Este es un relato que jamás podría contar de manera abierta, pues el anonimato evita que afecte a terceros.
La primera parte la relataré muy breve, pues es la menos caliente.
Parte I – La primera vez de mi esposa con otro
Tenía unos 3 años de casado. Nuestra vida sexual era normal, aunque
empezaba a tener ganas de probar cosas nuevas. Después de haber leído
muchos relatos y visto otras tantas películas, me calentó mucho la idea
de pensar que a mi mujer se la cogía otro hombre delante de mí. Eso no
iba a ser fácil, ya que mi esposa es sumamente conservadora, y aunque es
cachonda en la cama, difícilmente iba a permitir ser penetrada por otro
hombre. Así, cuando teníamos sexo, en la calentura del momento, y ella
con algunas copas encima, le empezaba a decir cosas como “imagina que
otras manos recorren tu cuerpo, que este pito que te están metiendo no
es el mío, etc.”, a lo que ella reaccionaba con mucha calentura, pues
lograba sentirla mojarse más de lo normal, y venirse con intensidad.
Sin embargo, fuera de la cama y de las circunstancias, estaba prácticamente prohibido hablar del sexo.
Ella es una mujer bonita, de 1.54 mts., piel blanca, hermosas piernas,
nalgas redondas y paraditas, con tetas pequeñas, pero hermosas y
naturales. Sus facciones son muy bien definidas, como de japonesa, pero
sin los ojos rasgados. En general, no puedo decir que sea Megan Fox,
pero es atractiva, y con sus pequeñas minifaldas llama la atención de
cualquiera, sobre todo porque es una mujer real y al alcance de las
fantasías de muchos.
Sin que ella lo supiera, puse un anuncio por internet, mostrando algunas
fotos de su bello cuerpo. Los correos llegaron a mares. Todos querían
cogérsela, pero buscaba algo con mucha discreción, y con disponibilidad
para adecuarse a todo lo que yo le dijera. Digamos que no encontré por
completo al cómplice ideal, pero cumplía con casi todo. Sobre todo,
quería que fuera un pene de mayor tamaño que el mío, para que ella
lograra sentir la diferencia, pues el plan era vendarle los ojos. A este
cómplice lo llamaré José.
Ocurrió entonces que en un fin de semana comenzamos tomando vino, y ya
pasada la media noche ella estaba bastante mareada. La acosté, le vendé
los ojos, e hice pasar a mi cómplice. Se desnudó, y al verla acostada
con ese cuerpo divino desnudo y a su disposición, no pudo menos que
saltar de inmediato su enorme dotación preparada para atacar. Eso me
excitó mucho, saber que mi mujer con sólo su cuerpo a la vista y sin ser
tocado, de una manera rápida lograba obtener la erección de un hombre
de 35 años. Lo ví acercarse, ponerse un condón, aplicarse lubricante, y…
penetrarla poco a poco. Ella gimió en seguida, no supe si por el
tamaño, o por la excitación, sin embargo, pronto todo ese largo miembro
entró completo en su estrecha vagina. Yo me acerqué con la cámara por
todos lados, especialmente cuando él levantó las piernas de mi esposa,
para colocarlas sobre sus hombros. Me puse a sus espaldas, mientras veía
esa gran verga entrando en la depilada panocha de mi esposa.
Digamos que la reacción de ella no fue corresponder, pero sí dejarse. A
mí me hubiera encantado verla reaccionar pidiendo más, de repente tener
un rol de actividad, como darse vuelta o acomodarse para recibir mejor
la cogida, y abandonarse al placer, pero no fue así. Se dejó hacer, y
punto, tal vez medio inconsciente por la borrachera, y como tratando de
culpar al alcohol de lo sucedido. Todo pasó sin más, para mí fue
excitante, pero hubo problemas después, y de esta forma ya jamás insistí
en el tema.
Parte II – Aventuras con José.
A partir de lo ocurrido, José se quedó prendado de ella, y me pedía que
organizáramos nuevos planes, pero yo le dije que no iba a ser posible
dados los problemas surgieron. Supongo que a manera de congraciarse,
José me empezó a invitar a algunos planes swinger en Veracruz, o con
parejas que él conocía del medio, que deseaban un Gang Bang o similar.
Yo ya tenía de manera independiente alguna experiencia en este medio.
José pensaba que era novato, pero seguramente teníamos experiencia
similar, pues cuando era soltero y viajaba entre Nuevo León, Puebla y la
ciudad de México, tuve oportunidad de contactar con varias parejas y
amigas con quienes me pasaba momentos deliciosos.
