Estaba remoloneando en la cama después
de haber escuchado el despertador sonar por dos veces cuando, otra vez,
unos golpes de nudillo contra la puerta del bungaló me hicieron pegar
un bote y espabilarme del sobresalto.
-Laura, soy Eva, ¿estás despierta? -.
-Si –contesté a voces –ya abro… Estás
cogiendo la fea costumbre de asustarme con tu manera de llamar a la
puerta –le dije entre bostezos una vez que le abrí.
-Es que traigo noticias frescas que te van a animar a que nos vayamos con Miguel y esta gente a echar la mañana en el barco… -.
-¡Ah! ¿Sí? Cuéntame… -.
Eva me contó que había estado hablando
con una amiga suya que le había dado buenas referencias de Elena y
Miguel, que era a quienes conocía, de manera que supusimos que Fernando y
Gabriel también debían ser buena gente. Opté por preparar el desayuno
en casa y dejarnos de cafeterías. Total, la mañana anterior había
cargado la despensa y no estaba dispuesta a llevarme nada de vuelta a
casa. Así que, mientras desayunábamos, nos convencimos mutuamente de
que, pasar el día con nuestros nuevos amigos en un barco, era un plan
que teníamos que aprovechar.
-El móvil de Elena lo tienes tú, ¿no? –me preguntó Eva –llámala y dile que nos apuntamos -.
Después de hablar con ella y decirle que
contaran con nosotras, le pasé a Eva para que le diera a ella las
indicaciones oportunas de dónde quedar. Terminamos de desayunar y
preparé la bolsa de la playa con sus cosas habituales. Eva, de hecho, se
había presentado en el bungaló con la suya lista.
Nos fuimos al pueblo de al lado y,
cuando llegamos, ya estaban los cuatro esperándonos aunque reconocieron,
tras llamarnos tardonas, que también acababan de llegar. En el puerto
nos esperaba un yate alucinante de esos que tienen una cubierta amplia
delante, luego el camarote acristalado que tiene la cocina y el salón y,
otra vez al descubierto, a popa otra cubierta, así como en forma de
terracita. Ya sabéis, de las que son como las patrulleras de la Guardia
Civil… Una pasada.
-¿Y esto? –preguntó Eva alucinada a
Gabriel –Pensaba que anoche estabas exagerando pero ya veo que no… ¿Cómo
tienes tú un yate así? –.
-Yo tengo el titulo de patrón pero el yate no es mío. Es de la empresa de mi padre -.
Mientras embarcábamos y nos lo enseñaba,
Gabriel nos contó por qué la empresa en la que trabaja su padre tiene
un yate y cómo había conseguido disponer de él. Nos cogimos las primeras
cervezas conforme soltamos amarras y comenzamos a salir del puerto.
Todos, menos Gabriel que iba a los mandos, estábamos sentados en la
terracita charlando animadamente sobre el tema de navegar y la ilusión
que nos hacía. Era la primera vez para casi todos, menos para Eva que ya
había vivido antes una experiencia así, pero en una lancha más pequeña.
Cuando quise darme cuenta estábamos en
medio de ninguna parte. En el horizonte se adivinaba la silueta de la
Sierra de Mojácar pero muy pequeñita. Mi primera reacción fue la de
asustarme, me daba miedo sentirme tan lejos de tierra. Pero luego miré
al mar y, poco a poco, me fui tranquilizando. La mar estaba en calma,
soplaba una levísima brisa que no movía siquiera el agua pero que sí que
servía para refrescar la temperatura. Gabriel paró los motores y,
agotando la inercia, el barco termino por detenerse mientras que yo
volvía a la realidad y me mezclaba de nuevo en la conversación.
-Voy al agua pero ya –dijo Miguel entusiasmado.
-Ya te digo! –exclamó Gabriel mientras
salía del interior. Luego, se dirigió a nosotras –Si os queréis dar un
baño y queréis dejar la ropa guardad, podéis dejarla ahí en el camarote
-.
-Ok, gracias –respondimos las tres casi sincronizadas.
Como suele ser habitual, los chicos no
tardaron nada en quitarse las camisetas y tirarse al agua. Nosotras, sin
embargo, nos lo tomamos con algo más de calma. A mí personalmente me
apetecía darme un baño pero, antes de quedarme en bikini al sol, había
que echarse crema y esperar a que la piel la absorbiera. Eva y Elena
debían estar pensando lo mismo seguramente, nosotras somos así.
-No te puedes hacer una idea de lo que le molas a Gabi –me dijo Elena.
-¡¿Qué me estás contando?! –respondí excitada –pero si no nos conocemos… -.
-¿Qué no? Tú no sabes la noche que nos
dio después de iros. No hacía más que repetir que le habías encantado,
que flipaba con la sangre fría con la que habías afrontado la historia
de tu bronca familiar. “Qué coño tiene” decía sin parar -.
Nos echamos a reír las tres.
-Venga ya… ¿Sí? –yo seguía sin dar
crédito a lo que escuchaba, pero me interesaba saberlo porque, las cosas
como son, Gabriel también me había llamado a mí la atención.
