionando hasta llegar a la forma de tratar a las
mujeres, diciendo básicamente que su hijo era un inepto en esos asuntos.
Maria corroboró las palabras de Tomás, explicando que era bastante
machista, en todos los aspectos, con lo que ella se encontraba bastante
frustrada y mirándome especialmente a mí, recalcó "en todos los
aspectos". Tomás, que a pesar de no quitarle los ojos a Lola de encima,
no perdía detalle, aprovechó la coyuntura para proponer que escucháramos
algo de música suave y de paso nos demostraría como hay que tratar a
una mujer.
Dicho y hecho, se levantó, sintonizó la radio, cogió a Lola de la mano y
muy galantemente le dijo "¿me concede este baile?" Lola me miró, asentí
pasándome provocativamente la lengua por los labios y ella volvió a
sonreírme comenzando a bailar con Tomás. Este se giró y me dijo: "¿y tú
qué esperas?. Saca a bailar a Maria." Sonriendo, me dirigí a ella y le
dije "Ha sido una orden tajante de tu suegro, no podemos desobedecer,
¿verdad?".
Apenas hacia media hora que Luis se había acostado (se oían sus
ronquidos de fondo, apagados por la música suave) y la escena había
cambiado drásticamente: Tomás abrazado a mi mujer bailaba lenta y
suavemente, con sus manos en el nacimiento del culo de Lola y su polla
firme apoyada contra el pubis de mi mujer, que no hacía nada por
separarse, más bien al contrario. Justo al lado, en una situación muy
parecida, yo con Maria, la mujer de Luis, que se restregaba contra mi
cuerpo con ganas de algo más. Aunque tratara de disimularlo, yo sabía
que Lola estaba también muy excitada y que esta noche acabaría siendo
especial para ambos.
Tomás, susurrándole al oído, le decía a Lola que era una lástima que
estuviera yo allí, porque si no la haría gozar como nunca. Lola,
embrujada por la cálida noche a la orilla del mar y por las copas, a las
que no estaba acostumbrada, le respondió que yo le había propuesto más
de una vez cosas parecidas y casi seguro no habría inconvenientes, que
el problema era Maria". Tomás, besándola en la comisura de los labios le
susurró "de Maria me encargo yo". Lola, sonriendo, dijo en voz alta
"Cambio de pareja".
A regañadientes hicimos el cambio de pareja y mientras bailábamos Lola
me comentó al oído su conversación con Tomás. Me quedé literalmente de
piedra, aunque lo veía venir, no me lo esperaba tan directo. No sabía
qué pensar pero la dureza de mi nabo dejaba bien clara mi opinión. Acabó
la canción y en la radio se pusieron a hablar, por lo que nos volvimos a
sentar. Intentamos retomar la conversación, pero la excitación sexual
que flotaba en el ambiente nos llevó al asunto de cómo satisfacer bien a
una mujer. Intervine diciendo que un error que cometen muchos hombres,
la mayoría, es pensar exclusivamente con la polla. Pocos preliminares,
meterla hasta el fondo, cuatro meneos, correrse, media vuelta y a
dormir. Maria dijo con una sonrisa triste que le parecía que estaba
describiendo a Luis. "los jóvenes no sabéis cómo hacer según qué cosas",
dijo Tomás. "¿Cómo que no? ¿hacemos una prueba?", respondí yo. "A ver
si eres capaz de excitar a Maria sin que tu polla sea la protagonista",
terció Lola, dirigiéndose a mí. "Eso, a ver de lo que eres capaz",
sentenció Tomas. Maria, con las mejillas sonrosadas, dijo: "No sé si
esto esta bien".
Poniéndome de pie y dirigiéndome hacia Maria, le dije: "Lola está de
acuerdo, Tomás quiere que lo demuestre, tu marido esta durmiendo y tú
puedes hacerme parar cuando quieras. ¿Por qué iba a estar mal?". Sin
darle tiempo a responder, me situé detrás de la silla donde se sentaba y
apoyé mis manos muy suavemente sobre sus hombros. Comencé a
acariciárselos en círculos, sólo con las yemas de los dedos,
dirigiéndome hacia sus omoplatos y resbalando por su espalda desnuda
hasta llegar a la braga del bikini, para volver a subir muy suavemente
por los costados, acariciándole el nacimiento de los pechos por encima
de la tela del bikini, que era lo único que llevaba encima.
