Ir a nadar es algo que disfruto en
exceso. Aunque soy moreno me agrada asolearme vistiendo sólo un pequeño
traje de baño. Y claro, también me gusta deleitarme la vista mirando
cuerpos bronceaditos apenas cubiertos por algún bikini.
En cierta ocasión, acudí a un balneario
en el estado de Morelos para descansar durante un fin de semana. Como
era mi costumbre iba temprano para disfrutar un rato de la piscina para
mi solo ya que conforme avanzaba el día se iba saturando. Al llegar, un
poco sorprendido vi que una pareja se me había adelantado y ocupaba uno
de los camastros en la zona que más me gustaba. Siendo pocas las
personas que ya estábamos ahí no quise ocupar uno de los camastros más
cercanos para no incomodarlos. Sin embargo, ellos notaron cual era mi
intención y la señora me sonrió diciendo – Esta es la mejor zona,
verdad.
- Sí, cuando el sol está más fuerte los
árboles dan sombra y está muy cerca la piscina – le respondí y aproveché
para acercarme a uno de los camastros más cercanos a ellos.
Acomodé mis cosas y me lancé a la
piscina para nadar un poco. El agua estaba fresca y cristalina. Algo que
me agradaba de ese lugar es que el agua no estaba estancada y era
realmente clara y cristalina. Al estar nadando alcancé a percatarme como
la pareja se colocaba el bronceador. Él se había quitado el traje de
baño tipo short que usaba y se había quedado en un traje de baño
sumamente pequeño, incluso más pequeño que el mío y que lo hacía lucir
sumamente atlético. Ella se quitó el pareo que traía puesto y mi
sorpresa fue mayor. La parte inferior de su bikini se perdía entre sus
nalgas redondas y bien paraditas, usaba una tanga y lucía impresionante
que al agacharse casi podían distinguirse los bordes de su culito.
Seguí nadando para evitar tener malos
pensamientos que ya comenzaban a reflejarse en mi entrepierna, pero casi
enseguida la pareja se metió a la piscina y comenzaron a nadar como si
compitieran él contra ella a manera de juego. Yo, muy cerca, comencé a
tratar de nadar a su ritmo, pero era evidente que eran buenos nadadores y
me superaban con facilidad, sobretodo él. De cuando en cuando hacían
alguna pausa en alguna de las orillas para brindarse besos y caricias,
algunas sumamente atrevidas bajo el agua y de las que me pude percatar
cuando me acercaba a ellos por debajo del agua, era evidente que les
gustaba el sexo y no les importaba mucho que los vieran.
Poco a poco fue llegando más gente, al
mediodía nadar era algo complicado, así que Yo aproveché para descansar
leyendo tendido en el camastro. De cuando en cuando levantaba la mirada
para seguir algún trasero digno de admiración, algunas tetas
bamboleantes y uno que otro paquete que se llegaba a mostrar al frente
de algún traje de baño. Sin embargo debo admitir que cada que podía le
echaba una mirada a la parejita, ella me agradaba bastante pero él hacía
volar mi imaginación. Aunque él ya se había puesto nuevamente su short,
lucía sumamente atractivo y la imagen en mi mente de él sin el short
hacía que mi pene respingara dentro de mi bañador.
De pronto él se levantó y le dijo a su
pareja que necesitaba ir al baño. Ella siguió tendida boca abajo sin
hacer mayor caso. Él me miró y me guiñó el ojo, o al menos eso me había
parecido. Lo seguí con la mirada y él volteó un par de veces hacia donde
estábamos. La duda me asaltó. ¿Sería posible? Pero la razón me hizo
volver a la lectura evitando que mi imaginación se desbordara. Al poco
rato regresó y volvió a quitarse el short para meterse a nadar un poco.