-Lo que yo te diga, está encoñao. ¿O es que no te has dado cuenta de cómo te mira y de cómo te está mirando justo ahora? -.
Disimuladamente las tres miramos al agua
en busca de Gabriel. Efectivamente, a pesar de que estaba hablando con
Miguel, no hacía más que mirarme de reojo. ¿Estarían hablando de mí?
Sonreí cuando comprobé que Elena tenía razón.
-¿Es buen tío? –le pregunté.
-Es un cielo –contestó sonriente justo antes de decirme a modo de cuchicheo –¡Y además folla de puta madre! -.
-¿Y tú como lo sabes? –le pregunté con mirada burlona e inquisitoria.
-Pues… Porque me he zumbado a los tres…
-dijo esperando ver nuestra reacción para, después, matizar –pero por
separado y en momentos diferentes de mi vida, cuidadito… -.
Mientras Elena nos contaba por encima
sus tres líos con los chicos, aprovechamos para dejar la ropa en el
camarote y echarnos la crema protectora. Me sorprendió la naturalidad
con la que Elena hablaba de sexo y la complicidad que nos transmitía al
hacernos partícipes de unas confesiones tan íntimas y, dicho sea de
paso, tan simpáticas y hasta divertidas. Me parecían una buena pandilla,
un buen grupo de gente con la que me sentía cómoda. Y, por fin, cuando
la piel absorbió la crema, nos acercamos a la borda para tirarnos al
agua.
-Laura espera –me dijo Gabriel
–comprueba que la escalerilla de popa está echada. Así puedes bajar por
ella si no quieres meterte en el agua de golpe… -.
Me acerqué a la parte de atrás del barco
para comprobarlo y lo estaba. Gabriel se acercó nadando también a la
escalerilla y se quedó en el agua mientras que yo buscaba la manera de
darme la vuelta para empezar a bajar por ella. Cuando por fin la
encontré, miré hacia mis pies para ver los escalones y, entre mis
piernas, vi cómo Gabriel desde el agua se había quedado ensimismado
mirándome el culo.
-mmmmm… Pues sí que está rica, sí… -dije tras meterme hasta el cuello y soltarme de la escalerilla.
-¡Tú sí que estás rica! –bromeó Gabriel -¿A que mola bañarse en altamar? -.
-Me da un poco de yuyu –empecé a responderle –pero, por otro lado, sí que mola, sí… -.
-A mi me encanta –me dijo –es cierto que
el hecho de sentir la inmensidad del mar tan de cerca da un poco de
miedo pero, por otro lado, puedes salir del agua cuando quieras y volver
al barco… Todo es pasar el primer momento. En cuanto te das cuenta de
que no tienes a tu alrededor una playa llena de domingueros y descubres
que estás a salvo en la calma de altamar, llegas a la conclusión de que
preferirías bañarte así siempre que pudieras… -.
Cerré los ojos y me hice la muerta
intentando encontrar esa sensación de seguridad y tranquilidad de la que
hablaba Gabriel y, en cuanto la sentí, el baño cambió por completo y se
convirtió en un remanso de paz e intimidad.
-¡Coño! –exclamé ante la mirada atónita de Gabriel –tienes razón… ¡Qué paz! -.
Y, entonces, abrí los ojos y eché a
nadar dando una vuelta tranquilamente alrededor de todo el barco. Cuando
llegué al punto de partida, en popa junto a la escalerilla, Gabriel
seguía allí.
-Te estaba esperando –me dijo -…por si necesitas ayuda para subir… -.
-Gracias, muy amable –contesté sonriendo.
Me echó la mano al culo para darme un
empujoncito pero lo hizo con gracia, de manera que no me molestó que me
palpara la nalga tan descaradamente. Cuando subimos todos, los chicos se
cogieron otra cerveza y Elena nos propuso a Eva y a mí irnos a la
cubierta de proa para tumbarnos a tomar el sol. Nos pareció bien y
dejamos a los chicos en la bañera con sus risas y sus historias. Una vez
que nos acomodamos las tres, Elena se quedó en topless y se tumbó boca
arriba dispuesta a tostarse un rato.
-De buena gana me quedaba desnuda –empezó a decir Eva –no estoy acostumbrada a tomar el sol con el bikini -.
-¿Por qué no lo haces? –preguntó Elena.
-¡Tía! –exclamó -¿Cómo voy a quedarme en bolas delante de tres tíos a los que apenas conozco? -.
-Pues haciéndolo y punto –sentenció
Elena –¿has visto lo que he tardado yo en quitarme el bikini? Pues no lo
pienses más y haz lo que te apetezca, que somos mayorcitos y sabemos
comportarnos… -.
Las dos miramos a Elena con cara de no
estar convencidas aunque lo cierto es que tenía razón con eso de que ya
éramos mayorcitos. Sin embargo, yo no puedo con eso de que, por estar
desnuda, los tíos me devoren con la mirada. Me siento como… ¿cómo lo
diría yo? ¿Violada? Si, más o menos así se lo expliqué a las chicas…
Quedarse desnuda es lo que tiene, que provocas pensamientos en los demás
que no puedes controlar.