Así, fueron transcurriendo varios encuentros con José, con amigas y
parejas, y lo que más me calentaba era realizar dobles penetraciones, en
las cuales ya nos compaginamos muy bien, pues lo que generalmente
hacemos es que después de excitar a la chica, y penetrarla en varias
posiciones, incluso haciendo vaginal y anal al mismo tiempo, me cambio
el condón, me lubrico muy bien el pene, y mientras José se tumba boca
arriba y con la chica montada sobre él, viéndolo de frente, yo me acerco
con lentitud, y poco a poco deslizo mi verga erecta entre las nalgas de
ella, a veces chocando con los testículos de José, para entonces con
suavidad y usando el pene erecto de José como guía, deslizo mi pene
sobre el suyo, para penetrarla ambos por la vagina al mismo tiempo. Esto
suele causar mucha cachondería, pues ellas normalmente se vienen
intensamente al sentir la invasión de otro trozo de carne dura dentro de
su cuerpo. La sensación es deliciosa, pues estamos hablando de una
vagina que se ha logrado mojar más y en abundancia, al tiempo en que los
dos penes entran y salen, frotándose y sintiendo los huevos estrujarse
entre sí, compitiendo por dar y recibir placer. Las dos vergas duras,
una contra otra, apretadas por la suavidad de la vagina, moviéndose
rítmicamente, son una caricia en extremo estimulante. Sobra decir que
los tres terminamos siempre en intensos orgasmos, sobre todo ellas. Este
tipo de historias se ha repetido también con algunos matrimonios que he
contactado por internet, y con quienes a veces me encuentro.
Lo anterior lo he dejado como el preámbulo de la caliente historia que debo contarles, o más bien confesarles.
Parte III – Orgasmo terremoto
Hace no mucho, me reuní con José y con una amiga a quien llamaré Diana,
que estaba muy dispuesta a probar la experiencia de la doble
penetración. El encuentro empezó como todos. Ella nunca había estado con
2 hombres al mismo tiempo, y la veía temblar de la excitación que
nuestras manos causaban al deslizarse con agilidad sobre su cuerpo
desnudo. Para estos casos, preveo llevar lubricante a base de agua, para
facilitar la penetración. Empezamos a alternar la penetración. La
pusimos con el culo al aire, sobre una silla, es decir, en la típica
posición de perrito, pero con las nalgas muy expuestas, para que
alternadamente la penetráramos con facilidad. Luego ella se sentó sobre
el pito de José, mientras succionaba apasionadamente el mío. Luego se
arrodilló a lamer ambos falos, y así, logramos hacer varios cambios de
posición.
Yo estaba sumamente excitado, embriagado del placer que sentía, y
acomodé a Diana en un escritorio, en la orilla y con las piernas bien
abiertas. Asesté mi estocada, mientras ella gemía de una manera muy
rica, y de una manera muy natural, José que en ese momento no atinaba
cómo participar, estaba a un paso de mí, a un lado. Mientras seguía
embistiendo a la chica, tomé abundante lubricante del escritorio, y con
la mano llena, la pasé entre mis nalgas, hasta meterme el dedo por el
ano. Tomé más lubricante, y estiré la mano para agarrar la verga del
sorprendido José, lo hice cambiarse el condón y sin dejar de frotarlo lo
jalé hacia mis nalgas. Levanté mi pierna derecha, colocándola sobre el
escritorio, para preparar mejor mi culo para la embestida y entonces
José, que ya no podía con su calentura, empezó a frotar su pito entre
mis nalgas, con torpeza, pues no atinaba a penetrarme, siendo además que
mi culo jamás había sido penetrado. Con el vaivén de mi cadera, mi
cuerpo experimentaba doble placer, pues hacia adelante estaba el
lubricado coño de Diana, que estaba extasiada percibiendo el intenso
momento de placer, y hacia atrás me encontraba con el grueso glande de
José, que aún no acertaba a consumar la maniobra de penetración, pues
tenía solamente la punta de su falo dentro. Yo me abandoné al placer,
solamente me movía hacia adelante y hacia atrás. A la potencia de mis
embestidas, se sumó la fuerza con que José empujaba su pene hacia mi
interior, y éramos como un ensamble de penes que atacaba la delicada y
húmeda panocha de Diana, que para entonces se venía una y otra vez,
delatándolo por medio de las contracciones con que parecía arrancarme la
verga. José no pudo más, la penetración de mi culo no se consumó
completa, pues se vino colosalmente, toqué su verga para exprimirla con
mi mano, y apreté con suavidad sus testículos, el pujó, sentí el bombeo
de leche en el capullo del condón, que a su vez estaba ligeramente
dentro de mí, invadiendo solamente con su glande mi culo, pero sentí muy
rico, y entonces me tocó a mí. Se la metí toda a Diana, la abracé,
juntando sus vellos púbicos totalmente mojados con los míos, y sintiendo
los últimos bombeos de semen de José detrás de mí, tomado de mis
caderas. Cerré los ojos, y tuve la venida más fantástica,
indescriptible, rebosante y estremecedora que jamás haya sentido. Diana
gritó, y otra vez sentí el poder de su vagina contraerse, como queriendo
ordeñarme. El vientre de José estaba pegado a mi zona lumbar, y yo
seguía sintiendo un orgasmo de terremoto, que me electrocutaba en cada
nervio de mi cuerpo. Separamos nuestros cuerpos. Nos vestimos en
silencio, nadie tocaba el tema, pero se nos notaba el gozo por todos los
poros. Nos despedimos, y cada quien tomó su camino de vuelta a casa. No
hemos vuelto a tocar el tema, pero yo me he quedado pensando que si el
orgasmo fue intenso, tenerlo con una penetración bien lograda, tocando
mi próstata, que es el punto G masculino, entonces la sensación debe ser
espectacular. Alguien se apunta?
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