Ronroneando, cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, como
ofreciéndome sus carnosos labios. Pasé mis manos por su rostro,
dibujando el contorno de cada uno de sus rasgos con los dedos y pasando
las manos por sus costados. Volví a acariciarle en círculos, ahora en el
estomago desnudo mientras recorría su cara con la boca, dándole besos
muy delicados y vaporosos, hasta llegar a la suya y fundirnos en un beso
húmedo y profundo, apresándonos las lenguas y sumergiéndonos en una
pasión desconocida. Sin deshacer tan lujurioso beso, pasé mis manos por
sus senos, primero dibujándolos con los dedos, luego cogiéndolos con
fuerza, para pasar a acariciarle con delicadeza los pezones y
pellizcárselos a continuación con un punto de violencia, la justa para
que comenzara a gemir desesperadamente, mientras sus piernas, de forma
instintiva, se abrían un poco más. Pasé las manos por las tiras del
sujetador del bikini y con un movimiento lento, descubrí sus preciosos
senos. Eran grandes, con el pezón enhiesto y duro. Deshice el beso para
dedicarme a ellos. Mientras giraba para pone
rme enfrente de ella y sin dejar de besarle los pezones, me agaché entre
sus piernas y comencé a acariciarle las piernas, empezando por los pies
desnudos, hasta llegar a los muslos, recorriéndolos primero por la cara
interna, luego dibujando los bordes de su bikini y volviendo a bajar.
Dejé de besarle los senos y me puse de pie delante suyo, quedando mi
polla, dura y pugnando por salir del pantalón corto, a la altura de su
cara. La hice levantarse y le pedí que se tumbara encima de la mesa boca
arriba. Mientras lo hacia, vi que Tomás estaba de pie, apoyado en la
barandilla con Lola delante suyo, apoyada en él. Ella tenía su mano
dentro del pantalón de él, masajeándole suavemente el paquete y él la
acariciaba los senos con ambas manos, dándole besos en cuello y oreja.
Eso sí, ambos nos miraban fijamente, sin perder detalle del espectáculo
que estábamos dando.
Maria se colocó boca arriba, completamente desnuda, y encogió las
piernas para poder apoyarlas en la mesa, quedando su vulva palpitante y
abierta completamente abierta. "Cierra los ojos", le pedí y empecé a
acariciarle los senos de nuevo. Cuando los hubo cerrado, con un gesto
llamé a Tomas y Lola, para que se acercaran. Mientras me situé entre sus
piernas y abriéndole la vulva con delicadeza le introduje mi lengua.
Noté cómo se estremecía todo su cuerpo, soltando un fuerte suspiro al
sentir el contacto. Reseguí la línea de su raja, dando pequeños
golpecitos con la lengua en la entrada de su vagina, para luego chupar y
lamer con fruición su clítoris, dedicándome por entero a él. Acto
seguido introduje un dedo en su vagina, que se lo tragó literalmente. Me
pareció que le sabía a poco, así que le introduje un par más y comencé a
juguetear con otro en su ano. El suspiro inicial se había convertido en
un rosario ininterrumpido de gemidos de placer, así que comencé un
mete-saca con los dedos cada vez más acelerado y fuerte y levantando la
cabeza la observé. Se había cogido a la mesa con las manos y movía la
cabeza de un lado a otro gimiendo desesperadamente. Le dije" no abras
los ojos" y mirando a Lola y Tomas, les indiqué por gestos que
participaran. Lola que no había soltado el cipote de Tomas, seguía
meneándoselo pausadamente. Él cogió la mano de Lola y acercándosela a
los senos de Maria, la hizo acariciárselos. Ella no lo había hecho nunca
y comprobó entre sorprendida y extrañada, la textura y el tacto de unos
senos que no eran los suyos. Cuando Tomas vio que Lola empezaba a
disfrutar la situación, pasó su mano por detrás de ella y con extrema
suavidad, se la introdujo bajo el bañador, acariciándole las nalgas y el
chocho, mientras ponía su polla en la boca de Maria, que, aun con los
ojos cerrados, se limitó a abrirla y comenzar a succionar. Volví a
dedicarme a lamer la raja de Maria, yendo de su clítoris hasta su ano y
depositando cuanta saliva podía en él. Le pedí a Lola que se pusiera en
cuatro, encima de Maria, por que así seria todo más cómodo.
Sorprendentemente, me obedeció y una vez lo hubo hecho, apoyé la punta
de mi polla en el ano de Maria, le pedí a Lola que le acariciara el
clítoris a Maria. Lola me miró extrañada, yo sabía que nunca lo había
hecho y si alguna vez lo habíamos comentado ella respondía que le
resultaba algo repulsivo. Le insistí, diciéndole que sólo tenía que
pensar que era su chumino y hacerle lo que a ella le gusta hacerse.