-Así que a mí no me mires –le dije a
continuación a Eva –tu haz lo que quieras pero no esperes que te siga.
Que no me apetece ser la fantasía sexual de nadie… -.
Se hizo momentáneamente el silencio. Eva
debía estar entendiendo mi postura y Elena, que seguía tumbada, estaba a
su bola, pasando por completo de nuestra discusión particular. Sin
embargo, y puesto que pasaban los segundos y ninguna de las dos
tomábamos una decisión ni nos tumbábamos, desnudas o vestidas, Elena no
tuvo más remedio que intervenir de nuevo.
-¡Chicos! –gritó esperando un “¿Qué?”
que llegó enseguida de boca de Miguel -¿Prometéis no comernos con la
mirada ni babosear si decidiéramos quitarnos algo más que la parte de
arriba del bikini? -.
-Por mí tienes mi palabra… Y estos están asintiendo con la cabeza–contestó Miguel.
-Listo –zanjó Elena –ahora ya nos están
imaginando a las tres desnudas y a saber en qué situaciones morbosas
aunque vosotras sigáis con el bikini puesto… Ya podéis hacer lo que os
dé la gana… -y volvió a tumbarse tan pancha boca arriba con los ojos
cerrados dando por finalizada así la controversia.
-¡Tía! –le salté medio en serio medio en broma-¡Qué cabrona eres!... -.
-¿a que sí? –Contestó riendo -¿Qué más
da si te imaginan o si te dejan de imaginar? ¿A ti te apetece quitarte
el bikini? –preguntó mirando a Eva –¡Pues te lo quitas!... Y si tú
–empezó a decirme –no te lo querías quitar solo para no provocar
pensamientos lascivos, deberías recordar que los tíos los tienen tanto
si estamos vestidas como si no lo estamos… En realidad ese tabú es tuyo,
no le eches la mierda a los demás. Vive la vida como te apetezca
vivirla y rompe las barreras que no te gustan… Eso es lo que te trajo a
Mojácar, ¿No? –me sonrió.
-Cabrona… -murmuré apretando los dientes para que me oyera.
Nos reímos, se mascaba el buen rollo en
el ambiente a pesar de la que me acababa de soltar Elena en la cara.
Pero tenía razón… otra vez… Así que las miré a las dos y, acto seguido,
fui la primera en quitarme el bikini. Y digo que fui la primera porque,
justo después de quedarme desnuda y mirar a Eva con cara de “¿Qué
pasa?”, ella también se lo quitó. Y, a la vez, Elena se quitó también la
braguita que aún llevaba puesta.
Muertas de la risa, nos dimos la vuelta y
nos tumbamos boca abajo con los pies apuntando hacia proa y la cabeza
hacia donde estaban los chicos. Elena, que era la que se quedaba tumbada
en el centro, estaba un poco por debajo nuestra de manera que, las
tres, nos veíamos las caras perfectamente.
-Verás tú cuando nos vea cualquiera de estos… -dijo Elena.
-Tía –empecé a decirle -¿No te da ná
estar en bolas con tu novio ahí, que encima sabe que te has pasado por
la piedra a los otros dos? -.
-¿No ves la cara de preocupación que
tengo? –me contestó mientras se reía –No… No me preocupa, ni creo que a
Miguel le preocupe tampoco. Nos conocemos todos desde hace tanto tiempo
que, incluso esas cosas, se recuerdan más como anécdotas de la
adolescencia que como otra cosa. A ver… Que no digo que no tengas razón…
¡Que es que ha sido con los tres! Pero… ¿Cómo te lo diría yo?... A día
de hoy creo que ya no existe ninguna tensión sexual no resuelta ni con
Fer ni con Gabi. Y, obviamente, tampoco existen tensiones con Miguel
porque, si existieran, nos las podríamos quitar follando, que para eso
es mi novio -.
-¡Chicas! –la voz de Miguel nos sacó de nuestra charla de un sobresalto -¿Queréis una cervecita o algo? -.
Me recogí de inmediato para no dejar a
la vista de mi cuerpo nada más que lo necesario mientras que clavaba la
mirada en la cara de Miguel para escudriñar su reacción al vernos. Tal y
como suponía, parpadeó para abrir instantáneamente mucho más los ojos
al vernos desnudas. Supo relajar el gesto enseguida y comportarse de
manera natural. Pero pude ver la sorpresa y la excitación en esa primera
reacción que había tenido. Y no fui la única. Cuando Miguel volvió a
marcharse, no pudimos evitar hablar de ello.
-Le hemos puesto… -dijo Eva entre risas –pero tranquila Elena, que no quiero nada con él… -.
-Ya lo sé, mujer –respondió ella entendiendo la coña.
-Aunque… -Eva tomó aire para llamar
nuestra atención y, a continuación, resopló diciendo –os confieso que me
he puesto cachonda al sentirme observada… -.
