Mucho morbo en el trio

Al llegar a casa, Lola me volvía a comentar lo mismo. Había un vejete, de casi setenta años, alto, delgado, con el pelo completamente blanco y algo grasiento, la cara bastante fea, que entornando sus ojillos de rata libidinosa le susurraba cuando ella pasaba a su lado, frases del estilo "te voy a comer ese higo tan jugoso que tienes" o "te la voy a meter hasta que te salga por la boca". Ella seguía caminando, haciéndose la digna, con la cara muy alta pero roja como un tomate y, aunque se negara a reconocerlo, con las bragas mojadas.
Al comentármelo, se volvía a excitar y acabábamos haciendo el amor con una furia y pasión desbordante. Estaba claro que a Lola el vejete le daba morbo, mucho morbo. Yo me aprovechaba de la situación y cuando estábamos en cama la provocaba diciéndole lo que se dejaría hacer, lo que le haría al vejete con lo que conseguíamos sesiones de sexo espectaculares en la que ella acababa contándome unas fantasías increíbles con el vejete y se inventaba más personajes, otro jubilado, un árabe, lo que hiciera falta.


Por eso, cuando llegamos al apartamento de la costa que habíamos alquilado para las vacaciones y vimos en el balcón de al lado al vejete, nos quedamos de piedra. Estaba con su hijo y su nuera, una pareja de nuestra edad más o menos.

Los primeros días fueron bastante bien, La pareja era muy amable y el abuelete casi no hablaba (eso creía yo), Él iba diariamente a trabajar y ella se pasaba toda la mañana en la playa, hasta la hora de comer, quedándose el abuelete en la terraza, leyendo el periódico o escuchando la radio a la sombra. Nosotros también nos íbamos a la playa por la mañana y mientras Lola hacía la siesta, yo bajaba a la piscina o me iba de excursión por los alrededores, coincidiendo sólo con ellos a la hora de la cena, siendo el trato normal entre vecinos de verano. Al cabo de unos días cogimos confianza e incluso nos invitaron a tomar algo a su terraza.

Aceptamos la invitación y mientras íbamos aproveché para hacer algún comentario jocoso, a ver si le provocaba el morbo a Lola, que me dejó de piedra cuando me respondió "pues el mamón del vejete no para de atacarme en cuanto no le ve nadie, con lo que llevo un morbo encima impresionante". Sin pensarlo demasiado, le respondí "pues ya sabes, date una alegría y quítate el morbo de encima". Entre risas y un par de hostias que me lanzó Lola, llegamos a casa de los vecinos y nos acomodamos en la terraza. Charlando y bebiendo nos dieron las dos de la mañana, momento en el cual el hijo, Luis, se fue a la cama, ya que al día siguiente trabajaba. Maria, su mujer, insistió en que nos quedáramos y así lo hicimos. Seguimos charlando, descubrimos que Tomás, el vejete, había sido fotógrafo, afición que compartíamos. En el giro de la conversación vimos que no era la única afición que compartíamos, ya que le encantaban las mujeres (entre dientes le susurré a Lola -especialmente tú- , respondiéndome ella con una sonrisa muy especial). El tema fue evolucionando hasta llegar a la forma de tratar a las mujeres, diciendo básicamente que su hijo era un inepto en esos asuntos. Maria corroboró las palabras de Tomás, explicando que era bastante machista, en todos los aspectos, con lo que ella se encontraba bastante frustrada y mirándome especialmente a mí, recalcó "en todos los aspectos". Tomás, que a pesar de no quitarle los ojos a Lola de encima, no perdía detalle, aprovechó la coyuntura para proponer que escucháramos algo de música suave y de paso nos demostraría como hay que tratar a una mujer.

