Siempre me consideré un chico normal, 18 años, atractivo, estatura en
la media nacional… Vamos!!! Un mexicanito más con la pandilla típica de
5 compañeros. Allí estaba yo, sentado en aquel autobús atestado de
gente. Si soy sincero los autobuses son una de mis mayores pasiones,
observar a cada mujer que entra de arriba a abajo, ver como cruzan las
piernas evitando mostrar sus tesoros, pero incitando a los ojos
indiscretos a mirar.
En esa búsqueda mis ojos encontraron algo deslumbrante, tal vez la
mujer más atractiva que jamás había visto, emanaba sensualidad por todas
partes. Vestía una chaqueta azul sobre los hombros, una blusa color
crema amplia, que dejaba constancia de la gran fuente de placer que se
encontraba allí, la falda a juego con la chaqueta le quedaba bien
ceñida. Sus piernas modeladas con unas medias blancas se cruzaron,
aquello fué un resplandor que cegó mis ojos por unos instantes. Trás
esto me fijé en su pelo, media melena color cobrizo, sus ojos castaños
como un atardecer manchego, al fín llegué a su boca, labios gruesos y
carnosos, una boca ideal para besar…
Mientras trataba de calcular la edad que debía de tener, me percaté
de que me miraba, el corazón me dió un vuelco, el estómago se me puso
del revés y las palmas de las manos me empezaron a sudar, justo en ese
momento le guiñé un ojo, fué un acto reflejo, jamás lo habría hecho
conscientemente, ella lo vio y giró la cabeza hacia otro lado. Suspiré,
el agobio iba desapareciendo. Volví a examinarla exhaustivamente, debía
de rondar los 30 años, esa mujer me atraía poderosamente, mi polla se
había enamorado de ella, empezaba a crecer cuando volvió a mirarme, esta
vez le aguanté la mirada, me gustaba este juego, ella comenzó a jugar
con su anillo, un anillo dorado en el que entraba y salía repetidamente
su dedo. Aquello era demasiado para mi calenturienta mente, mis Jeans ya
no permitían expandirse más a mi otro yo. Súbitamente se levantó, se
dirigía a la puerta de salida, no había duda de que se disponía a bajar
en la siguiente parada, a mí todavía me quedaban 10 minutos de autobús
hasta la universidad. El autobús paró, las puertas se abrieron
ruidosamente, bajaba lentamente por las escaleras, mis ojos ni se
separaban de sus caderas. El autobús cerró las puertas, ella se alejaba,
de repente una voz gritó “¡UN MOMENTO!” -al chofer- “¡Bajan!”… Era mi
voz, no podía dejar esas nalgas libres, las puertas se volvieron a abrir
mientras corría hacia ellas. Estaba claro que esa tarde mi bajo vientre
dominaba mi ser.
Una sensación de angustia se apoderaba de mí, no la veía por ninguna
parte. Me asomé a una esquina y conseguí verla, eso si que era andar!.
Sus anchas caderas se mecían provocativamente, yo hubiera pagado
cualquier precio por ver ese culo sin ropa alguna y decidí seguirla, no
tenía nada que perder. Me mantenía a cierta distancia, lo
suficientemente lejos como para no ser muy descarado, pero lo más cerca
posible para poder jugar a adivinar que ropa interior llevaba, fina
lencería blanca, todo un lujoso juego de satén, mi mente se desbordaba,
tal era la excitación que podía notar como había manchado un poco los
calzoncillos.
Seguíamos andando los dos, ella no se había vuelto en ningún momento a
mirar. Se paró a mirar un escaparate, yo torpemente intenté disimular
atándome los cordones de los zapatos, disimuladamente seguía fijándome
en su redondo y hermoso culo. Acto seguido entró en un supermercado
contiguo a la tienda del escaparate que había estado mirando. Decidí
esperar en un bar que estaba enfrente y desde el que podía ver
perfectamente la salida del supermercado. Pasado un buen rato salió
cargada de bolsas, iba que casi no podía con ellas, parecía como si
estuviese pidiendo a gritos que me acercara y le ayudase. Yo no lo pensé
más, me dirigí hacia ella todo lo seguro de mi mismo que en ese momento
fuí capaz, paso firme, erguido, mirada al frente, intentando aparentar
todo lo que no era en la rutina diaria. Por fin llegué, me sitúe tras de
ella y le dije:
-Necesita ayuda?- con la voz más educada que jamás ha salido de mi boca.
