Hoy soy yo la que tengo algo para contar. Me llamo Silvi, y soy amiga de Verito, pero bastante más lesbi.
Tengo
una cola y unas piernas muy llamativas, usualmente me visto de negro.
El pelo lo tengo oscuro y los ojos café. Soy muy blanca.
Una vez
salíamos con los chicos amigos a bailar, y no era de casualidad que le
estuviera dando la mano a la novia de uno de mis amigos (por suerte los
hombres sospechan poco de las mujeres hasta que es demasiado tarde).
Me
re calentaba esa chica, y más por ser novia de mi amigo, así que nos
pasamos las primeras horas de la noche hablando, en las que me confesó
que no tenía una relación muy linda actualmente.
De más estará decir
que, como buena amiga, quise tomar ventaja de la situación… le hice
contarme las cosas que menos le gustaban y llegó un momento de la noche
en que pareció enojada incluso con su novio (todo esto acompañado de
buenas dosis de alcohol).
Le di la mano y le pregunté si me
acompañaba al baño, aceptó y, tambaleando, nos levantamos de la mesa.
Llegando al baño, me senté en el inodoro e hice lo mío, y mientras ella
me pidió si no la ayudaba después a sentarse, porque no se animaba sola
(por el alcohol, claro).
Me levanté y fui con ella, la ayudé a
sentarse. Después de un ratito me preguntó si yo tenía novio, y le dije
que a mí hacía mucho que los hombres me habían dejado de gustar. Y le
conté un par de razones y experiencias que ella entendió de toque,
diciéndome que todo era cierto, pero por lástima a ella las mujeres no
le atraían.
Seguía sin levantarse del inodoro y ya había terminado de
hacer pis, pero nos colgamos charlando un rato largo, así que ninguna
de las dos se movió del lugar. Yo le pregunté cómo sabía que no le
atraían, y me contestó que no le llamaba la atención, pocas veces lo
había pensado, pero como un juego. Nunca se lo había planteado en serio,
y además le daba un poco de miedo.
Me arrodillé a ella y le di un
besito suave en los labios. Le dije que las mujeres somos más dulces,
delicadas y sabemos mucho mejor que los hombres lo que queremos. Ella me
miró fijo y me respondió con otro beso dulce, que le causó cierta
emoción, cierta risa… pero le di la lengua, y ella me la mordió, me dio
la suya y yo se la chupé. Empezamos a transar, suavemente, pero con
ganas.
De repente apartó la boca de la mía y me pidió disculpas, que ella no era así y que se dejó llevar. Le dije “Dejate llevar un poco más... y te muestro el cielo”.
Le di la mano y la levanté del inodoro. Le subí los pantalones, no sin
antes acariciarle un poco la cola y el ombligo, y me la llevé de ahí,
del boliche.
Veinte minutos más tarde estábamos en mi casa. Ella se
había dormido la mitad del camino, y ya parecía más recuperada cuando
llegamos.
Después de darle un vaso de agua, me dijo que hacía mucho
no sentía un beso como el del baño. Me senté bien cerca de ella, y lo
inicié de nuevo, con un suave beso en los labios. Ella sacó la lengua y
yo la mía, y esta vez fue más cachonda, más feroz. Me empezó a morder el
cuello y yo movía mi cabeza para lamerle las orejas: a veces llegaba,
otras ella me poseía.
Me saqué la remera y quedé en corpiño. Le saqué
la blusa y ella sola se sacó el corpiño. No era muy pechugona, y yo
tampoco: mis pechos son más llamativos por la dureza y robustez de mis
pezones rosados. Sus pezones eran más pequeños, pero muy sensuales, y de
inmediato bajé a comerlos, mientras ella me desabrochaba el corpiño. Me
empezó a frotar circularmente los pezones y me encantó: nunca había
estado con una mujer que dijera que no le gustaran las mujeres.
Realmente era una sorpresa cada uno de sus movimientos.
Mientras
lamía sus pezones mi saliva salvaje goteaba en los pantalones de mi
amiga. Ella lo notó y empezó a frotarse esa zona, tan cerca del clítoris
que en poco tiempo se convirtió en una masturbación.
Me hubiera
gustado más estar en la cama, pero ese sofá estaba bien. Lo único,
necesitaba ir a buscar mis juguetes, así que interrumpí el acto y salí a
buscarlos: agarré dos vibradores, aceite, y me calcé una tanga bien
perversa, negra. Para esto me saqué el pantalón y me dejé las medias
rayadas puestas. Así, descalza y con las cosas en la mano, fui al sofá.