Dicho y hecho, se levantó, sintonizó la radio, cogió a Lola de la mano y muy galantemente le dijo "¿me concede este baile?" Lola me miró, asentí pasándome provocativamente la lengua por los labios y ella volvió a sonreírme comenzando a bailar con Tomás. Este se giró y me dijo: "¿y tú qué esperas?. Saca a bailar a Maria." Sonriendo, me dirigí a ella y le dije "Ha sido una orden tajante de tu suegro, no podemos desobedecer, ¿verdad?".

Apenas hacia media hora que Luis se había acostado (se oían sus ronquidos de fondo, apagados por la música suave) y la escena había cambiado drásticamente: Tomás abrazado a mi mujer bailaba lenta y suavemente, con sus manos en el nacimiento del culo de Lola y su polla firme apoyada contra el pubis de mi mujer, que no hacía nada por separarse, más bien al contrario. Justo al lado, en una situación muy parecida, yo con Maria, la mujer de Luis, que se restregaba contra mi cuerpo con ganas de algo más. Aunque tratara de disimularlo, yo sabía que Lola estaba también muy excitada y que esta noche acabaría siendo especial para ambos.

Tomás, susurrándole al oído, le decía a Lola que era una lástima que estuviera yo allí, porque si no la haría gozar como nunca. Lola, embrujada por la cálida noche a la orilla del mar y por las copas, a las que no estaba acostumbrada, le respondió que yo le había propuesto más de una vez cosas parecidas y casi seguro no habría inconvenientes, que el problema era Maria". Tomás, besándola en la comisura de los labios le susurró "de Maria me encargo yo". Lola, sonriendo, dijo en voz alta "Cambio de pareja".

A regañadientes hicimos el cambio de pareja y mientras bailábamos Lola me comentó al oído su conversación con Tomás. Me quedé literalmente de piedra, aunque lo veía venir, no me lo esperaba tan directo. No sabía qué pensar pero la dureza de mi nabo dejaba bien clara mi opinión. Acabó la canción y en la radio se pusieron a hablar, por lo que nos volvimos a sentar. Intentamos retomar la conversación, pero la excitación sexual que flotaba en el ambiente nos llevó al asunto de cómo satisfacer bien a una mujer. Intervine diciendo que un error que cometen muchos hombres, la mayoría, es pensar exclusivamente con la polla. Pocos preliminares, meterla hasta el fondo, cuatro meneos, correrse, media vuelta y a dormir. Maria dijo con una sonrisa triste que le parecía que estaba describiendo a Luis. "los jóvenes no sabéis cómo hacer según qué cosas", dijo Tomás. "¿Cómo que no? ¿hacemos una prueba?", respondí yo. "A ver si eres capaz de excitar a Maria sin que tu polla sea la protagonista", terció Lola, dirigiéndose a mí. "Eso, a ver de lo que eres capaz", sentenció Tomas. Maria, con las mejillas sonrosadas, dijo: "No sé si esto esta bien".

Poniéndome de pie y dirigiéndome hacia Maria, le dije: "Lola está de acuerdo, Tomás quiere que lo demuestre, tu marido esta durmiendo y tú puedes hacerme parar cuando quieras. ¿Por qué iba a estar mal?". Sin darle tiempo a responder, me situé detrás de la silla donde se sentaba y apoyé mis manos muy suavemente sobre sus hombros. Comencé a acariciárselos en círculos, sólo con las yemas de los dedos, dirigiéndome hacia sus omoplatos y resbalando por su espalda desnuda hasta llegar a la braga del bikini, para volver a subir muy suavemente por los costados, acariciándole el nacimiento de los pechos por encima de la tela del bikini, que era lo único que llevaba encima.