-Si, gracias- respondió -Vivo aquí al lado, pero con tantas bolsas no puedo…- continuó hablando.
Yo me limité a coger todas las bolsas que pude, estaba embobado por
ese par de olas que la naturaleza le había dado, la muy zorra disfrutaba
al ver que yo no paraba de observarla lascivamente. Caminábamos los dos
juntos, uno al lado del otro, yo de reojo seguía el ir y venir de su
pezones marcados en la blusa color crema. Pronto llegamos a un portal,
abrió y me dijo que subiese para tomar algo y refrescarme. Nos dirigimos
al ascensor, entramos y ella presiónó el numero 6, había en total 8
pisos. Mi polla parecía decirme que me la follase allí mismo, que el
lugar era lo de menos y que si ella no quería tan solo era algo
circunstancial. Conseguí sobreponerme a mis más oscuros pensamientos,
pero dentro de mí aún albergaba la esperanza de pasar todo un rato de
placer y lujuria con una treintona que emanaba sexualidad por cada poro.
Introdujo la llave, la mía estaba lista para meterla en la cerradura
de su entrepierna. Empujó la puerta, soltó las dos bolsas que llevaba y
gritó “Julián!!! Cariño!!!”… En mi mente desapareció la idea de sexo y
lujuria, estaba casada y su marido estaba en casa. Por el pasillo
apareció el tal Julián, parecía un hombre amable, me había visto, pero
traía una sonrisa de oreja a oreja.
-Hola chavo- dijo -Gracias por ayudar a mi mujer, me has ahorrado tener que bajar a ayudarla. Pasa y tómate una cerveza.
-Gracias- fué lo único que mi boca pudo balbucear.
Ella me condujo hasta la cocina y me dijo que cogiese lo que quisiera
del refrigerador, dio media vuelta y se fué camino de la entradita. Por
lo que pude escuchar, “Julián” tenía que ir a llevar unos planos a una
constructora. Antes de salir asomó la cabeza por la puerta de la cocina y
se despidió amablemente con la misma sonrisa que antes. Ya había
apurado la cerveza, me disponía a salir, pero antes decidí despedirme ya
que ella no había tenido la delicadeza de acompañarme en la cocina.
-Señora, Señora- decía mientras salía de la cocina camino de la entradita.
-Si! Aquí estoy- sonó a lo lejos su voz. Seguí andando por el pasillo buscándola.
-Donde?- grité yo, aquello era absurdo y tenía ganas de irme.
Entré en el primer cuarto, de donde parecía provenir su voz. Asomé la
cabeza y cuando me disponía a decirle que me marchaba la vi, estaba de
pie, se había quitado la chaqueta, en la blusa se podía ver el relieve
de los pezones. Mi polla renació, con voz extremadamente melódica dijo
que me iba a dar una propina. Yo no abrí la boca, tan solo me limité a
mirar como cogía su bolso, de ahí sacó el monedero. Se acercó a mí,
estábamos a un metro de distancia, abrió el monedero, introdujo su mano,
yo esperaba unos pesos, pero lo que de allí salió no era moneda de
fraccionaria. Aquello era un “Condón!!!”… Me cogió por los hombros, me
llevó hasta la cama y allí me sentó. Con mucha suavidad empezó a
desabrochar los botones de mi pantalón vaquero, dejando libre por fin al
amo que últimamente había dominado mis actos. Con sus suaves manos
acariciaba mi ya erecto pene, la punta de su lengua se paseaba por mi
glande haciéndome estremecer de placer. Mis manos se fueron en busca de
sus pechos. Le quité la blusa, ella seguía chupándomela muy suavemente
para que no me corriese. El placer era inmenso, eso si que era sexo en
estado puro.