Mientras me acercaba escuchaba gemidos, así que me apresuré y encontré a
mi chica totalmente desnuda, tocándose con una mano el clítoris y con
la otra los pechos.
Sin que me percibiera, le eché algo de aceite por
el cuerpo. Me miró muy provocadora, con una mirada muy sensual y algo
maliciosa. Se frotó el aceite en todo lugar donde pudo y me dijo que
pusiera mi cuerpo sobre el de ella.
Así lo hice, y nos embadurnamos
las dos de aceite: toda mi pancita con la de ella, friccionando, dando
más y más calor. Los pezones se rozaban constantemente, y en cada roce
gozábamos, gemíamos despacito.
Agarré el vibrador, lo encendí y lo
puse entre nuestras piernas. Ella misma lo movió de lugar y lo puso
entre los clítoris. Nos empezamos a mover la pelvis convulsivamente
intentando llegar a fregarnos con el juguete. Mientras, nos besábamos:
¡era un enchastre!
Fui yo la que agarró el vibrador y se lo empecé a
introducir. Ella gimió con los ojos cerrados y mordiéndose el labio
inferior, sonrosada.
Descubrí que estaba depilada por completo y
justo a un costado de la pelvis tenía el tatuaje de un trébol. Me
calientan los tatuajes, y tenía una sorpresa para ella.
Le guié la
mano para que ella misma manejara el vibrador, y yo me levanté,
poniéndole su boca en mi vientre, dejándola que me lamiera. Poco a poco
empezó a bajar, o yo a subir… me descorrí la bombacha y ahí descubrió mi
piercing en uno de los labios vaginales. Me miró con picardía y yo me
sonreí, también, con algo de maldad.
Jugó con mi aro como por 15
minutos, y a ninguna de las dos nos pareció mucho tiempo. Ella seguía
metiendo y sacando el vibrador, pero de repente agarró de la mesa el
segundo vibrador, que era más grueso. Me dio el que tenía puesto y se
introdujo el otro sin decir una palabra.
Yo me arrodillé hasta dejar
mi cara en frente de su mirada. Empecé a chupar el vibrador recién
usado, mientras ella me miraba totalmente fuera de sí, excitada:
estiraba la lengua, mirando el aparato, como pidiéndome por favor que se
lo acerque a la boca, y así lo hice. Ahora éramos dos bocas en el
vibrador, lamiéndolo y lamiéndonos las lenguas, las bocas. Se lo
introduje hasta la garganta, y hasta el fondo no tuvo ningún problema;
era mi turno y la imité hasta donde pude.
Mi compañerita agarró el
vibrador y me dijo que me pare y me diera vuelta. Obedecí y me lo metió
en la vagina, una y otra y otra vez… quería que ella gozara como yo, así
que fui en busca del otro vibrador, que ella tenía, y me llevé la
sorpresa de que lo traía puesto en el ano. Se lo saqué de las manos y
empecé a bombear yo misma, mientras recibía mi propia y merecida dosis.
Se
la empecé a chupar, sin sacarle el juguetito de la cola. Ella me agarró
de la cintura y me llevó la pelvis a su boca, quedando las dos como un
lindo 69. Ella me chupaba y me cogía con el aparato, y yo la chupaba y
la culeaba con el mío: “…Si… ¡¡Ahh… ahh... !! qué perra… ¡¡qué perra!!” pensaba yo, “Mmm..! ¡qué bien que aprende esta putita, por favor! ¡Qué manito!”.
Ella no dijo una sola palabra, hasta último momento, que empezó a gemir: “Ay... ¡Ay! ¡Acabo! ¡Acabo! ¡Acabemos juntas mi amor!”… y como no había nada que quisiera más que acabar en ese momento, le respondí “Dale perrita… chupala así, chupala así…”, refregando mi vagina en su boca, y ella con la lengua afuera, apenas respirando, con ansiedad: “Dale que… ¡Aaayy..! ¡¡ahí voy!!”.- “Me voy con vos, dale, ¡¡si!!”….
Acabamos.
Nos quedamos un buen rato en esa posición, hasta que me levanté y me
acosté a su lado. Le confesé que había sido la mejor amante de las
últimas semanas, y que me sorprendía. Ella me dijo que prefería ni
pensar en lo mucho que le había gustado, y que mantengamos el contacto.
Es el día de hoy que mi amigo no sospecha de nada…
Lesbianas disfrutan chuparse el culo
Posteado en Bisexual , Confesiones , Lesbianas en por Esperanza
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