Decidió probar y por los gemidos de Maria, parecía que lo hacía de
maravilla. Aproveché el gusto que sentía Maria para acabar de forzar su
entrada posterior, metiéndosela hasta el fondo. El grito de ella quedó
apagado por la polla de su suegro, que atento a todos mis manejos, se la
había metido completamente en la boca. Una vez relajado su esfínter y
gozando como una loca de los manejos de Lola, Tomás se retiró y orientó a
Maria hacia el chocho de Lola, que alucinó al sentir la boca de una
mujer sorbiéndole todo el chumino como nadie le había hecho antes. Tomás
se subió a un taburete para llegar bien y sin pensárselo dos veces, se
la introdujo a Lola hasta el fondo, comenzando a bombear en su empapado
chocho, disputándoselo a su nuera que no dejaba de lamer.
La escena era digna de que el marido de Maria despertara:
Su mujer tumbada boca arriba en la mesa haciendo un sesenta y nueve con
mi mujer, mientras yo le bombeaba por el culo y mi mujer recibía
alternativamente las lamidas de Maria y la polla de Tomas, que la
follaba sin pausa y la tenía en la gloria. Mantuvimos la postura durante
bastantes minutos, en los cuales noté varios orgasmos, tanto de Lola
como de Maria, hasta que Tomas comenzó a gemir cada vez más fuerte y a
decir "me voy a correr". No aguanté más y dándole fuertes sacudidas, se
la clavé a Maria lo más profundo que pude mientras notaba cómo me
vaciaba en su interior. Tomás justo antes de correrse, se la sacó a Lola
y aprovechando la posición se la introdujo a Maria que recibió una
abundante corrida en el interior de su boca.
Ya más relajados, deshicimos la postura y nos acomodamos en las sillas,
por un Lado Tomas con Lola y por otro yo con Maria, sin dejar de
acariciarnos. Entonces comentó Tomas "ahora vamos a ver cuál de vosotras
es más hábil con una polla en la boca, la que primero consiga
levantárnosla, recibirá las dos pollas a la vez, ¿qué os parece?". Con
algún comentario jocoso de Lola sobre lo machistas que podemos llegar a
ser, Tomás se levantó y le ofreció su polla a Lola, mientras que Maria
se inclinaba hacia la mía. La sensación era maravillosa, notar cómo la
vecinita se deleitaba sorbiéndome los huevos, lamiéndome la polla que ya
comenzaba a ponerse morcillona y jugaba con su lengua en mi capullo
mientras veía hacer lo mismo a mi mujer con el vejete "asqueroso" que
tanto morbo le daba y que tan caliente la tenía desde hacia semanas.
Lógicamente, mi cipote se puso en posición de firmes mucho más rápido
que el de Tomas, por lo que, acomodándome en una tumbona, la hice
sentarse encima mío. Muy lentamente, se empaló notando como su chocho
seguía abierto y empapado. Comenzó a cabalgarme, mientras la masajeaba
las tetas me dijo que nunca su marido había conseguido lo que nosotros
esa noche. Tomás, que ya había empalmado, se acercó a nosotros y
inclinando a Maria hacia mí, se la colocó por detrás. Sorprendentemente,
aún tenía el ano dilatado y entró con mucha facilidad. Al notarse
empalada por sus dos agujeros, Maria comenzó a cabalgarme con furia,
cada vez más fuerte, ajustándose a su ritmo Tomás, de forma que cuando
salía mi polla entraba la suya, encontrándose ambas a medio camino a
través de la delgada separación entre ano y vagina.
Lola, mientras tanto, en la tumbona de al lado, se acariciaba el
clítoris, frotándose con los dedos circularmente, disfrutando de la
vista que era digna de una película porno. Maria, en cambio, estaba en
medio de un largo, explosivo y agotador orgasmo, saltando como una
posesa sobre mí y pidiendo más y más casi a gritos, mientras se retorcía
de placer. De repente, se paró en seco dando un profundo gemido y cayó
desplomada encima mío. La secuencia de orgasmos y la brusquedad de sus
movimientos la habían dejado agotada. Tomás, sin darle un respiro, se la
sacó y se la puso en la boca. Ella, con pocas ganas, se la chupó hasta
dejársela limpia, momento que aprovechó Tomas para dirigirse a la
tumbona de al lado, donde Lola le esperaba, ofreciéndole su chocho
abierto y empapado. Se puso encima de ella e introduciéndosela de un
solo empujón, comenzó a follársela salvajemente. Lola, que estaba al
borde del orgasmo, se corrió rápidamente, sin que por ello Tomas parara,
dándole cada vez más fuerte y con más ganas. Maria, algo recuperada, se
puso a cuatro patas sobre la tumbona y bajando por todo mi cuerpo, me
fue lamiendo las tetillas, el pecho y el vientre, hasta llegar a mi
polla, todavía dura, para dedicarse a lamerla. Lo hacía con rabia, como
queriendo devolverme el placer que le acabábamos de dar,
introduciéndosela entera, hasta la garganta y volviendo a sacarla.