Nuevamente me deleité la pupila mirando aquel cuerpo apenas cubierto por
ese diminuto bikini. Me parecía que el paquete que se formaba al frente
era un poco más notorio. Entonces ella se volteó para pedirme que me
acercara y Yo, dudando un poco, dejé a un lado mi libro para acercarme y
ella me sonrió solicitando - ¿Me puedes ayudar a ponerme un poco de
bronceador en la espalda? - y enseguida se acostó boca abajo. Sólo
asentí y comencé a untarle el bronceador en los hombros y la espalda. Su
piel era suave y firme, me fascinaba recorrerla una y otra vez pero sin
sobrepasar el límite que marcaba la parte inferior del bikini. Sin
embargo, ella me solicitó – Por favor, podrías ponerme un poco en las
piernas también – y las separó ligeramente como para darme acceso
incluso a la parte interna de sus muslos. Nuevamente la duda me asaltó y
antes de comenzar a aplicar el bronceador busqué a su pareja, quien
seguía nadando sin la menor preocupación. Comencé a aplicarle el
bronceador en los tobillos, después en las pantorrillas, en los muslos
y, finalmente, decidí arriesgarme a ponerle bronceador en las nalgas.
¡Qué nalgas! Realmente era agradable sentir esas nalguitas firmes en mis
manos mientras le aplicaba el bronceador, más que aplicar bronceador
comencé a masajearlas presionando ocasionalmente su culito por encima de
la tanga, creo que esa sensación me hizo perder la noción de la
realidad y no me di cuenta que a mi lado ya estaba su pareja, hasta que
oí su voz varonil diciendo – Si quieres Yo puedo seguirle.
Sólo asentí y sonriendo dejé que Él
continuara. Entonces decidí meterme nuevamente a la piscina para bajar
la notoria erección que me había provocado aquella escultural mujer. Me
zambullí, pero la cantidad de gente que había hacía que fuera difícil
nadar en línea recta. Di varias vueltas intentando evitar el contacto
con los demás bañistas. Estaba a punto de salir y, cuando me aproximé a
la orilla, sentí que alguien chocaba contra mi y me sujetaba por la
cintura.
- ¡Oh, perdón! – se disculpó una voz a mi espalda que reconocí de inmediato.
- No te preocupes – le sonreí a ese hombre.
Era él. A pesar de que se había disculpado, no había retirado sus manos de mi cintura.
- Es que ya hay mucha gente y no se
puede nadar bien – me explicó sin retirar sus manos e hizo un movimiento
audaz, bajó un poco la mano derecha y la posó sobre mi trasero.
- Cierto, por eso me gusta venir
tempranito – le respondí y al sentir que su mano no sólo se había posado
en mis nalgas, sino que ya me las acariciaba ligeramente.
- Sí, a mi esposa y a mi también nos gusta venir a esa hora… ¿Eres de aquí? – me interrogó.
- No, soy de la ciudad de México pero me
gusta disfrutar del clima de la zona – le respondí y como él no cesaba
su caricia decidí corresponderle rozando con una mano su paquetote bajo
el agua.
- Sí, siempre soleado… allá arriba
puedes tenderte sobre el césped y asolearte sin el bullicio de la gente…
deberías ir – me sugirió señalando una pequeña colina al fondo del
balneario donde se veía todo verde y bien podado.
- Creo que lo haré – le dije dándole un apretón descarado al bulto que se sentía enorme y atravesé a nado la piscina.
Cogí mi toalla y mi libro para dirigirme
hacia el sitio que me había señalado aquel hombre. Estaba un poco más
lejos de lo que imaginaba pero era cierto lo que había dicho: el
bullicio de la gente había desaparecido. Me tendí sobre el césped boca
abajo para leer mientras esperaba que llegara aquel chavo.
- Seguiste mi consejo, ¿eh? – dijo una voz conocida detrás de mi.
- Sí, me pareció que era una buena
elección, muchas veces he venido pero nunca había subido hasta acá – le
respondí echándole una mirada de arriba abajo.
Se veía realmente varonil y muy sexy en ese traje de baño.
- Ven, hay un lugarcito que es nuestro
favorito – me dijo guiándome hacia un pequeño hundimiento en la colina
rodeado de arbustos y algunos árboles.
- ¡Qué tranquilidad! – exclamé al llegar a ese lugarcito.
- Sí, aquí casi nadie viene… a mi esposa
le gusta venir aquí porque se puede coger rico, al aire libre y nadie
se da cuenta – me dijo mientras se paraba frente a mi y me sujetaba por
la cintura para apretarme contra su cuerpo.
- ¿Y no crees que ella vaya a venir? – le pregunté pasando mis brazos alrededor de su cuello.
- No, ella sabe que vine a buscarte,
aunque quizás se esconda por ahí para mirarnos, me dijo que te pusiste
un poco nervioso cuando le pusiste el bronceador – me dijo con
naturalidad mientras iba metiendo sus manos bajo mi bikini para masajear
mis nalgas.
