Todo comenzó hace unos 2 años, cuando a mi viejo se lo veía muy abatido, de
a ratos irascible, varias veces le pregunté que le pasaba y siempre lo
mismo, “problemas míos”.
Su trabajo de representante de una importante empresa radicada en
Buenos Aires lo hacía viajar bastante, y quedarse por varios días en esa
metrópoli. En mi casa nunca faltó nada, es más todos sus esfuerzos de
veía reflejados en regalos para toda la familia, buenas vacaciones, sin
demasiados lujos, pero siempre nos dio un muy buen pasar. Esto sumado a
que mi madre era directora de una escuela secundaria, nos permitía
tener nuestra casa de fin de semana en una cercana villa cordillerana.
Yo estaba con mis 21 años recién cumplidos, por lo que estrenaba mi
emancipación, genéticamente en mi familia somos de gran porte 1,90, tez
clara y pelo claro. Siempre fui más bien reservado, y algo tímido se
podría decir, nunca me lanzaba por una mujer si no estaba seguro de que
me fuera a ir bien.
Cierto día mi viejo llega de viaje más abatido que en los
anteriores, se le notaba que había estado llorando. Lo paré en seco y
nos sentamos en el sofá del comedor, le pregunté nuevamente que le
pasaba, si estaba enfermo, si tenía problemas con el trabajo,
ofreciéndole, yo suplirlo en la medida que se pudiera.
Fue ahí donde me enteré que durante muchísimos años había tenido una
segunda mujer, de la cual había nacido Johana. A mi esto me calló como
un balde de agua fría, siempre fui hijo único, y de repente tenía una
hermana; también me comentó que Raquel la madre de esta niña, estaba muy
enferma y decidió viajar al extranjero, para pasar los últimos momentos
con su familia, a los cuales, por su religiosidad, no iban a aceptar a
su hija extramatrimonial. Fue así como entre los dos le comentamos a mi
madre, la que puso el grito en el cielo, estuvo casi una semana sin
hablarnos, a mi padre por la infidelidad de tantos años y a mí por creer
que lo sabía y lo cubría en sus deslices.
Fue un martes cuando me senté frente a mi madre y casi a los gritos
le pedí un poco de comprensión, que Johana estaba sola y que quiéralo o
no, era familia. Ahí mi madre se ablandó, un poco por lo menos y volvió a
hablarle a mi padre.
El jueves por la tarde, llegó mi padre acompañado de una hermosa
señorita, muy delicada en sus facciones, lo primero que me impactó fue
el celeste casi azul de sus ojos, enmarcados por una abundante cabellera
negra, realmente no me fijé en el físico, era mi hermana y ningún
pensamiento obsceno se me cruzó por la cabeza.
Mi madre un tanto reticente a entablar conversación, escuchaba
atentamente los comentarios de Johana, que muy agradecida se ofrecía a
ayudar en los quehaceres de la casa. Resulto ser una mujer muy
respetuosa, hacendosa y compañera. No hace falta decir que con pequeñas
actitudes a se compró a mi madre, la que la acepto como una hija más, mi
viejo estaba feliz, se había sacado un gran peso de encima. Johana,
siguió con sus estudios de abogacía, no hace falta decir que siempre
habían buitres rondándole, queriendo llevarla a casa, invitándola a
salir; a mi me resultaba extraño que nunca aceptara salir con nadie,
siempre rodeada de amigas pero de novios nada.
Cierto fin de semana, la invité a salir a bailar conmigo, yo iba de
ligue, ella se vistió despampanante, una minifalda plateada, un corsé
negro que dejaban ver la voluptuosidad de sus pechos, y unas botas
haciendo juego. Cuando la vi me quedé petrificado, con la boca abierta.
Ella toda pícara pasa a mi lado y me dice: “hermanito, pareciera que
nunca viste a una chica”. Esto me hizo salir de mis cavilaciones y
decirle que estaba espectacular. Salimos de casa y yo todo caballeroso,
le abrí la puerta del auto y nos encaminamos al boliche.