Lola, mientras tanto, se había puesto en cuatro y le pedía a Tomas que
la enculara, con cuidado, pero que la enculara. Al oírlo me quedé
sorprendido, porque no era nada habitual, alguna vez lo habíamos
intentado, con muy poco éxito. Tomás se dedicó a lubricárselo bien y
cuando vio que estaba lista, se la introdujo poco a poco, centímetro a
centímetro, mientras le acariciaba el clítoris y le introducía varios
dedos por la vagina. Cuando consiguió introducirla completamente, tras
reposar unos segundos, inició un lento mete y saca, acompañado por
movimientos circulares de las nalgas de Lola, que los hicieron explotar
en un largo y pausado orgasmo que hizo chorrear semen por las piernas de
Lola. Al ver esto, no me quise retener y le pedí a Maria que me
masturbara fuertemente con la boca abierta y la lengua fuera. Después de
unas cuantas sacudidas me corrí, llenando la lengua, el pelo, las tetas
y todo lo que pude de semen. Cuando salió el ultimo chorro, Maria se
quedó con mi polla a un centímetro de su boca, unidos por un delgado
hilo de semen que iba de su lengua a mi capullo. Mirándome con cara de
puta viciosa, pasó la lengua en círculos por todo mi capullo,
extendiendo la leche que acababa de echar por él, para luego
introducírsela hasta el fondo y mamármela hasta dejarla brillante de
saliva. Llegado ese momento, Lola se dirigió a mí y cogiéndome por los
hombros me dio un beso largo y profundo, diciéndome al acabar "hoy me
has hecho muy feliz", para posteriormente darle otro a Maria, notando
los restos de mi semen.
Recompusimos nuestra ropa y nos sentamos. Habíamos decidido tácitamente
no dar mayor importancia a lo que acababa de ocurrir, y continuamos
charlando como si tal cosa, viendo como amanecía. Maria comentó que
hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de su cuerpo, a lo que Tomás
le dijo que probara a enseñar algo de lo aprendido a su hijo Luis. Lola
comentó que también había disfrutado muchísimo, explicó cual era su
relación previa con Tomas, y lo que sentía cada vez que él le había
dicho una ridad de las suyas. Que ya habíamos imaginado hacer algo así,
pero que nunca lo habíamos llevado a la practica y yo tercié diciendo
que habría que repetirlo. Al poco rato apareció el marido de Maria que
bostezando nos preguntó qué tal la noche, que cómo era posible que
aguantáramos hasta el amanecer. "Pues mira, se nos ha pasado el rato
charlando", dijo Maria. "Sí, conociéndonos mejor" dije yo, guiñándole un
ojo a Lola y Tomas, que sonreían metiéndose mano a espaldas de Luis.
Parte 2 .- Morbo con el vejete (Contado por ella)
Todos los días, al volver de trabajar, atravieso el mismo parque, dónde
hay un par de jubilados tomando el sol o disfrutando de la sombra,
depende del tiempo. Para evitar una vuelta enorme, siempre atravieso el
parque de lado a lado, entrando y saliendo por puertas laterales dónde
la vegetación es muy espesa y la gente escasa. Justo antes de la salida,
en un banco medio escondido me encuentro con un vejete de lo más
salido. En cuanto me ve, comienza a chasquear la lengua y a decirme
obscenidades completamente subidas de tono. Yo, miro al frente y sin
responder continuo mi camino muy digna, aunque he de reconocer que el
abuelo me da mucho morbo. El resto del trayecto hasta casa, no paro de
darle vueltas a las guarradas que me ha dicho ese día y noto cómo me voy
mojando.
Al principio no le comentaba nada a mi marido, pero una noche mientras
hacíamos el amor, me pidió que le comentara mis fantasías y le hablé del
vejete, de lo que me decía, de cómo me lo imaginaba haciéndome todas
esas cosas y de cómo mojaba las bragas sólo de pensarlo. Aquella noche
disfrutamos como recién casados y desde entonces, el vejete estaba
constantemente en nuestra cama, aunque sólo fuera en nuestra
imaginación.
Un día celebramos el cumpleaños de un compañero de trabajo. Me había
tomado un par de copas (no estoy acostumbrada), y durante la fiesta, un
compañero se había dedicado a tirarme los trastos descaradamente. Yo me
limité a demostrarle que no me interesaba, pero con el cachondeo me
había calentado una ridad.