Ronroneando, cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, como ofreciéndome sus carnosos labios. Pasé mis manos por su rostro, dibujando el contorno de cada uno de sus rasgos con los dedos y pasando las manos por sus costados. Volví a acariciarle en círculos, ahora en el estomago desnudo mientras recorría su cara con la boca, dándole besos muy delicados y vaporosos, hasta llegar a la suya y fundirnos en un beso húmedo y profundo, apresándonos las lenguas y sumergiéndonos en una pasión desconocida. Sin deshacer tan lujurioso beso, pasé mis manos por sus senos, primero dibujándolos con los dedos, luego cogiéndolos con fuerza, para pasar a acariciarle con delicadeza los pezones y pellizcárselos a continuación con un punto de violencia, la justa para que comenzara a gemir desesperadamente, mientras sus piernas, de forma instintiva, se abrían un poco más. Pasé las manos por las tiras del sujetador del bikini y con un movimiento lento, descubrí sus preciosos senos. Eran grandes, con el pezón enhiesto y duro. Deshice el beso para dedicarme a ellos. Mientras giraba para pone

rme enfrente de ella y sin dejar de besarle los pezones, me agaché entre sus piernas y comencé a acariciarle las piernas, empezando por los pies desnudos, hasta llegar a los muslos, recorriéndolos primero por la cara interna, luego dibujando los bordes de su bikini y volviendo a bajar. Dejé de besarle los senos y me puse de pie delante suyo, quedando mi polla, dura y pugnando por salir del pantalón corto, a la altura de su cara. La hice levantarse y le pedí que se tumbara encima de la mesa boca arriba. Mientras lo hacia, vi que Tomás estaba de pie, apoyado en la barandilla con Lola delante suyo, apoyada en él. Ella tenía su mano dentro del pantalón de él, masajeándole suavemente el paquete y él la acariciaba los senos con ambas manos, dándole besos en cuello y oreja. Eso sí, ambos nos miraban fijamente, sin perder detalle del espectáculo que estábamos dando.

Maria se colocó boca arriba, completamente desnuda, y encogió las piernas para poder apoyarlas en la mesa, quedando su vulva palpitante y abierta completamente abierta. "Cierra los ojos", le pedí y empecé a acariciarle los senos de nuevo. Cuando los hubo cerrado, con un gesto llamé a Tomas y Lola, para que se acercaran. Mientras me situé entre sus piernas y abriéndole la vulva con delicadeza le introduje mi lengua. Noté cómo se estremecía todo su cuerpo, soltando un fuerte suspiro al sentir el contacto. Reseguí la línea de su raja, dando pequeños golpecitos con la lengua en la entrada de su vagina, para luego chupar y lamer con fruición su clítoris, dedicándome por entero a él. Acto seguido introduje un dedo en su vagina, que se lo tragó literalmente. Me pareció que le sabía a poco, así que le introduje un par más y comencé a juguetear con otro en su ano. El suspiro inicial se había convertido en un rosario ininterrumpido de gemidos de placer, así que comencé un mete-saca con los dedos cada vez más acelerado y fuerte y levantando la cabeza la observé. Se había cogido a la mesa con las manos y movía la cabeza de un lado a otro gimiendo desesperadamente. Le dije" no abras los ojos" y mirando a Lola y Tomas, les indiqué por gestos que participaran. Lola que no había soltado el cipote de Tomas, seguía meneándoselo pausadamente. Él cogió la mano de Lola y acercándosela a los senos de Maria, la hizo acariciárselos. Ella no lo había hecho nunca y comprobó entre sorprendida y extrañada, la textura y el tacto de unos senos que no eran los suyos. Cuando Tomas vio que Lola empezaba a disfrutar la situación, pasó su mano por detrás de ella y con extrema suavidad, se la introdujo bajo el bañador, acariciándole las nalgas y el chocho, mientras ponía su polla en la boca de Maria, que, aun con los ojos cerrados, se limitó a abrirla y comenzar a succionar. Volví a dedicarme a lamer la raja de Maria, yendo de su clítoris hasta su ano y depositando cuanta saliva podía en él. Le pedí a Lola que se pusiera en cuatro, encima de Maria, por que así seria todo más cómodo. Sorprendentemente, me obedeció y una vez lo hubo hecho, apoyé la punta de mi polla en el ano de Maria, le pedí a Lola que le acariciara el clítoris a Maria. Lola me miró extrañada, yo sabía que nunca lo había hecho y si alguna vez lo habíamos comentado ella respondía que le resultaba algo repulsivo. Le insistí, diciéndole que sólo tenía que pensar que era su chumino y hacerle lo que a ella le gusta hacerse. Decidió probar y por los gemidos de Maria, parecía que lo hacía de maravilla. Aproveché el gusto que sentía Maria para acabar de forzar su entrada posterior, metiéndosela hasta el fondo. El grito de ella quedó apagado por la polla de su suegro, que atento a todos mis manejos, se la había metido completamente en la boca. Una vez relajado su esfínter y gozando como una loca de los manejos de Lola, Tomás se retiró y orientó a Maria hacia el chocho de Lola, que alucinó al sentir la boca de una mujer sorbiéndole todo el chumino como nadie le había hecho antes. Tomás se subió a un taburete para llegar bien y sin pensárselo dos veces, se la introdujo a Lola hasta el fondo, comenzando a bombear en su empapado chocho, disputándoselo a su nuera que no dejaba de lamer.

