La tarde se acerca a su fin y los
débiles rayos de sol que iluminan las oficinas lo hacen cada vez más
tenuemente, por lo que la figura solitaria que se mueve entre los
escritorios más se asemeja a una visión fantasmagórica. Es la señora del
aseo, que con un gesto de disgusto, empieza a despejar de vasos, platos
y copas la gran mesa de la sala de directorio, que quedaron como
recuerdo de la celebración que se hiciera antes de su llegada. Toma unas
botellas de vino a medio usar y comprueba que son de aquellas de
calidad, de las que ella nunca ha probado antes. Piensa que debe costar
por lo menos veinte dólares cada una. Cuando va a vaciar una de estas,
no resiste la tentación de probar el mosto, sirviéndose en una de las
copas y queda impresionada con el sabor y el cuerpo del líquido, un
merlot como nunca había degustado antes. Sigue con su labor de limpieza y
se encuentra con una botella de carmenere y decide probarlo también.
Siempre ha tenido debilidad por esta cepa tan exclusiva y recientemente
redescubierta, pero nunca antes había tomado un vino tan caro.
Cuando termina con los restos de la
celebración y empieza con el aseo propiamente tal, siente que un leve
mareo la invade y se reprocha haberse tomado esas dos copas. Pero
continúa su labor, a pesar de los efectos del vino en su cuerpo, a pesar
del sopor que la invade.
La tarde se retira tímidamente y da paso
a la oscuridad. La señora Claudia prende algunas luces y sigue su
labor, en medio de un ambiente silencioso que más la invita a dormitar
que a trabajar.
Afortunadamente quedan pocas
oficinas. Esas copas terminaron por marearme. Realmente me siento mal.
Al parecer la fiesta estuvo muy buena, pero a fin de cuentas significa
más trabajo para mí, ya que aparte del aseo normal tengo que limpiar
los escritorios de los vasos y platos que quedaron tirados por todas
partes. Harto cochina y desconsiderada esta gente, que no se preocupan
ni les interesa ser un poco consideradas con una, por lo menos ordenando
un poco todo lo que desordenaron. Pudieron por lo menos haber retirado
los utensilios que usaron para no darme más trabajo, pero parece que
estaban apurados para seguir la fiesta en otra parte y la pobre Claudia
tiene que dejar todo reluciente para que el próximo lunes no haya rastro
alguno de la celebración. ¿Qué celebrarían? Algún cumpleaños, me
imagino. Claro, y como todos deben haber terminado medio chispeados, van
a otro lado para terminar de emborracharse y probablemente más de
alguna pareja se irá a un hotel, sin que los demás sepan. Porque estoy
segura que muchas de las señoras tan damitas, serias y compuestas deben
follar como putas con sus compañeros ¿Con quién lo hará don Salvador? Me
gusta don Salvador. Es bien apuesto. Y tan educadito. Aunque más de
alguna vez, cuando se queda trabajando hasta tarde, lo he visto mirarme
las piernas. Bueno, mis piernas están muy bien todavía. Para una mujer
de 39 años, están muy bien. Diría que mucho mejores que las piernas de
muchas de las mujeres de esta oficina. Me he fijado que muchos
caballeros se quedan viéndomelas. Pero don Salvador es el más disimulado
de todos, aunque me he dado cuenta que no pierde oportunidad de
mirarlas. Sería al único al que le daría la pasada para cosas mayores.
Me gusta don Salvador. ¿Será tan educadito en la cama? ¿O será como
Mario? No creo que sea como mi viejo, que me la mete un par de veces,
acaba y se da vuelta para dormir, sin preocuparse si quedo mirando al
techo, con todas las ganas? ¿Serán así todos los hombres? Esos que he
visto en las páginas porno de internet parece que se preocupan mucho de
su pareja, hasta que ella queda agotada de tanto acabar. Ellas sí que
deben pasarlo bien y no como a mí, que me follan y me dejan botada, sin
preocuparse de hacerme acabar. Uff, el mareo no se me pasa y aún no
termino. No debí tomarme la segunda copa, si no estoy acostumbrada, pero
era tan rico el vino. Y todo por la rabia que me produce Mario, con su
manera tan egoísta de comportarse en la cama, sino no me habría tomado
esa segunda copa. A este cabrón le voy a poner los cuernos en el momento
menos pensado. No me faltan oportunidades para ello. Podría follar las
veces que quiera, pero para el desgraciado pareciera que no existo. Un
día de estos me voy a dejar meter mano y va a ver. Y hay varios
candidatos que están esperando la oportunidad para darme sus porongas.