Nos reímos. Su cara era un poema.
-¡Tía! –me dijo -¿Qué quieres? Ya sabes que soy de fantasía fácil… -.
Y volvimos a echarnos a reír.
-Nena –le dijo Elena a Eva –Fer te viene
al pelo. Y, por cierto, me apuesto con vosotras lo que queráis a que,
las cervezas, nos las trae Fer -.
-También puede ser Gabriel –dije yo.
-Te digo yo que no, que es Fer ¿Apostamos? -.
Asentí con la cabeza y en qué mala hora
lo hice cuando vi que, efectivamente, Fer aparecía unos segundos después
por cubierta para traernos las cervezas. No se cortó un pelo en
escanearnos a las tres conforme se nos acercaba pero, afortunadamente,
al finalizar volvió a comportarse de una manera natural. Ya eran dos los
chicos que me habían demostrado que podían comportarse de un modo
normal, sin lascivia en la mirada ni babeos ni nada parecido, aunque
estuvieran delante de, no una, sino tres mujeres desnudas a la vez. Así
que, poco a poco, perdí mi vergüenza a la desnudez y superé de esta
manera mi propio tabú.
-Cervecitas para las señoritas –dijo en tono simpático Fer.
-Gracias –respondimos entre sonrisas.
-¿Desean algo más las señoritas? -.
-Nada más –dijo Elena –puede usted retirarse -.
Nos despedimos de él agitando la mano
mientras reíamos dejándole clarito que no nos apetecía que se quedara.
Obviamente, íbamos a hablar de él.
-¿Qué este me viene al pelo? –dijo Eva burlándose de Elena -¿De qué? -.
-Pues, hija mía… -empezó a responderle Elena –acabas de verlo -.
Eva se quedó mirándola con cara de no pillarla, no tenía claro a qué se refería. Y Elena, al verla, se echó a reír.
-¡¿Ves?! Te has quedado pillada lo mismo
que le pasa a él… Jajajjaja… Si es que sois iguales… jajajajajaja…
¿Queréis saber por qué sabía que iba a ser él quien viniera?.Conforme
Miguel le haya dicho a estos que estábamos en bolas Fer habrá
aprovechado el salto para venir a vernos porque Miguel ya nos ha visto y
Gabi no vendrá porque tú –refiriéndose a mí –le molas y no quiere darte
la impresión de ser un baboso. Cosa que a Fer se la suda… -.
-Pues si yo tuviera oportunidad de ver en bolas a un tío que me mola, le vería –pensé.
-Y tú… -me volvió a decir Elena sacándome de mis pensamientos –has perdido una apuesta conmigo… -.
-No entiendo lo que has dicho de Gabriel… Si yo tuviera la oportunidad de ver desnudo a un tío que me mola, no me lo pensaba… -.
-A ver… Lo que le pasa a Gabi es que se
pone nervioso, yo diría que hasta patoso, cuando está cerca de alguien
que le gusta. Así que imagínate lo patoso que podría haberse puesto si
viene y te ve desnuda, ¡Habría sido capaz de tirar las cervezas al agua!
… Lo que le pasa es que se corta mucho por lo nervioso que se pone… -.
-¡Ok! Ahora lo pillo… Ya puedes decirme cuál es el pago de la apuesta… -.
Elena se quedó pensativa durante unos
segundos en los que Eva y yo no le quitamos la vista de encima tratando
de adivinar qué podría estar pensando. Y no resultaba sencillo porque
era casi imposible escudriñarle el gesto. Sin embargo, de repente, Eva
reaccionó.
-¡Ay Dios! –le dijo a Elena -¡Qué cabrona eres! –y se echó a reír.
La miraba perpleja, ansiando saber qué
había pensado. Pero es que Elena, además, la estaba empezando a mirar
como si creyera que, realmente, Eva la había cazado.
-Me parece que a alguien le va a tocar darse un paseíto a la cubierta de popa –dijo Eva por fin.
Se miraron a los ojos e, inmediatamente,
se echaron a reír a carcajadas. Era evidente que Eva la había cazado y
que, la que tendría que ir a darse un paseíto, iba a ser yo.
-¿cuál es la excusa para aparecer por allí? –pregunté.
-Pues… -Elena se quedó pensativa un
instante -…No te apetecerá darte un bañito para refrescarte y utilizar
la escalerilla como excusa, ¿No? -.
-Un chapuzón y salirme sí que me doy –contesté –pero, además, porque me apetece -.
-¿El qué? –preguntó bromeando Eva -¿Darte el chapuzón o que los de ahí detrás te vean desnuda como una sirenita? -.
-¡O las dos cosas! –contesté justo antes de echarnos las tres a reír de nuevo.
-¡mírala! –dijo Elena –La que hace un
rato no quería desnudarse porque los hombres se la comen con la mirada y
ahora va a ir a provocarles… -y volvimos a reírnos.