Al pasar por el parque y ver al vejete sentado en un banco, casi
escondido de las miradas por la frondosa vegetación y sin nadie
alrededor, me pasó algo extraño. Noté cómo me subían unos calores
inmensos desde la entrepierna. Estaba completamente salida y el vejete
me ponía. Continué mi camino y al llegar a su altura oí cómo decía: "Te
voy a comer el chocho hasta que te deshidrates de gusto". Ni corta ni
perezosa, me giré y fui hasta él, apoyé una pierna en el banco e
inclinándome hacia él le dije "repíteme lo que acabas de decir". La
escena era de lo más descarada: un banco escondido en un pa
rque desierto, un abuelo sentado en un banco y yo, con una pierna encima
del banco, la otra en el suelo, lo que hacía que la falda se subiera
hasta por encima de medio muslo, inclinada hacia él desafiante y
provocadora. Sin cortarse para nada, el vejete apoyó su mano en mi muslo
y subiéndola por su cara interna hasta llegar a las bragas, me repitió
sus palabras, sin dejar de mirarme a los ojos, entre divertido y
excitado.
Me sentía como un zorrón en busca de polla y me gustaba la sensación.
"Hazlo", le dije. Continuó con su caricia, ahora por encima de las
bragas, notando en su mano mi humedad. "¿estás segura?", me dijo. Por
toda respuesta, le cogí por la nuca y empujé su boca hacia mi chocho.
Sin pensárselo mucho más, apartó mis bragas e introdujo un dedo en mi
vagina. Noté cómo se abría paso en mi humedad y atravesaba mi interior
como un cuchillo cortando mantequilla.
Mientras me mordía los labios para ahogar un gemido de placer
incontrolado, noté como de un tirón me rompía las bragas y subiendo sus
manos por el exterior de mis muslos, enroscaba la falda en mi cintura.
Ya sin obstáculos que le impidieran acceder a mi empapado chocho, acercó
sus dos manos, acariciándome el monte de Venus, bajando por mi raja y
abriéndome los labios introdujo su lengua. Noté cómo me deshacía en su
boca, mientras daba pequeños golpecitos con su lengua en mi vagina y
resiguiendo mi raja a lametones, se dedicaba a mi pepitilla, que estaba
dura y enhiesta, haciéndome gemir de placer cada vez que cogiéndola con
sus labios, la sorbía mientras la acariciaba con rapidez con la punta de
la lengua. Me apoyé en él y en el banco cuando noté como introducía dos
dedos en mi vagina y con un movimiento suave pero continuado, me
bombeaba hasta lo más profundo. Estaba a punto de estallar en un orgasmo
cuando introdujo otro dedo, ahora en mi ano y comencé a notar cómo
jugaba a acariciarse sus dedos a través de la delgada carne que separa
mi vagina del recto. Me corrí salvajemente, dejándole la cara empapada y
perdiendo casi el equilibrio, le pedí que se la sacara, que tenía ganas
de polla. Sin dudarlo, se desabrochó la bragueta y dejando caer
calzoncillo y pantalón al suelo me ofreció una polla grande, dura y
marcada de venas. Me senté de cara a él metiendomela de golpe y hasta el
fondo y empecé un lento sube y baja mientras que, tras desabrocharme la
blusa, sumergía su cara en mis pechos. Sin dejar de mover las caderas
para notar en lo más profundo su polla, saqué mis pechos de las copas
del sujetador, para que pudiera dedicarse a ellos. No puedo decir que
mis tetas sean especialmente sensibles, rara vez noto nada especial por
más que me las acaricien, pero aquel vejete me estaba volviendo loca
mordisqueándome los pezones, mientras notaba su polla cómo entraba y
salía, entraba y salía… Me mantuvo en un preorgasmo durante varios
minutos, hasta que me pidió que me levantara. Así lo hice y me colocó
apoyada en el respaldo del banco, con el culo en pompa y las piernas
bien abiertas. Cuando me tuvo así, colocó la punta de su polla en mi
vagina y lentamente la fue introduciendo hasta que noté sus huevos en mi
culo. Comenzó un rápido mete saca que me hizo llegar al orgasmo al
menos otra vez antes de que, de golpe la sacara y apoyándola en mi ano,
apretara lo justo para que entrara la punta. No me dio tiempo a decirle
que por ahí no, cuando noté cómo caía su semen por mis muslos y se
quedaba muy quieto. El muy cerdo había preferido correrse en mi culo.
Recompusimos nuestra ropa y nos sentamos en el banco, uno al lado del
otro, a recuperarnos. "Pues no me noto deshidratada, pero no ha estado
nada mal". Nos reímos, charlamos unos minutos, descubrí que se llamaba
Tomás y que vivía cerca nuestro y que todos los días se sentaba allí a
la misma hora sólo para verme pasar, ya que desde el primer día que me
vio le habían encantado mi culo y mis andares de zorra. Lejos de
molestarme, me halagó enormemente y al despedirnos, le comenté que igual
tenía suerte y mañana volvía a pasar por allí.