Como el junior del cuarto piso, que llega a salivar de deseo cuando me
ve pasar. Me gusta contornearme para que me vea y quede caliente conmigo
y ponga esa cara de cordero degollado ¿Cómo será si lo dejo hacer? Tal
vez me tiraría tras una puerta y me lo metería salvajemente, lo que
sería parecido a lo de Mario, pero más salvaje. Pero no, sería más de lo
mismo. O don Eduardo, el Contador, que me ha hecho insinuaciones un par
de veces. Probablemente me llevaría a un motel, donde probablemente lo
que más logre será que se le pare un poco, pues no creo que la tenga
grande como para que me deje satisfecha. No, no es del tipo que me
gusta, y estoy segura que debe ser malo en la cama. No, si al final de
cuentas al único que se lo soltaría sería a don Salvador, pero es
demasiado recatado como para intentar algo. Supiera que le tiraría las
bragas a la primera insinuación. Mijito rico, me lo comería encantada,
aunque su polla no sea una maravilla. Vale la pena revolcarse con
alguien que realmente te atrae. Y él me gusta mucho, mijito.
Sumida en sus pensamientos, continúa su
labor, pasando de oficina en oficina, las que deja relucientes para la
próxima jornada. Su trabajo lo hace mecánicamente, lo que le ayuda a
continuar divagando mientras cumple su labor.
Ufa, nunca más vuelvo a tomar tanto.
Y con el trabajo extra que me dieron ahora con lo de la fiesta, me
siento morir de cansancio. Menos mal que queda solamente la oficina de
don Salvador solamente y podré irme. Vamos a limpiar el escritorio de
mijito. El pobre ni imagina que le entregaría mi cuerpo de inmediato si
me lo pide. Pero es tan compuestito. Tal vez por eso me gusta tanto,
porque sería como violarlo, con lo decentito que es. Se parece al primer
hombre que tuve, el que me desvirgó en un auto, en una arboleda, hace
ya tantos años. Creí que era única para él y le entregue lo más preciado
que tenía, mi virginidad, pero cuando lo vi intentando conquistar a mi
hermanita me di cuenta que yo no significaba nada para él. Era una más
en su colección. Y el resto de los hombres, todos fueron por el estilo,
incluyendo a mi viejo, que los primeros años de casados me hizo sentir
una princesa, pero después llegó la rutina y se olvidó completamente de
mí como mujer. Ahora solo sirvo para hacer las cosas en la casa y en las
noches me usa para desahogarse cuando tiene ganas. Y no digamos que es
muy seguido. Y para peor los deseos le vienen por lo general cuando está
medio borracho. Bueno, como estoy ahora. ¿Será que el licor hace que
una se caliente? No sé, pero ando como una brasa de carbón. Y era que
no, si hace tantos meses que no sé lo que es acabar, a menos que lo haga
con mis dedos, como cuando Mario me ha follado y yo quedo a medio morir
y me voy al baño para terminar la tarea que este desgraciado dejó a
medio hacer. Pero pajearse no se compara con tener un buen follón. Ah,
qué tiempo que no sé lo que es culiar como la gente. ¿Cuánto tiempo hace
desde que me pegué un buen follón? Ya ni me acuerdo cuando me hicieron
ver las estrellas. Era rica la sensación. Mmmmm
Un ruido atrapa su atención e interrumpe sus pensamientos, deteniéndose ante la puerta de la última oficina que le queda por limpiar. De ahí viene el ruido.
¿Qué es ese ruido? ¿Hay alguien en
la oficina de don Salvador? ¿Cómo no me di cuenta antes? Parece que voy a
tener que esperar a que termine para poder acabar el trabajo. Y con los
deseos que tengo de irme a dormir a la casa. Es esa copa de más. No
debí tomarla. ¿Y si le digo que estoy aquí para que me permita terminar
el aseo? A lo mejor me deja arreglar su oficina y así puedo irme. Pero
¿si se da cuenta que tengo olor a trago? Qué vergüenza. Pero el también
debe haber tomado sus copas en la fiesta, así que no creo que se de
cuenta de que yo ando con olor a licor. ¿Y si no? Qué dilema.
Al acercarse a la puerta entreabierta de
la oficina, presta atención al ruido que procede de adentro. Le parece
conocido ese es chas, chas que llega a sus oídos.
Qué extraño, ese ruido lo conozco.
