A mi marido le pusieron un compañero nuevo en el trabajo. Se llamaba Marius y era rumano. Era un buen chico, amable, trabajador, servicial, honrado y simpático, por lo que pronto mi marido entabló una buena amistad con él. Además el chico estaba solo en España y no tenía amigos, así que cada dos por tres estaba con nosotros casi como un miembro de la familia más.
Yo soy bastante más joven que mi marido pero aun así era diez años mayor que Marius, diferencia de edad que no parecía impedirle mirarme con bastante descaro. Resultaba muy evidente que me comía con los ojos, pero mi marido no se daba ni cuenta. Para él Marius era casi como un hijo y confiaba plenamente en él, como digo, tanto como para abrirle las puertas de su casa.