Le indiqué que se levantase, que me dejase hacer ahora a mí, ella se
tumbó en la cama. Yo ya estaba desnudo y me tocaba terminar de
desnudarla a ella, le quité el sostén, tenía delante de mi esos pezones
con los que tanto me había excitado antes, mis dedos daban vueltas a su
alrededor, luego era mi lengua la que lo hacía. Aun tenía la falda azul
puesta. Mi boca se cebó en su pezón derecho, eran grandes, muy grandes,
sentir aquello en mi boca nublaba mi mente, no hubiese parado nunca si
ella no me hubiese dejado entrever que quería que bajase más por su
cuerpo. La giré y la puse bocabajo, bajé la cremallera de su falda y se
la quité, ante mi quedó aquel hermoso culo, culo que ese día sería mío.
No pude evitar manosearlo, aquel culo que había sido protagonista de mis
más húmedos sueños lo tenía delante de mí, moviéndose lascivamente
pidiendo pito. Mi mano pasó hacia su coño, acariciaba su depilada mata
de pelo, un suave ir y venir, yo notaba como se iba poniendo húmeda,
cada vez movía más sus caderas, se estaba poniendo caliente, y yo
necesitaba meter mi polla en su cueva. Paró de moverse, se volvió, su
lengua ascendía rozándome la piel del pecho, llegó hasta mi oreja y me
susurró…
- Móntame, quiero que seas mi jinete particular. Mi culo te llama.
Acto seguido, se puso a cuatro patas, culo en pompa, aquella imagen
era impresionante, ese gran culo delante de mi polla, podía ver su
clítoris húmedo y caliente, su pelo púbico delicadamente depilado y al
fondo sus grandes tetas apuntando al centro de la tierra. Encorvó un
poco la espalda, mostrando aún más su abertura, agarré mi polla como un
torero dispuesto a entrar a matar. La sitúe justo delante, pasé mis
dedos por sus labios mayores y con su flujo impregné mi espada. Poco a
poco la iba metiendo, ella levantó su cabeza, la estrechez hacía que
fuese con cuidado, lo que sentía era una mezcla de placer, gusto y
poder. Cada vez se la metía mas rápidamente, la agarré por las caderas,
mi respiración se alteraba, ella jadeaba, yo seguía metiéndosela cada
vez más bruscamente, era mía, yo era quien mandaba, a ella le gustaba,
una de sus manos estaba en su clítoris, frotándolo repetidamente. Mi
polla entraba y salía cada vez más rápido, ella gritaba, yo notaba como
el primer chorro de semen iba por mi polla, intentaba retenerlo,
haciéndolo más duradero y disfrutar más del placer que aquel culo me
proporcionaba, ella se retorcía de placer, yo estaba a punto ya, iba a
explotar… Saqué mi espada y el semen encontró la salida, me corrí encima
suya…
Se dió la vuelta y cogió mi polla y se la introdujo otra vez en la
boca, su calidez y suavidad contrastaba con la estrechez de su culo, el
placer que sentía con mi polla en su boca era inmenso, mis manos estaban
acariciando sus labios internos, rosados, calientes y mojados. Había
sido la follada de mi vida, con una mujer de la que ni tan siquiera
sabía el nombre, eso no importaba. Me dió un beso en la comisura de los
labios, y se fué al cuarto de baño, me mostró el camino al otro. Me
vestí y lavé un poco. Ella se duchó, estuve esperándola un rato, salió
con un camisón rosa, con el pelo mojado, seguía igual de espléndida. Se
quitó el camisón y quedó completamente desnuda ante mí. Se puso las
delicadas bragas, el sostén, terminó de vestirse. Yo me despedí y me fuí
de aquella casa. En mi mente se mezclaban los pensamientos, los
recuerdos, volví a coger varias semanas el mismo autobús a la misma
hora, pero no me la volví a encontrar, quizás sea mejor así.
Aquel fué el mejor polvo que eché nunca, con una mujer que no conocía, el polvo con la mujer madura.
Polvo con una mujer madura
Posteado en Confesiones , Heterosexual , Maduras , Sexo Anal , Sexo Irracial , Sexo Oral en por Esperanza
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