- Sí, la verdad es que es una mujer muy
atractiva… Por cierto, ¿sabe que también te van los chicos? – le
pregunté con curiosidad.
- Claro… lo sabe… mmm… Tienes las nalguitas ricas – me respondió y me quitó la toalla para extenderla sobre el césped.
- Creo que deberíamos quitarnos esto –
sugirió él mientras se despojaba del traje de baño quedando
completamente desnudo y yo lo imité.
Se tendió boca arriba sobre la toalla y
me ofreció su hermoso y vigoroso pene. Al arrodillarme él me jaló para
acomodarme sobre él y formar un “69” donde Yo le mamaba la verga y él se
ocupaba de mi culito con sus dedos y su lengua. Me hacía estremecer
cada vez que mi culito era acariciado. Su verga me parecía deliciosa.
Era cabezona y ligeramente curveada. No debía medir más de veinte
centímetros pero era más grande que la mía.
- ¿Estás listo? – me preguntó.
Yo me giré y quedando a horcajadas sobre
él comencé a sentarme en aquel duro miembro. Sentía como mi culito
cedía ante la presión de aquel enorme glande que poco a poco avanzaba en
mis entrañas.
- Ah… la tienes enorme… mmmm – gemí al sentirla toda dentro de mi.
Entonces comencé a menear mi trasero y a
darle apretones con mis nalguitas. Él me sujetaba por la cintura e
impulsaba su cadera hacia arriba buscando penetrarme un poco más. Yo
estaba bien ensartado cuando él con gran habilidad se giró y sin sacarme
la verga me colocó mirando hacia el cielo azul y abriendo al máximo mis
piernas comenzó a cogerme vigorosamente. El ritmo de las embestidas se
fue incrementando poco a poco mientras nos íbamos acoplando hasta que
llegó un momento en el que mis piernas estaban sobre sus hombros,
nuestras lenguas se enroscaban y su verga taladraba mi culito a un ritmo
acelerado.
Cuando más excitados estábamos giré mi
cabeza hacia un lado y alcancé a ver detrás de los arbustos unas
siluetas. Volví a besarlo y comencé a gemir un poco más. Me excitaba la
idea de ser visto por alguien más, sobretodo si existía la posibilidad
de que fuera la esposa de ese semental. Aquel hombre me estaba cogiendo
rico y ambos estábamos disfrutando al máximo. Le mordisqueé la oreja y
le susurré que teníamos público. Él me miró, sonrió y me hizo que me
colocara “en cuatro” y arrodillándose detrás de mi comenzó a comerme el
culo mientras Yo les hice una seña a los que estaban escondidos en los
arbustos para que se acercaran. Al principio se sorprendieron y trataron
de esconderse. Pero volví a hacerles la seña para que salieran de su
escondite.
- Ah… mira, tenemos público – le dije a
mi enculador quien sólo sonrió y sin importarle la presencia de aquellos
visitantes inesperados me separó las nalgas y me ensartó nuevamente en
esa posición.
Eran tres adolescentes que lucían de
manera notoria tremendos bultos al frente de sus trajes de baño. Uno de
ellos usaba un traje de baño tipo bikini y se podía apreciar con
claridad el perfil de su verga. Los otros dos usaban bermudas ceñidas a
la cadera y que realzaban sus nalgas. Uno de ellos, el más moreno de los
tres se adelantó hacia mi y se arrodilló, dejando a la altura de mi
rostro el paquete que se formaba al frente de la bermuda. Yo levanté la
mirada y le sonreí mientras gemía por las vigorosas embestidas del
hombre que me enculaba y palmeaba las nalgas.
- Mira lo que te vas a comer – me dijo
aquel chavito mientras se bajaba su bermuda y dejaba en libertad una
verga morena y circuncidada.
Yo no esperé a que me repitiera la
invitación. Comencé a lamerla desde los cojones hasta la cabeza,
haciendo que ese adolescente se estremeciera. Enseguida la metí en mi
boca una y otra vez. Era una verga deliciosa y muy dura. Pero la
inexperiencia del chico hizo que pronto alcanzara el orgasmo. Una
abundante cantidad de leche inundó mi boca. Con gran deleite tragué su
semen y dejé su verga limpia.