La escena era digna de que el marido de Maria despertara:
Su mujer tumbada boca arriba en la mesa haciendo un sesenta y nueve con mi mujer, mientras yo le bombeaba por el culo y mi mujer recibía alternativamente las lamidas de Maria y la polla de Tomas, que la follaba sin pausa y la tenía en la gloria. Mantuvimos la postura durante bastantes minutos, en los cuales noté varios orgasmos, tanto de Lola como de Maria, hasta que Tomas comenzó a gemir cada vez más fuerte y a decir "me voy a correr". No aguanté más y dándole fuertes sacudidas, se la clavé a Maria lo más profundo que pude mientras notaba cómo me vaciaba en su interior. Tomás justo antes de correrse, se la sacó a Lola y aprovechando la posición se la introdujo a Maria que recibió una abundante corrida en el interior de su boca.

Ya más relajados, deshicimos la postura y nos acomodamos en las sillas, por un Lado Tomas con Lola y por otro yo con Maria, sin dejar de acariciarnos. Entonces comentó Tomas "ahora vamos a ver cuál de vosotras es más hábil con una polla en la boca, la que primero consiga levantárnosla, recibirá las dos pollas a la vez, ¿qué os parece?". Con algún comentario jocoso de Lola sobre lo machistas que podemos llegar a ser, Tomás se levantó y le ofreció su polla a Lola, mientras que Maria se inclinaba hacia la mía. La sensación era maravillosa, notar cómo la vecinita se deleitaba sorbiéndome los huevos, lamiéndome la polla que ya comenzaba a ponerse morcillona y jugaba con su lengua en mi capullo mientras veía hacer lo mismo a mi mujer con el vejete "asqueroso" que tanto morbo le daba y que tan caliente la tenía desde hacia semanas.

Lógicamente, mi cipote se puso en posición de firmes mucho más rápido que el de Tomas, por lo que, acomodándome en una tumbona, la hice sentarse encima mío. Muy lentamente, se empaló notando como su chocho seguía abierto y empapado. Comenzó a cabalgarme, mientras la masajeaba las tetas me dijo que nunca su marido había conseguido lo que nosotros esa noche. Tomás, que ya había empalmado, se acercó a nosotros y inclinando a Maria hacia mí, se la colocó por detrás. Sorprendentemente, aún tenía el ano dilatado y entró con mucha facilidad. Al notarse empalada por sus dos agujeros, Maria comenzó a cabalgarme con furia, cada vez más fuerte, ajustándose a su ritmo Tomás, de forma que cuando salía mi polla entraba la suya, encontrándose ambas a medio camino a través de la delgada separación entre ano y vagina.