Escuchar ese comentario hizo que,
instantáneamente, pasara por mi mente todo lo que había vivido desde que
llegué… ¡AYER! A Mojácar. Y esta era la tercera cosa que parecía estar
pasándome demasiado deprisa. Primero lo de masturbarme en la playa junto
a una casi desconocida Eva y comerle la boca, segundo lo de acostarme
con ella y, tercero, lo de pasar de la castidad a la perversión como si
nada.
-Me estoy empezando a dar miedo de mí misma –les dije a las chicas.
Mientras me miraban esperando que
continuara esa frase de alguna manera, lo que hice fui ponerme de pie,
cogerme bien el pelo con la coleta y marcharme a la parte de atrás del
barco. Iba a hacer muchas cosas en un momento y me apetecía hacerlas
todas. Primero, iba a pagar justamente una apuesta perdida. Segundo, iba
a darme un chapuzón para refrescarme. Tercero, me apetecía ver la
reacción de los chicos al verme desnuda. Y, cuarto, me interesaba mucho
conocer la reacción en concreto de Gabriel. Era evidente que, si Elena
tenía razón, se iba a poner patoso y me apetecía ver cómo de patoso se
ponía.
Aparecer por la cubierta de popa fue un
subidón de adrenalina impresionante que también tuvo su puntito de
excitación. Describiros las caras de los chicos al verme sería demasiado
largo, pero lo puedo resumir diciendo que me sentí muy deseada. En
otras circunstancias me abría dado vergüenza una situación así pero, en
ese momento en que me encontraba de exploración interior, lo que hizo
fue darme un subidón de autoestima muy excitante.
Creía que me había echado al perder con
aquello de que había dejado el gimnasio pero, al parecer, no tenía tan
mal cuerpo como yo pensaba si tres chicos me miraban como me miraban
ellos. Y me encantó el gesto de sorpresa, nerviosismo y excitación de
Gabriel. No pudo evitar morderse el labio al verme.
-Voy a darme un chapuzón –les dije en tono despreocupado –que hace un calor… -.
-¡Que te-torras! –exclamó Fer.
-¡Mierda! -Pensé. Fer me la acababa de
“meter doblá”, como se suele decir. Pero, sin embargo, luego me dije -¿Y
qué más da? Es la forma de ser de Fer -con lo que, lo que podía haberme
sentado como una patada en el mismísimo, me pareció simplemente una
broma o, incluso, un piropo al estilo Fer. Empezaba a pensar que
realmente no me conocía a mí misma. Solo así puedo explicar que me
resultara tan natural aceptar cosas que, antes, no habría soportado ni
por asomo.
Así que ahora sí que me creeréis si os
cuento que, lo que iba a ser un chapuzón, terminó siendo un pequeño y
juguetón acto exhibicionista en el agua. Los chicos parecían seguir a lo
suyo pero, en más de una ocasión, les vi mirarme de reojo con interés y
eso empezaba a gustarme.
-¿Está buena? –dijo Fer para disimular en una ocasión que le cacé.
-¿Preguntas o afirmas? –contesté –¡Que
no eres el único que sabe hacer juegos de palabras! Sí. El agua está
buena –le sonreí impidiéndole que volviera a tomarme el pelo.
Fer se hizo el ofendido y giró la cara
para ignorarme y seguir de cháchara con los chicos. Yo seguí a lo mío,
flotando boca arriba en el agua y mirando a cubierta por si volvían a
mirarme. No lo hicieron durante un rato en el que mantuvieron lo que
parecía ser una leve discusión. No sé de qué estarían hablando pero,
desde luego, el tema debía de ser interesante porque los tres se
interrumpían constantemente.
-¡Al agua por San Pedro! –gritó Miguel de repente.
Los chicos dieron un salto como si
tuvieran un resorte en el culo y, de inmediato, se quitaron los
bañadores y saltaron como locos al agua. Al más puro estilo “maricón el
último”, vamos. De hecho conforme fueron saliendo de debajo del agua
inmediatamente se pusieron a buscarse a ver quién era el último en
salir. Y fue Gabriel, que tuvo que soportar las bromas de los otros dos
un buen rato.
Durante ese tiempo parecía como si yo no
estuviese en el agua con ellos porque no me hicieron ni puñetero caso.
Pero lo que sí que pasó fue que Eva y Elena se asomaron a la cubierta de
popa a ver qué estaba pasando y nos encontraron a los cuatro en el
agua. Estos a su bola y yo mirándolas con cara de no entender nada.
Vieron la ropa de los chicos en cubierta y volvieron a mirar
sorprendidas a los chicos. A la par que ellas, busqué a uno de ellos con
la mirada y, al primero que encontré, fue a Gabriel.
-¿Al agua por San Pedro? –pregunté.
-Tonterías nuestras –comenzó a responder –Cuando decimos lo de San Pedro significa que hay que desnudarse… -.
-¿Por qué? -.
-Laura, tía –la voz de Elena nos
interrumpió –que solo tenías que pasar desnuda por delante de ellos, no
hacer que también se desnudaran y se bañaran contigo –y se echó a reír.