Apenas entramos Johana se robó todas las miradas, algunos no se
cuidaban y la desnudaban con la mirada, fue ahí cuando Johana se tomó de
mi brazo y se acurrucó contra mí, instintivamente llevé mi brazo hacia
la cintura.
Johana pese a haberse criado en Buenos Aires, era una chica muy
recatada, que no le gustaban ciertas actitudes de los varones hacia
ella. Estábamos en la barra del boliche tomando, yo gaseosa porque
manejo y ella un daiquiri, siempre tomados de la mano para espantar a
los buitres, cuando me lleva a la pista y nos ponemos a bailar, el
gentió era tremendo, asi que nos rozábamos casi permanentemente, me dice
al oído que el pibe que esta a sus espaldas le está tocando el culo,
sin pensarlo le increpé y queriéndose hacer el malo, me tiro una
trompada, la que esquivé de milagro y con un rotundo derechazo lo dejé
en el suelo.
La seguridad del boliche no se hizo esperar, nos preguntó que pasaba
y varios presentes le comentaron, por lo que me pidieron que me fuera,
al otro pibe lo sacaron a patadas. Durante el viaje de regreso, Johana
no hablaba, se la notaba triste.
Yo - ¿Qué pasa hermanita?
J – es que te arruiné la noche
Yo – no, nada que ver, el que nos la arruinó fue ese desubicado.
J – Gracias por cuidarme hermanito
Ese “hermanito” fue tan sensual que mi pene reaccionó dentro de mis
pantalones, llegamos a casa y cada uno a su cuarto, a la mañana
siguiente, mi madre me dice que se van a la cabaña, que llegan de noche.
Johana perdía de ir a la montaña, supuse que me quedaba solo. Cerca del
mediodía me desperté y me fui derecho a la ducha, después de un baño
reparador, salí desnudo, secándome el pelo, grande fue mi sorpresa
cuando me saque la toalla de la cabeza, ahí estaba mi inocente hermanita
mirándome, sin perder detalle de toda mi anatomía. Avergonzado me tape
como pude y corrí a mi cuarto. A los minutos tocaron la puerta, vestido
solo con unos boxers abrí, Johana aún estaba con la remerita fina que
usa para dormir, me quedé embobado mirándole los senos, los pezones se
adivinaban bajo la tela, ella lo notó y mirando al suelo, hizo el ademan
a taparse.
Le pedí disculpas por no haberme tapado cuando salí del baño, ella
sonriendo, minimizó el asunto, Con la mirada baja, no sabía cómo iniciar
la conversación que nos cambiaría la vida.
Yo – johy ¿Qué te pasa? Te noto rara desde hace algunos días
J – lo que me pasa es muy complicado, no sé cómo explicarme.
Johana levantando la mirada, clavó sus ojos en los míos, y fue ahí
cuando entendí todo, y descubrí que estaba tan enamorado de mi media
hermana como ella lo estaba de mí. No hicieron falta más palabras, me
acerque y la besé. Sentía sus pezones erectos contra mi pecho, mis manos
viajaban por toda su espalda, hasta que no lo resistí más y las baje a
su hermoso y duro trasero. Ella gimió en mi boca, lo que me dio libre
acceso a seguir tocando hasta el último rincón de ese cuerpo ofrecido.
Caímos en la cama, ella abajo mío, yo me ubique entre sus piernas,
todo eran besos y caricias, mis labios volaban de sus labios a su
cuello, Johana entregada se dejaba hacer, levanté la fina remerita y por
primera vez vi esos pechos que tanto me llamaron la atención desde que
llegó. Estos no quedaron fuera de mis caricias, iba de uno al otro,
tratando de poner los pezones lo más duro que pudieran estar.
Mi pene estaba a reventar, suavemente hacía movimientos copulatorios
sobre mi hermanita que cada vez gemía más fuerte, sintiendo mi dureza
sobre su inexplorada conchita. Bajé una mano y se coló dentro de su
bombacha, la que sin ser tanga, era muy sugerente. Me encontré con un
ensortijado vello púbico, prolijamente recortado, digamos que no era una
selva, pero tampoco un bebé; seguí y llegué al comienzo de su rajita,
cuando sintió mis dedo acariciando la zona, se retorció y tuvo un
orgasmo, se mordía el labio para no gritar, pero los gemidos delataban
su gozo.