Esa noche tuve una sesión de sexo agotadora con mi marido. Él insistía
en que imagináramos cosas con el vejete y yo le relaté punto por punto
lo que había hecho por la tarde con el Sr. Tomás como si fuera una
fantasía. Mi marido disfrutó como
pocas veces y desde entonces, cada vez que sacaba el tema del vejete o
de meter a alguien en nuestra cama, en vez de cerrarme en banda como
hasta entonces, le seguía la corriente, manteniéndole también excitado y
listo para darme placer en cualquier momento. Al día siguiente, al
volver de trabajar, en cuanto empecé a atravesar el parque me quité las
bragas y las guardé en el bolso. No estaba dispuesta a quedarme sin
bragas en una semana. Cuando vi al Sr. Tomás me fui directa a él y
sentándome a su lado le dije "¿cómo tiene hoy la herramienta, Sr.
Tomas?". Su respuesta fue un poco extraña: "Tranquila que hoy vas a ir
bien servida de polla". Sonriéndole, comencé a masturbarle por encima
del pantalón y sacándosela fuera, agaché mi cabeza para introducirme su
capullo en mis labios. Era una sensación excitante, estar como una
putilla callejera lamiéndole la polla a un jubilado del parque, que me
sobaba las tetas por encima del vestido que llevaba. Lubriqué bien su
herramienta, hasta dejársela completamente humedecida con mi boca,
momento en el cual quise sentarme encima suyo como el día anterior. Pero
él no me dejó. Me hizo poner apoyada en el respaldo del banco, de cara
al paseo, para poder controlar si venóa alguien y él se metió en el
césped para penetrarme por detrás. Me dijo "ahora no te gires, abre bien
las piernas y verás lo que es bueno". Agaché la cabeza, cerré los ojos y
esperé su acometida. Noté cómo me cogía por la cintura y me metía la
polla en la vagina de un solo empujón. No sé si no estaba tan lubricada o
la memoria me engañaba, el resultado es que se la notaba enorme.
Mientras me bombeaba por detrás, sujetándome con las dos manos por la
cintura, note cómo me introducía un dedo en el ano, dándome un gustito
tremendo (me empezaba a aficionar al sexo anal, yo que siempre decía que
eso era una guarrada antinatural) y a la vez me cogían de las tetas. De
repente, comprendí que eso era imposible y comencé a girarme para
intentar entender lo que pasaba, justo en ese momento vi una polla
familiar a la altura de la boca y escuché al Sr. Tomás cómo me decía
"hoy he invitado a unos amigos a nuestra fiestecita, no te importa
¿verdad?" y empujando, me la metió en la boca. ¿Qué no me importa? ¡Será
mamón el puto viejo!, pero ¿por quién me ha tomado? ¿Por un zorrón? …
En ese momento me di cuenta que me estaba dando lo que realmente deseaba
y que tenía dos opciones: montar un escándalo o disfrutar de la
situación. Comencé a mamar con furia la polla del Sr. Tomás, quien me
cogió por la cabeza para ayudarme a marcar el ritmo, mientras le decía a
alguien que yo no veía, "ven Venancio, acaríciala un poco, que cuando
Amine deje de darle te toca a ti".
¿Amine? ¿Venancio?. Dejé de comérsela y me puse de pie, notando cómo se
salía la polla que tenía dentro haciendo un sonoro "plof". Me giré y me
quedé de piedra: junto al sr. Tomás estaban otro jubilado, Venancio,
octogenario bastante cascado y Amine, un árabe muy moreno, de más de
treinta años, con una polla enorme oscura y brillante por mis propios
jugos mirándome desafiante.
Después de mirármelos de arriba a bajo, primero con cara de incredulidad
y después al llegar a la polla de Amine con cara de vicio me dije:
"Bueno, si esto es lo que hay, habrá que disfrutarlo". Hice que Amine se
tumbara en el suelo y me senté encima de aquella polla que parecía
tener algún tipo de magnetismo, ya que no podía dejar de mirarla. Me la
clavé hasta el fondo y pidiéndole a Venancio que se acercara, comencé a
masturbarlo suavemente. El Sr. Tomas, desde detrás me lubricaba el ano
con sus dedos cogiendo mi propio flujo y untándomelo mientras me
acariciaba el ano. Cuando notó que yo comenzaba con los espasmos de mi
primer orgasmo, empalada por el musulmán que no dejaba de sobarme las
tetas hasta irritármelas, me hizo inclinar hasta chocar con Amine y
dejándose caer encima mío me la metió hasta las tripas. Noté un doloroso
pinchazo justo cuando me atravesó el ano con su cipote, pero en
cuestión de segundos, el mete saca conjunto de Amine y Tomás me hizo
olvidar cualquier malestar, volviendo a notar cómo el placer me
inundaba. Creo que no es que tuviera muchos orgasmos, sino que mantuve
un largo, profundo y continuado orgasmo durante los diez minutos que me
estuvieron haciendo el sándwich. Tanto es así, que no me di cuenta de en
qué momento Venancio había metido su polla en mi boca, ni de cuánto
tiempo hacía que se la estaba comiendo, hasta que noté su leche
inundándome la boca. Esto era algo que me daba muchísimo asco y que
nunca le había permitido a mi marido, a pesar de que me lo había pedido
muchas veces. Esta vez, sin embargo, no hice más que dejar que corriera
por la comisura de mis labios y pasársela a Amine a través de un morreo
impresionante. Éste ni se inmutó. Por lo que supe después, no era la
primera vez que probaba el semen de Venancio y viceversa. Cuando a los
pocos minutos, noté cómo me inundaban el recto y la vagina con sus
abundantes y calientes corridas, les grité "maricones de mierda, me
habéis dejado a medias. ¿Y ahora qué?", sorprendiéndome a mí misma con
el lenguaje y la actitud que estaba adoptando. Me encantaba ser una
guarra y demostrarlo.