¡Pero claro!, es igual al que hace mi hijo cuando se la está cascando.
Sí, recuerdo la primera vez que lo sentí y lo ví por la cerradura de la
puerta como se estaba machacando la verga. Un buen pedazo de instrumento
se gasta mi niño. Y siempre que escuchaba ese ruido sabía que estaba
dándole duro a la paja. Y cada vez lo hace con más frecuencia, por lo
que lo dejo tranquilo en sus cosas, aunque no niego que me caliento
escuchar ese ruidito. Y mi viejo, cuando está en internet visitando sus
páginas porno, creyendo que estoy dormida, se lo saca y empieza a
pajearse. El mismo ruido, chas chas, aunque más sordo. Ese el mismo
ruido. Sí, alguien se está haciendo la macana ahí dentro. ¿Quién será?
Movida por la curiosidad y envalentonada
por las copas en el cuerpo, la mujer se acerca con sigilo, tratando de
no delatar su presencia, a espiar a través de la puerta entreabierta.
Poco a poco asoma su cabeza y se encuentra con un hombre que, con los
ojos cerrados, está gozando con su verga al aire, que mueve con
lentitud, como queriendo alargar el gozo que está sintiendo.
¡Pero si es don Salvador! ¡Qué
manera de cascársela! Y se nota que está gozando como chino, con sus
ojos cerrados, pensando quizás en qué cosa. Guauuu, qué pedazo de polla
se gasta, esa sí que es polla. La de mi viejo no tiene nada que hacer
aquí, don Salvador le da cancha, tiro y lado con ese pedazote de carne. Y
cómo la mueve. Mmmmm, se ve apetitosa, con su forro subiendo y bajando.
¡Qué cabeza! Y esas venas, parece que fueran a reventar. Y se nota que
está feliz subiendo su mano por el tronco. Qué ganas de estar
acariciándosela. O chupándosela. Qué pedazo de pico se gasta este
caballero. Y yo que pensaba que estos caballeros elegantes tenían un
instrumento chiquito. No, el de este señor es toda una verga, una señora
polla. Podría hacer feliz a la mujer más exigente. Mmmmm. Me calienta
ver cómo se la mueve. La entrepierna la tengo mojada con solo verlo como
se pajea. Tan rica que se ve esa poronga. Realmente tengo mojada mi
cosita y la mano está toda mojada también, pero no puedo dejar de
tocarme. Mientras no me pille que lo estoy espiando, puedo hacerme una
pajita también, viendo este espectáculo. Mmmmm, debe ser rico chupar ese
nabo o tenerlo dentro. Siiiiiiiiii. Qué caliente que estoy. Qué paja,
qué paja me estoy dando viéndolo como se pajea. Aghhhhhhhh
Señora Claudia, ¿por qué no lo prueba?
Abrió los ojos y lo vio frente a ella.
Con su verga en la mano, completamente erecta, ofreciéndosela, y ella
afirmada contra la puerta, sus piernas abiertas y un mano perdida entre
sus muslos, haciéndose una paja frenética con dos dedos. Estaba tan
entusiasmada en su paja que no se había dado cuenta que en su afán de
buscar su propio orgasmo se había afirmado en el quicio de entrada y
había delatado su presencia.
¿Qué podía decir en mi defensa? El
se estaba pajeando y yo haciendo lo mismo mientras lo espiaba. Negarlo
habría sido una idiotez. Estoy caliente y el también. Y me está
ofreciendo ese tremendo bocado para que lo disfrute. Sería una imbécil
si dijera que no. Y este licor en la cabeza que me envalentona para
tirarme a la piscina con mijito rico.
Sin decir nada, la señora Claudia saca
su mano de entre sus piernas y se acerca, dispuesta a lo que el quiera.
El la toma de los hombros y la deja en la alfombra.
Sáquese las bragas
Ella se las saca y él se acuesto sobre
ella, pero con la cabeza sobre la entre pierna de la señora Claudia, que
las abre dispuesta a lo que él quiera. Y lo que él quiere es un 69,
probar su vulva, que en esos momentos está completamente encharcada por
la paja que se estaba dando en la puerta de la oficina mientras lo
espiaba.