- A ver, quien sigue, su amiguito no
aguantó mucho – les dijo mi enculador, quien seguía metiéndome la verga a
un ritmo semilento pero sumamente vigoroso y al mismo tiempo masajeaba
mis nalgas.
Por unos momentos dudaron los otros dos
chicos y fue el del bikini quien se acercó y se arrodilló en la misma
posición que el anterior. Besé el enorme paquete y él comenzó a reirse –
Hummm… me haces cosquillas.
Entonces le hice a un lado el pequeño
calzón de baño y liberé su vigoroso y juvenil miembro. Era una verga
realmente hermosa. Cabezona, gorda y ligeramente curveada hacia arriba.
Comencé a lamerla como lo hice con su amigo y él se fue acostando boca
arriba y de esa manera pude disfrutar mejor de aquel delicioso caramelo y
poco a poco el hombre que me enculaba, este chico y Yo nos fuimos
acoplado. Las dos vergas entraban y salían de mi cuerpo perfectamente
sincronizadas mientras mi enculador se encargaba de mi verga con su
mano, masturbándome y haciéndome gozar al máximo.
- Ahhhh… toma… tómala toda mmmm – gimió
el hombre estaba detrás de mi vaciando su leche en mi culito y casi al
mismo tiempo mi verga comenzaba a arrojar su leche en sus manos.
- Ah… ah… ahhhhh – gimió el adolescente mientras su pene respingaba en mi boca arrojando su leche contra mi paladar.
- ¡Qué cabrones! – exclamé mientras aquellas deliciosas vergas se retiraban de mi culo y de mi boca.
- ¿Y Yo? Para mi no va a haber una
probadita… miren como la tengo – protestó el tercer chico que ya se
había quitado la bermuda y mostraba con orgullo su pene completamente
erecto.
- A ver, vente para acá – le ordené mientras estaba tendido al lado de mi enculador.
- Oye, yo me tengo que ir… ¿te dejo mi número entre tus cosas? – me dijo el hombre que ya se ponía su traje de baño.
- Sí, ahí me lo dejas y nos ponemos en
contacto – le respondí mientras veía como se alejaba y encontraba con su
esposa, así que me dirigí hacia el chico que requería de mi atención y
le ordené – Acuéstate boca arriba.
Él me obedeció de inmediato y entonces
Yo me acomodé sobre él. Busqué sus labios y comencé a besarlo. Al
principio me rechazó pero poco a poco las caricias fueron consiguiendo
que él me correspondiera. Nuestras lenguas se enroscaban al igual que
nuestras vergas. Restregaba mi verga en estado de flaccidez contra la
suya en plena erección. Sus manos se habían apoderado de mis nalgas y de
pronto ocurrió. Clavó sus dedos en mis nalgas y comenzó a eyacular.
- Perdón… es que no me pude contener – se disculpó un poco avergonzado.
- No te preocupes bebé, eso suele suceder la primera vez – le respondí y volví a besarlo añadiendo – pero esto tiene solución.
Entonces comencé a besar todo su cuerpo.
A recorrerlo con mis labios, lengua y manos. Al llegar a la verga
comencé a lamerla. Estaba aún dormida pero pronto comenzó a mostrar
señales de vida. No tardó mucho en alcanzar una nueva erección y en esta
ocasión no la íbamos a desaprovechar.
- ¿Eres virgencito, verdad? – le pregunté mientras me colocaba a horcajadas sobre él.
- Este… pues sí… ahhhhh – gimió él al sentir como me sentaba sobre su verga y la devoraba con mi culito.
- Ahh… que rica la tienes… cógeme… mmmm –
gemí y busqué nuevamente sus labios mientras él comenzaba a impulsar su
verga hacia arriba.
No tardó mucho en volver a eyacular y mi culito recibió su leche.
- Pues ya no eres virgen… jejeje – sonreí y me tendí a su lado mirando hacia el cielo.
- Yo soy virgen… Yo soy virgen – me dijo el morenazo deseando ser el siguiente en clavarme su pene.
- Y Yo – exclamó el chico del bikini que aún no se recuperaba.