"Tranquila Lola, que esto no se queda así", me dijo Tomás y rápidamente
me pusieron de pie y Venancio por delante y Amine por detrás, se
dedicaron a hacerme un impresionante lavabo de bajos. Amine, parecía que
en vez de lengua tuviera una turbina de la velocidad con que la movía.
Me dejó el ano limpio y brillante. Venancio en cambio parecía que
tuviera una polla pequeña en vez de lengua, por que conseguía meterla
hasta donde quería y moverla de maravilla. Aquel par de desconocidos
estaban teniendo su ración de leche, me dije, ya que estaban limpiándome
de las anteriores corridas y me llevaron a una serie de orgasmos
ininterrumpidos que hicieron que tuviera que sujetarme con Tomás, ya que
las piernas no me sostenían. Este, amablemente, me sujetó por las tetas
y se dedicó a masajeármelas hasta hacerme daño, un daño que junto con
las maravillas que me hacían sus amigos hicieron que casi me desmayara
de placer. Cuando por fin acabaron, Tomás les indicó que se marcharan,
quedando nosotros dos solos en el banco. "Esto no me lo vuelvas a hacer,
Tomás" le dije muy seria. "Nunca más sin avisarme antes" rematé
sonriendo de oreja a oreja. Quedamos para el día siguiente, pero en su
casa, y sonriéndose me dijo que me tendría preparada otra sorpresa. Le
dije que no quería mas pollas y que esto se tenía que acabar. Él me
respondió que no habría más polla que la suya, que le estaba haciendo
feliz su jubilación y que si no quería nada más él se daba por más que
satisfecho si le complacía al día siguiente. Con su sonrisa picara y
tierna a la vez me acabó de convencer, por lo que dándole un beso me
despedí de él hasta el día siguiente.
Por el camino, fui pensando en las vueltas que estaba dando mi vida, la
de veces que me había propuesto cosas parecidas mi marido y lo cerrada
que siempre había estado y ahora, por circunstancias absurdas, le estaba
dando el salto con más tíos de los que me había acostado hasta ahora
(él era el segundo) y un poco apenada por él, ya que lo quiero mucho,
fui pensando en cómo recompensarle y sobre todo, cómo introducirlo en
todas estas nuevas vivencias sin ofenderle para poder disfrutarlo
juntos. Aunque seguro que lo disfrutaría esta noche, cuando le cuente la
fantasía que he tenido. Lo que no sé es cómo haré para disimular los
moretones que me han dejado mis tres amantes.
Al día siguiente no entré en el parque, ya que había quedado
directamente en la casa del Sr. Tomás. Éste me abrió la puerta y me hizo
pasar hasta la salita, donde tenía ya preparado el café y me presentó a
su nuera, Maria, una mujer de mi edad más o menos, bastante atractiva,
educada y simpática. Claro que yo me quedé bastante cortada, ya que no
me esperaba esto. A ver si la sorpresa iba a ser presentarme a su
familia como su novia y me ponía en un compromiso.
Pero no, me presentó como una amiga, Maria me comentó que ya le había
dicho algo de mí, con lo que consiguió ponerme la mosca detrás de la
oreja. Nos sentamos los tres en el sofá, con el Sr. Tomás en medio y
¡qué casualidad! el pobre Sr. Tomás se puso nervioso y su derramó su
café encima. Rapidamente nos pusimos en pie y se quitó el pantalón para
no quemarse, "hay confianza, ¿no?" dijo mientras mandaba a su nuera a su
habitación por un pantalón. En el momento que salió Maria de la
habitación me dirigió a su polla y me pidió que se la comiera. "¿pero tú
estas loco?" le dije. "Maria es muy patosa y tardará bastante en
volver. Venga házmelo, te deseo tanto…" de repente oímos la voz de Maria
a lo lejos diciendo "No los encuentro. ¿dónde los tiene Tomás?"
mientras introducía su polla en mi boca le oí decir "Busca en mi
armario, tráeme los blancos con rayitas, por favor" y bajando un poco la
voz "esos tardará más todavía en encontrarlos".