Lola, mientras tanto, en la tumbona de al lado, se acariciaba el clítoris, frotándose con los dedos circularmente, disfrutando de la vista que era digna de una película porno. Maria, en cambio, estaba en medio de un largo, explosivo y agotador orgasmo, saltando como una posesa sobre mí y pidiendo más y más casi a gritos, mientras se retorcía de placer. De repente, se paró en seco dando un profundo gemido y cayó desplomada encima mío. La secuencia de orgasmos y la brusquedad de sus movimientos la habían dejado agotada. Tomás, sin darle un respiro, se la sacó y se la puso en la boca. Ella, con pocas ganas, se la chupó hasta dejársela limpia, momento que aprovechó Tomas para dirigirse a la tumbona de al lado, donde Lola le esperaba, ofreciéndole su chocho abierto y empapado. Se puso encima de ella e introduciéndosela de un solo empujón, comenzó a follársela salvajemente. Lola, que estaba al borde del orgasmo, se corrió rápidamente, sin que por ello Tomas parara, dándole cada vez más fuerte y con más ganas. Maria, algo recuperada, se puso a cuatro patas sobre la tumbona y bajando por todo mi cuerpo, me fue lamiendo las tetillas, el pecho y el vientre, hasta llegar a mi polla, todavía dura, para dedicarse a lamerla. Lo hacía con rabia, como queriendo devolverme el placer que le acabábamos de dar, introduciéndosela entera, hasta la garganta y volviendo a sacarla.

Lola, mientras tanto, se había puesto en cuatro y le pedía a Tomas que la enculara, con cuidado, pero que la enculara. Al oírlo me quedé sorprendido, porque no era nada habitual, alguna vez lo habíamos intentado, con muy poco éxito. Tomás se dedicó a lubricárselo bien y cuando vio que estaba lista, se la introdujo poco a poco, centímetro a centímetro, mientras le acariciaba el clítoris y le introducía varios dedos por la vagina. Cuando consiguió introducirla completamente, tras reposar unos segundos, inició un lento mete y saca, acompañado por movimientos circulares de las nalgas de Lola, que los hicieron explotar en un largo y pausado orgasmo que hizo chorrear semen por las piernas de Lola. Al ver esto, no me quise retener y le pedí a Maria que me masturbara fuertemente con la boca abierta y la lengua fuera. Después de unas cuantas sacudidas me corrí, llenando la lengua, el pelo, las tetas y todo lo que pude de semen. Cuando salió el ultimo chorro, Maria se quedó con mi polla a un centímetro de su boca, unidos por un delgado hilo de semen que iba de su lengua a mi capullo. Mirándome con cara de puta viciosa, pasó la lengua en círculos por todo mi capullo, extendiendo la leche que acababa de echar por él, para luego introducírsela hasta el fondo y mamármela hasta dejarla brillante de saliva. Llegado ese momento, Lola se dirigió a mí y cogiéndome por los hombros me dio un beso largo y profundo, diciéndome al acabar "hoy me has hecho muy feliz", para posteriormente darle otro a Maria, notando los restos de mi semen.

Recompusimos nuestra ropa y nos sentamos. Habíamos decidido tácitamente no dar mayor importancia a lo que acababa de ocurrir, y continuamos charlando como si tal cosa, viendo como amanecía. Maria comentó que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de su cuerpo, a lo que Tomás le dijo que probara a enseñar algo de lo aprendido a su hijo Luis. Lola comentó que también había disfrutado muchísimo, explicó cual era su relación previa con Tomas, y lo que sentía cada vez que él le había dicho una ridad de las suyas. Que ya habíamos imaginado hacer algo así, pero que nunca lo habíamos llevado a la practica y yo tercié diciendo que habría que repetirlo. Al poco rato apareció el marido de Maria que bostezando nos preguntó qué tal la noche, que cómo era posible que aguantáramos hasta el amanecer. "Pues mira, se nos ha pasado el rato charlando", dijo Maria. "Sí, conociéndonos mejor" dije yo, guiñándole un ojo a Lola y Tomas, que sonreían metiéndose mano a espaldas de Luis.

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