Reptando sobre su cuerpo, me deshice de la bombacha de mi hermana, y
sin decirle nada le pasé la lengua por la mojadísima hendidura, ella
dio un respingo, pero no se quejó, seguí, entreteniéndome en arponearle
el clítoris, lo que se convertía en gemidos de placer reprimidos.
Dejé lo que estaba haciendo y mirándola a los ojos le dije que
estábamos solos, que no se preocupara por exteriorizar el placer, me
excita de sobre manera escuchar a una mujer aullar de placer. No se lo
tuve que repetir, los gemidos se convirtieron en gritos de placer,
hasta que un nuevo orgasmo nacía desde su columna vertebral hasta mi
boca, la que se llenó de sus flujos. Johana agarrándome del pelo,
apretaba mi cara contra su vulva, se retorcía, respiraba agitadamente
con la boca abierta, hasta que la sensibilidad del clítoris la obligó a
separarme.
Me levanté y me saque los boxers y por fin pudo verme la verga, se
sorprendió. No dio fe a sus ojos y su mano recorrió de arriba abajo mi
pene, para cerciorarse de que todo eso era mió.
Pero eso que es ¿Un hueso?... exclamo ingenuamente.
No mi amor, eso es tuyo… le dije besándola risueñamente.
Juan, en serio… ¿vos crees que eso me entre?… dijo preocupada.
Ya veras que si… respondí sonriendo.
Continué besándola, luego sus senos, mis dedos nuevamente incitaban
su conchita, quería que se olvidase de las dimensiones de mi verga. Lo
estaba logrando, Johana gemía y empezaba a pajearme. Es momento me
dije.
Su cuerpo se erizaba. A través de la tibia iluminación de la tele y
de la luz que ingresaba por la ventana la pude apreciar. Era la primera
vez que un hombre la veía así, era bella, sus formas armónicas, sus
gráciles curvas, su tersa y blanca piel. Siempre enfundada en jeans,
nunca pude reconocer que tenía unas bien formadas piernas.
¡Que hermosa eres!... exclame gratamente sorprendido, hasta enamorado diría yo. Quizás ella era mucho premio para mí.
Sonrió por aquel sincero halago, noto en mi voz y tal vez en la
forma en que la veía, que no mentía. El resplandor en su rostro, el
brillo en sus bellos ojos me hizo entender que estaba lista.
Se levanto un poco, sus labios tocaron los míos, con su mano en mi
cuello me atrajo hacia ella. Sin dejar de besarla, johaana
instintivamente abría las piernas para permitirme ubicarme entre ellas.
Ya estaba sobre su cuerpo, acariciando sus cabellos, quizás esperando un
gesto de aprobación que me permitiera iniciar aquel ritual que la
transformaría en mujer.
Te amo… me dijo con voz apasionada.
Una enorme alegría me invadió, ninguna mujer me lo había dicho de una forma tan segura, apasionada, sincera.
Yo también te amo… respondí y en ese momento era cierto.
Fue el gesto de aprobación que esperaba. Ubique mi verga entre sus
húmedos labios vaginales, esto causo un pequeño remezón en su ser. Fui
empujando mi pene y sintiendo como su virgen agujero se iba ensanchando a
mi paso. Ella con mueca de sorpresa aceptaba esta incursión.
Sus brazos ladearon mi torso, quizás para acompañar el ritmo de
ingreso o para retenerlo llegado el momento. Había terminado el corto
recorrido hasta su himen y Johana lo había soportado.
Con un pequeño forcejeo y empuje logre romper su sello virginal,
estaba hecho. Johana lo sintió y mordiéndose los labios callo un quejido
de dolor. Me iba a permitir continuar. Fui hundiendo mi musculosa verga
en su estrecha y tibia intimidad,
Ahhh… ohhh… la escuchaba suspirar quejosamente mientras sus dedos apretaban mis brazos.
Ya, ya casi… le decía, observando su acalorado rostro.