Mientras con una mano le acariciaba los huevos, con la otra lo
masturbaba con rapidez para evitar que nos pillaran y mantenía su polla
en el interior de mi boca acompañando el vaivén de su polla con mi
cabeza, noté cómo me levantaba la falda para ver mi grupa y poniéndome
en pompa, me acariciaba las tetas, que colgaban oscilando al ritmo de la
follada bucal que le estaba dando. Noté cómo me sujetaba la cabeza con
una mano y cómo otra escarbaba en mi entrepierna. Escarmentada de la
experiencia del día anterior, me quise girar, pero las manos del Sr.
Manel mantuvieron mi cabeza en su posición y me dijo "tranquila, Lola,
te dije que no habría más pollas y no las habrá". "Pero a mi lengua no
le iras a hacer ascos, ¿verdad?" oí la voz de Maria justo detrás mío tan
cerca que notaba su aliento en mis nalgas. Empecé a emitir un gruñido
cuando noté como sus manos se abrían paso con delicadeza en mi
entrepierna y su lengua comenzaba a volar sobre mi clítoris. Relajándome
la dejé hacer, mientras notaba como el Sr. Manel me sujetaba
fuertemente la cabeza a la vez que se le ponían tiesas las piernas, por
lo que no me pilló de improviso la abundante corrida con la que me
inundó hasta lo más profundo de mi garganta. Sin hacerle ascos, lo
saboreé, lo tragué y continué hasta dejársela completamente limpia,
mientras que notaba mi orgasmo aproximarse al ritmo de la lengua y dedos
de Maria, que se estaba manejando con sublime maestría.
Cuando el Sr. Tomás se retiró, me hizo ocupar su sitio, pero
completamente tumbada y con las nalgas apoyadas en el brazo del sofá.
Levantándose, Maria comenzó a besarme, toda la cara, hasta llegar a los
labios que sorbió como intentando recuperar la ultima gota de la corrida
de su suegro. Después, mientras introducía con delicadeza su mano en mi
entrepierna y me acariciaba tanto la pepitilla como la vagina, se
dedicó a chupar mis pechos, especialmente los pezones. Supongo que sólo
una mujer sabe cómo tiene que acariciar a otra, porque nunca había
notado sensaciones tan sublimes como las que Maria me produjo con sus
manos y su boca. Consiguió que me corriera y sin darme descanso, se puso
encima mío en posición de 69 y comenzó a darme pequeños golpes con la
lengua y mordisquitos en la vagina y clítoris, haciendo que comenzara a
disfrutar de nuevo, a pesar de acabar de correrme. Vi la polla del Sr.
Tomas, que se colocó en la estrecha ranura que separaba el chocho
brillante de jugos de Maria y mi boca. Comencé a lamer el tronco de su
polla como si fuera un caramelo y él iba retirándola o acercándola,
introduciendo la punta en el chocho de su nuera y luego en mi boca y
así, como un juego, acabé con mi lengua acariciando suavemente el
clítoris de Maria, que tenía un olor dulzón, con un sabor algo salado,
extraño pero nada desagradable. Noté un espasmo en Maria, abrí los ojos y
vi, en primerísimo plano, la polla del Sr. Tomás introducida hasta la
mitad en su ano. Alucinada, noté cómo me daban espasmos en las piernas
del gusto que me provocaba la lengua de Maria, mientras, a escasos
centímetros, veía la tranca de su suegro cómo entraba y salía lentamente
de su ano y cómo la argolla flexible absorbía aquella impresionante
tranca hasta el fondo. Me había corrido con enorme placer un par de
veces cuando Maria dejó de comerme el conejo y se dedicó a disfrutar de
mi lengua en su vagina y del cipote de su suegro en su culo. Noté varios
orgasmos de Maria que me empaparon la cara antes de que el Sr. Tomas se
quedara clavado con su polla hasta el fondo de su nuera.
Fue impresionante verla salir, poco a poco, hasta que hizo "plof" y comenzó a gotear semen del interior de su ano.
Nos recompusimos y tomamos café, mientras charlamos amigablemente,
especialmente de las vacaciones que ya estaban encima. Me comentaron que
ellos tenían dos apartamentos, uno justo al lado del otro, que ellos
ocupaban uno y el otro lo tenían libre. Me quedé con su teléfono y les
prometí que les llamaría.
Morbo con una vieja re puta
Posteado en 69 , Beso Negro , Maduras , Masturbacion , Sexo Anal , Sexo Irracial , Sexo Oral en por Esperanza
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