¡Ostias es verdad! Se me había olvidado.
Fijaros si me lo estaba pasando bien con mi bañito que ya no me
acordaba de que las chicas estarían esperando que volviera para
contarles qué había pasado. Se me había ido el santo al cielo y, si os
soy sincera, no sabía cuánto tiempo podía haber pasado. Pero, aparte de
devolverme a la realidad y ponerme en evidencia, ese comentario de Elena
provocó también que Gabriel, obviamente, me mirara con cara de sorpresa
y de querer saber de qué estaba hablando Elena.
-Te lo cuento después de que me contestes a lo que te he preguntado –le sonreí.
Fer y Miguel estaban saliendo ya del
agua por la escalerilla de popa cuando fui consciente de que, igual que
antes, lo más probable es que Gabi se quedara en el agua y me invitara a
subir a mi primero para después subir él. Y, claro, si lo hacíamos así
iba a tener una perspectiva espectacular de mi entrepierna. El problema
era que no podía negarme porque antes, cuando llevaba el bikini, había
accedido a subir en ese orden. Así que ahora me tocaba hacer lo mismo si
quería dotar a mi desnudez de un aspecto totalmente natural… Aunque ya
no empezara a tenerlo del todo y estuviera entrando también en juego el
componente sexual.
No me equivoqué y, efectivamente,
Gabriel se quedó en el agua para ayudarme a subir. Esta vez se cortó un
poco más que antes y no me echó la mano al culo para darme el
empujoncito, cosa que agradecí enormemente porque, aunque ya estaba más
sueltecita, aún seguía luchando con mis diablos internos. Pero, como
suponía, sí que le cacé con la mirada fija en mi entrepierna y tratando
de disfrutar eternamente de los pocos segundos en los que iba a tener la
oportunidad de verme el sexo de una manera tan optima. Quise fijarme en
su mirada todo el tiempo que fuera posible pero, inevitablemente, tuve
que alzar la vista para tener control sobre los últimos peldaños y la
cubierta del barco si no quería darme un batacazo monumental y, al
hacerlo, me encontré con Fer y Miguel, también embobados, mirándome las
tetas.
-¡Como si nunca hubierais visto una mujer desnuda! –protestó Elena irónicamente -…A mí, por poner un ejemplo -.
-Si, vale –empezó a responder Fer –pero es que a ti te tenemos ya muy vista -.
Aquí no se andaban con rodeos a la hora
de pegar puyazos, desde luego, con lo que se confirmó que, entre estos
cuatro, había muy buen rollo. Y, automáticamente, no pude por menos que
agradecer el capote que me había echado Elena y reírme con la salida de
Fer que, dicho sea de paso, me relajo mucho y facilitó que mi
incorporación desnuda a cubierta fuera mucho más natural y desenfadada
aunque estuviera refiriéndose a mí como la novedad.
Me sentía cómoda con ellos, integrada
en el grupo, y, por qué no decirlo, un pelín excitada con la situación.
De hecho esperaba ansiosa a que Gabriel saliera del agua para poder
regalarme yo también un poquito la vista con sus encantos.
Gabriel salió detrás de mí y casi me
derrito al verle subir la escalerilla. No solo tenía buen cuerpo sino
que, además, tenía el miembro casi erecto. “Morcillona” que se le suele
decir a ese estado en el que, sin llegar a la erección, sí que es
posible hacerse una idea de las dimensiones que puede alcanzar el
armamento masculino. Y esa que estaba viendo tenía pinta de llegar a
ser, con perdón por la expresión, una pedazo de polla. Gabriel me
empezaba a llamar poderosísimamente la atención… Me apetecía zumbármelo,
vamos.
Elena entró a por bebida para todos y,
no sé si casualmente o con total intención, nos terminamos sentando por
parejas. Eva con Fer, Elena con Miguel y Gabriel conmigo. Gabriel empezó
a contarme qué significaba lo de “al agua por San Pedro”. En resumen
era un grito de guerra que lanzaban cuando querían desfasar un rato y
siempre lo primero que hacían era desnudarse y luego saltar al agua
corriendo. Pero que conste que, la miga de la historia, era tan morbosa
que, mientras me la contaba, no pude evitar mirarle al paquete con el
rabillo del ojo más de una vez y repasar todo su cuerpo con la mirada.
¡Qué bueno estaba!
La conversación pasó pronto a ser del
grupo y no solo nuestra. Todos escuchaban a Gabriel y participaban de la
charla añadiendo detalles, con lo que al final, terminaron por contar
toda la historia. ¡Y resulta que menuda orgía se montaron estos tres con
las hippies de una playa de por aquí que se llama la Cala de San Pedro!
-¿Y eso de que lo que tenías que hacer era pasar desnuda de que iba?... –me preguntó Gabriel.
-Una apuesta que he perdido con Elena
–empecé a contestarle –como me daba corte que la gente me viera desnuda
se ha aprovechado y se ha cobrado la apuesta haciéndome pasar desnuda
por entre vosotros -.
-¡Pero bien que te apetecía! –se rió Elena.