La tremenda verga de don Salvador ahora
está encima de su boca, con sus venas hinchadas y una cabeza que no sabe
si podrá meter en su boca, pero es solamente una idea ya que abre sus
labios y ve como el tronco empieza a entrar. Ella traga con avidez,
feliz de tener ese pedazo de carne para ella sola. Se aplica a darle la
mejor que mamada que pudieran haberle dado. Quiere que sienta que ella
es la mejor mamadora de vergas de todas, que después que suelte su pico
sienta que nadie más podría darle el gusto que ella le está dando. La
cabeza golpea su el fondo de su garganta y retrocede, hasta casi salir,
pues sus labios se cierran y no le permite a la cabeza emerger de su
boca. Y vuelve a tragárselo todo, en un movimiento pausado que hace que
don Salvador empiece a gemir por el goce que le está dando la señora de
la limpieza.
Mmmmm, ricaaaaaaaaaa. Asiiiiiiiiiiii, siiiiiiiiiii
El, en tanto, besa con fruición la vulva
de la señora Claudia, de la que mana líquido debido a la excitación que
la domina. Está feliz al comprobar que la mujercita es mucho más
exquisita de lo que imaginaba. Sus piernas son realmente bien formadas,
tal como pensaba. Y sus muslos son todo un poema. Para qué decir su
cintura, tan bien formada. Y esos senos, duros aún. Mmmm, esta es toda
una hembra. ¿Cómo no se había fijado bien en ella antes? Y cómo chupa,
como mama, mamacita. Esta es toda una hembra. Es todo un descubrimiento.
El saca su verga de la boca de la señora Claudia, abandona su vulva y se levanta.
Afírmese contra el escritorio.
Ella obedece sin decir palabra.
Mmmm, quiere probar mi culito. Me
salió degenerado el caballero. Pero el tiene permiso para incursionar
por donde quiera, aunque no sé si lo resista por ahí.
El lleva su verga a las nalgas y la mete
entre ellas, en busca de los labios vaginales de la señora Claudia, que
la recibe feliz de que se la meta por ahí y no por atrás. Es un pedazo
de carne demasiado grande y grueso como para que su culo lo resista.
Con la verga hundida en su vulva, ella
siente que sus tetas son tomadas entre un par de manos ansiosas, que
empiezan a amasarlas con fuerza.
Ricoooooooo
Siiiiiiiiiiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiii
Mijitaaaaaaaaaaaaaa, ricaaaaaaaaaaa
Don Salvador, ricooooooooo
Muevete Claudia, muévete
¿Asi?
Siiiiii, mijita
Salvaje, es un salvaje don Salvador
¿Te gusta que sea un salvaje?
Siiiiiiiiiiiiii. Me encantaaaaaaaaaa
Toma, tomaaaaaaaa
Aghhhhh, mijitooooooooooooo
Asiiiiiiiiiiiii, Claudiaiiiiiiiiiiiiiiii
Aghhhhhhhhhhhhhhh, yaaaaaaaaaaa
Mijitaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ella sintió que las piernas le fallaban y casi cae cuando le llega el orgasmo, un orgasmo como hacía mucho tiempo no tenía. Ah, si Mario pudiera hacerla gozar así.
Ni cuando estaban recién casados ella había tenido un orgasmo como
este. Si casi se desmaya de gusto. Qué pedazo de polla le habían metido y
cómo la usaba ese animal. Un verdadero salvaje para follar, lo que ella
siempre había deseado.
¿Le gustó?
Fue increíble, don Salvador
¿Puedo confesarle algo?
¿Qué cosa?
Cuando me pilló pajeándome lo estaba haciendo para que usted cayera. Y cayó.
Qué es malo usted. ¿Y si yo no caía?
Estaba seguro, pues en la cara se le nota que es una mujer insatisfecha
Pero eso no significa que diga bueno
Sí, pero sabía que diría sí
¿Por qué?
Porque hace tiempo que la observo. Y usted es una mujer ardiente e insatisfecha.
¿Cómo se dio cuenta?
Tiene cara de caliente y no puede evitar mirar los bultos de los hombres
¿En serio miro los bultos de los hombres? No creo. Está equivocado
Bueno, a decir verdad solamente mi bulto
Si, lo reconozco.
¿Ve? Sabía que podríamos hacerlo. Por eso me quedé solo en la oficina y la tenté haciéndome una paja.
Es un bandido usted
Si, pero valía la pena, con una hermosa mujer como usted.
Bueno, creo que debo terminar mi trabajo
¿Cuánto tiempo le queda?
Como quince minutos, creo.
La espero y nos vamos a seguir esto a un motel. ¿Le parece?
Por mi, encantada.
La espero entonces.
La señora Claudia terminó el aseo de la
oficina y bajó al subterráneo donde la esperaba don Salvador en su auto,
con el motor andando.
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