- Bueno, pues eso tiene solución – les
respondí y atendiendo al moreno que ya tenía nuevamente su verga bien
parada me la metí en la boca, la lamí de la base a la cabezota,
llenándola de saliva y me monté sobre él, coloqué la punta de aquel
juvenil miembro en la entrada de mi culito y poco a poco fui bajando mis
nalgas. Era sumamente excitante mirar a los ojos de aquel jovencito
mientras su pene se abría paso en mis entrañas hasta tenerme
completamente ensartado.
No podía creer que se me presentara la
oportunidad de tener a tres adolescentes vírgenes y calientes para
satisfacerme. Meneaba mis nalgas sobre aquel chico y él empujaba hacia
arriba vigorosamente su cadera intentando meterla cada vez más en mi
culito. Por otro lado, el chico del bikini me ofrecía su verga para que
con mis labios volviera a ponerla dura y lista para la acción.
- Ahhhh… ah – gimió el moreno y en esta ocasión su leche se mezcló con las de mis otros dos enculadores.
- Te toca – le dije al del bikini.
- Pero Yo quiero cogerte “de a perrito” –
me solicitó el del bikini y de inmediato me coloqué en la posición
solicitada, ofreciéndole mi culito y mis nalguitas.
La sodomización inició. Me separó las
nalgas y colocó la cabezota contra mi ansioso culito, empujó y aquella
juvenil verga se abrió paso entre mis nalgas avanzando lenta y
vigorosamente hasta quedar completamente en mi interior.
- Ufff… que apretadito lo tienes… mmmm –
gimió él mientras iniciaba un mete y saca delicioso. Era evidente que
ese chico no era virgen. La manera de cogerme era sumamente deliciosa.
Lo hacía a un ritmo delicioso al tiempo que me palmeaba las nalgas con
fuerza. Mis gemidos parecían excitarlo en exceso y eso aumentaba el
ritmo de las embestidas. La sacaba completamente y volvía a clavármela
hasta los cojones. Mi propia verga estaba durísima y pronto se dio
cuenta de mi excitación.
- Voltéate – me ordenó colocándome boca arriba con mis piernas sobre sus hombros.
- Ahhhhhh – gemí al sentir la profunda estocada.
En esa nueva posición él comenzó a
cogerme a un ritmo sumamente acelerado. Mi verga chocaba contra mi
vientre y contra el suyo. Mi excitación pronto llegó al punto máximo, no
pude evitarlo y comencé a eyacular. Él me besó y los apretones de mi
culito en su verga hicieron el resto. Sentí como aquel delicioso pene
respingaba en mi interior llenándome el culo de leche.
- Tú no eras virgen, ¿o si? – le dije sonriendo mientras él extraía su verga.
- Sí… era virgen… pero hace dos años dejé de serlo jejeje – se rió y se acomodó la verga en su bikini.
- ¿Pues a que edad…? – le pregunté mientras me ponía mi traje de baño.
- A los 15 – sonrió ese chico.
Lo que dijo me preocupó un poco. Significaba que tenía 17 años.
- No te preocupes, los tres somos bien
cogelones desde chavitos – respondió el morenazo que ya también se había
puesto su traje de baño.
- ¿Ninguno era virgen? – pregunté.
- No, pero la verdad nunca nos habíamos cogido a un putito… jejeje – sonrió el otro.
- Ahhh… eso lo explica… - les respondí comprendiendo que el mío era el primer culito masculino que probaban.
- La neta es que tienes el culito bien
rico y esa boquita mmmm – comentó el del bikini mientras iniciábamos el
regreso hacia la zona de la piscina.
- Pues ojalá y podamos repetir – les sugerí.
Ellos se miraron entre sí y la respuesta
fue unánime - sólo lo hicimos para probar - y era algo respetable, así
que me despedí de ellos. Los vi alejarse hacia un grupo de tres chicas
que parecían un poco molestas. No era de mi incumbencia, así que me
dirigí hasta el camastro donde estaba mi mochila. Fui a las regaderas
para limpiar los residuos del encuentro sexual que me había dejado tan
satisfecho, y no era para menos, cuatro vergas me habían dejado el
culito suavecito y rebosante de leche.
De regreso a la ciudad de México
encontré en uno de los bolsillos de mi mochila una nota que decía “Soy
Carlos, el hombre que te metió la verga frente a los chavitos, te dejo
mi número en la ciudad, pregunta por mi o por mi esposa, Irene, ella
sabe de ti quiere que le hagamos una doble penetración, llámanos”.



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