Gabriel se atragantó con un sorbo que le
estaba dando a su cerveza y nos echamos a reír. Al ir a dejar la lata
sobre la mesa la dejó mal y se le cayó al suelo y ahí ya sí que nos
crujíamos. ¡Estaba patoso! A saber qué se le había pasado por la cabeza
sobre mí al hacer Elena ese comentario. No podíamos parar de reír y
terminé por apoyar mi mano sobre el muslo de Gabriel mientras trataba de
recuperar la respiración. No le di importancia de primeras pero,
conforme esa polla comenzó a crecer hasta ponerse como se puso, no pude
evitar mirar a las chicas y terminar de partirnos la caja a carcajadas.
-¡Ay! Gabriel, perdona… -empecé a decirle.
-¿Por qué me llamas Gabriel si todos me dicen Gabi? -.
-Porque no tengo confianza suficiente contigo como para llamarte así -.
-¿Seguro? ¡¿Tú te estás viendo?! –me dijo Elena.
Sentados juntos y desnudos, con mi mano
apoyada en su muslo cerca de la polla, compartiendo risas y hablando de
sexo. Elena tenía razón, ya era hora de empezar a llamarle Gabi, era
hora de ser tan sincera con ellos como ellos lo eran con Eva y conmigo.
-Bueno Gabi… -dije riendo –eso de que me
apetecía… Es que desde ayer estoy viviendo demasiado deprisa
experiencias que nunca antes habría imaginado y, sinceramente, me estoy
sorprendiendo de lo que me están gustando… Para que te hagas una idea…
Ayer me masturbé sola en la playa. Bueno, sola no, estaba Eva que,
encima, en esos momentos apenas nos conocíamos. Pues no solo me masturbé
al lado de una desconocida sino que, además, le comí la boca. Pero es
que luego por la tarde, en mi bungaló, tuve mi primera experiencia
lésbica completa, porque ya había tenidos otras antes, con Eva… Hoy me
ves desnuda cuando nunca antes había hecho topless siquiera delante de
la gente porque no me gustaba que los tíos me devoraran con la mirada y,
para colmo, tengo la desinhibición tan desbocada que sí que me apetecía
pavonearme desnuda delante vuestra para ver cómo reaccionabais… -.
-¡Exhibicionista! –me gritó Fer.
-¿Pero a que te gusto? –contesté entre risas.
-Te comía a bocaditos –respondió.
-Va a ser mejor que lo intentes con Eva porque a mí quien me apetece que me coma a bocaditos es Gabi… -.
Gabi y yo nos mantuvimos la mirada unos segundos después de que dijera eso. Por fin abrió la boca con la intención de hablar.
-Así que viviendo deprisa, ¿No?... –preguntó entre susurros maliciosos.
-Muy deprisa… -contesté mientras apretaba la mano que tenía sobre su muslo.
Gabi supo interpretar perfectamente lo
que significaba mi mano pero, aún así, se quedó bloqueado y no supo
reaccionar. Cosas de su vergüenza supongo. Aunque tampoco entendía qué
tipo de vergüenza podía sentir si teníamos en cuenta lo caldeada y obvia
que estaba ya la situación. Así que, como seguía sin ser capaz de
reaccionar, fui acercando mi boca lentamente a la suya y, finalmente, el
también se acercó el milímetro justo que faltaba para que nos besáramos
en los labios.
Primero nos dimos varios piquitos o
besitos cortos que, poco a poco, fuimos sustituyendo por otros más
prolongados y lascivos hasta que terminamos metiéndonos la lengua y
besándonos apasionadamente mientras que las manos comenzaban también a
cobrar vida. Le acaricié la pierna sobre la que tenía mi mano mientras
que él se aventuró a acariciarme la espalda. Y así, con las primeras
caricias inocentes, la cosa se fue caldeando hasta que fui la primera en
rozarle el sexo, antes incluso de que él me rozara las tetas.
Poco a poco las caricias se fueron
convirtiendo en magreos y, por lo menos yo, me fui poniendo de un
cachondo que me moría. Nuestros amigos nos estaban mirando y, supongo,
algo debimos provocar en ellos porque Elena no tardó mucho en empezar a
comerse a su novio y Fer, por su parte, le entró a Eva y también se
liaron. Y yo tenía ganas de más…
Al placer que me producía tocar el
cuerpo de Gabi y que Gabi me tocara a mí, había que sumarle la
excitación y desinhibición que me provocaba esta situación de estar tres
parejas desnudas metiéndonos mano juntas. Me estaba poniendo como una
moto con eso de estar gozándome a Gabi con el tacto y a los demás con la
mirada. Me puse tan húmeda que no pude evitar sentarme sobre Gabi
rodeándole con mis piernas para dejarme caer y que me fuera penetrando.
Cuando terminé de encajarme se me escapó
un jadeo de gozo e, inmediatamente, miré al grupo para ver si esa
reacción les había molestado. Nadie me hizo caso porque los cuatro
estaban a lo suyo lo mismo que estábamos Gabi y yo.