Una forzada sonrisa en medio de su dulce dolor, me hizo saber que lo entendía y lo aprobaba.
Cuando mi verga llego al final de su recorrido, pude sentir como se relajaba su cuerpo.
Ahhh… Uhmmm……gimió ella, me sonó a liberación, después del dolor inicial había algo de satisfacción en esta etapa final.
Sentí como sus paredes se dilataban para hacerme espacio, todo
parecía encajar bien. Sus manos fueron dejando de presionar mis bíceps.
Su gesto de angustia, de dolor fue amainando. Sus mejillas acaloradas,
sus carnosos labios lucían rojizos, húmedos, el brillo en sus ojos eran
una invitación.
La bese, en un tierno beso le agradecí permitirme ser parte de esta
experiencia, ser el primero en disfrutar de ella, de su cuerpo, de su
entrega.
Las manos de Johana dejaron mis brazos, se pasearon por mi espalda
hasta mi cuello, mis cabellos. Los tiernos besos dejaron lugar a los más
apasionados, su lengua y los jadeos que los acompañaban me dieron a
entender que debía proseguir.
Lentamente fue sacando e insertando mi verga nuevamente en su
inexperta conchita. En cada beso iba ahogando un quejido, un gemido.
Sentía sus pechos llenarse de aire y tocar mi tórax producto de su
agitación.
Deje de besarla para permitirle respirar mejor y para apreciar como su cuerpo reaccionaba ante esta nueva experiencia.
Uhmmm… fue el primer tibio suspiro, mezcla de gemido y quejido que le escuche al alejarme de sus labios.
La observe: Su bello rostro sumergido en una mezcla de emociones, el
pausado ir y venir de sus senos. Intente imitar ese armonioso vaivén,
imprimiéndole el mismo ritmo a mis penetraciones.
Ayyy… oummm….
En su rostro un candido reproche por mi accionar. Pero sus iniciales
quejidos se iban transformando en dulces gemidos, suspiros de placer
que me agradecía de cuando en cuando con besos profundos. Veía su cuerpo
estremecerse con mi vigor, segundos, minutos, no sabría decirles, solo
se que lo disfrute, no era solo sexo… estábamos haciendo el amor…
Ahhh… exclamo cuando su ser no pudo aguantar mas esa mezcla de emociones, sentimientos.
Esa energía se irradio en todo su cuerpo, haciendo que lo
contrajera, que sus manos, sus dedos estrujaran mi espalda. Segundos
después derrame mis líquidos en su hasta hace poco virgen cavidad. Un
temblorcillo la recorrió nuevamente.
En sus ojos satisfacción, quizás algo de incredulidad por lo sucedido y la forma en que lo había disfrutado.
Uhmmm… suspiro suavemente, saboreando el último resquicio de orgasmo en su cuerpo.
La bese apasionadamente. Ella me devolvía cariñosamente mis besos,
sentía su respiración aun agitada. Me aparte y sonreía tiernamente. Ya
no era una niña, quizás si en su alma, pero su cuerpo había
experimentado la madurez.
Tras unos minutos observándonos, sonriendo, besándonos, quise
alejarme… debíamos asearnos se hacia tarde, ella me retuvo a su lado.
No, no me dejes… me suplicó.
Tonta, si lo que más quiero es estar a tu lado… le dije.
Después de un rato me permitió desenfundar mi flácido miembro, me
recosté a un lado. Ella me siguió, apoyo su cabeza sobre mi pecho. Una
lagrima se deslizo por su mejilla hasta mi tórax.
Hey ¿Qué paso?... le dije, descubriendo su rostro.
Nada volverá a ser lo mismo… me dijo preocupada.
Comprendía que ya no era una niña, quizás temía que ante mis ojos
ella cambiase, que se perdiera lo bueno de nuestra relación, que solo la
viera como un objeto para satisfacer mis necesidades sexuales.
No… todo será mejor… le dije.
La oscura nube que se había ceñido sobre sus ojos se disipo. Me
regalo una hermosa sonrisa, nuevamente nuestros labios se encontraron.
Este fue el inicio de una gran relación de hermanos.
Mi media hermana era mas puta que mi novia
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