-Avísame cuando vayas a correrte –le dije dibujando una sonrisa pícara en mi cara.
La cara de susto que puso de primeras se
le cambió de inmediato conforme empecé a mover las caderas para
refrotarme contra él. Abrió los ojos como platos mirándome con cara de
estar tocando el cielo y volvió a morderse el labio de excitación. Me
hizo gracia y, entonces, con más lascivia si cabe continué moviendo las
caderas para follármelo tanto con el coño como con la mirada.
Su cara era un poema. Reflejaba unos
gestos de excitación súper exagerados mezclados siempre con un gesto de
sorpresa que me encantaba. Era como si nunca antes hubiera sentido lo
que estaba sintiendo conmigo en ese momento. Unas veces se quedaba con
la boca abierta mirándome a la cara o a la entrepierna y, en otras
ocasiones, se asía a mis tetas y las chupaba para mantener duros mis
pezones. Y yo seguía con mi juego de caderas, única y exclusivamente con
ese movimiento.
No me duró ni cinco minutos, aunque he
de reconocer que fueron cinco minutos muy bien aprovechados. Como pudo
cambió su gesto de placer y sorpresa por otro de “me voy a correr como
no pares” que supe adivinarle de inmediato. Entonces le descabalgué y me
puse de rodillas entre sus piernas para meterme la polla en la boca y
hacer así que se corriera.
Gabi eyaculó profusamente y no dejé que
saliera de mi boca ni una sola gota de semen. Continué succionando con
calma hasta que los espasmos del miembro empezaron a ser más leves y,
entonces, me senté sobre él con mi espalda pegada a su pecho y me rodeé
con sus brazos por las caderas, dejándole caer sus manos sobre mi
clítoris y ayudándolas a que empezaran a masturbarme.
Frente a mí, Fer estaba sentado abierto
de piernas y Eva, de rodillas delante de él, le estaba haciendo una
mamada mientras que, a mi izquierda, Elena estaba sentada sobre Miguel
en la misma posición en que yo estaba pero con la diferencia de que
ellos estaban follando mientras que yo, como ya sabéis, tenía el coño a
merced de las manos de Gabi, no de su polla.
Con eso del dedo que me estaban
haciendo, lo de gozar viendo a los demás teniendo sexo y lo de exhibirme
para que a mí también me vieran, me puse tan cachonda que no podía
parar de apretar el culo contra la polla de Gabi, gemir, mojarme los
labios y acariciarme las tetas a la par que se me empezaban a mover
solas las caderas. Me corrí enseguida y fue un orgasmazo alucinante.
Mientras gemía de placer y me iba relajando cerré los ojos para sentir
con mayor profundidad los estimulantes espasmos que aún nacían del
interior de mi entrepierna. Uno, otro… y así hasta el último. Terminé de
recuperarme y, por último, abrí los ojos lentamente para volver a la
realidad.
Esperé pacientemente a que todos
terminaran de correrse, lo que provocó que mi nivel de excitación se
mantuviera tras el orgasmo y, cuando los seis volvimos a ser personas,
aproveché para levantarme de la mesa y entrar al camarote en busca del
aseo. Una por una todas fuimos pasando por allí y, a la vuelta, nos
íbamos cogiendo una cervecita de la nevera. La situación fue perdiendo
el tinte sexual para volver a ser más lúdica y festiva a pesar de que
ninguno de los seis volvimos a ponernos la ropa. Comimos a bordo, Gabi
se había encargado de sorprendernos con unas pizzas precocinadas que nos
dieron la vida.
Por cuestiones de disponibilidad del
barco que, como ya os dije, era de la empresa donde trabajaba el padre
de Gabi, debíamos regresar a puerto antes de las cinco. Así que fuimos
responsables y cumplimos con el horario devolviendo, además, el barco
limpio y en perfecto estado. Nos despedimos del grupo dejando abierta la
posibilidad de quedar para la noche y, sin más, Eva y yo nos subimos en
su coche para volver al camping.
-Ha estado bien el día, ¿No? -comenzó a charlar.
-¡qué disparate de día! –le contesté. Y nos echamos a reír.
-Yo diría que lo de Iván lo tienes ya más que superado… -.
-¡Joder! ¡Iván!... jajajjaa… Ni me acordaba de él -.
-¿Te apetece salir esta noche? –me preguntó.
-Pufffff… No lo sé tía –empecé a decir
–primero quiero llegar a casa y darme una ducha. Luego, cuando sea
consciente de lo reventada que voy a estar, ya decidiré qué me apetece y
si salgo o no salgo -.
-Me apunto a esa ducha –me dijo guiñándome el ojo.
-contaba con ello –contesté sonriendo.
El resto del camino lo pasamos
analizando momentos puntuales del día a modo de examen de desvergüenza o
algo así, con lo que nos pegamos unas buenas risas hasta llegar al
camping. Luego entramos en casa y tiramos las bolsas en la misma
entrada. Nos desnudamos y, directamente, nos metimos en la ducha juntas.
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