Esta historia, cargada de morbo por la edad de mi sobrino, no me resulta
del todo grata, pues, con el tiempo y a pesar de mi buena relación con
el protagonista, no he dejado de pensar si aquello fue bueno o no,
aunque, desde luego, sin consecuencias aparentemente dramáticas para
nadie. Planeamos vacaciones mi marido y yo, visitar a mi hermana con su
marido y sus 3 hijos, pero como algunas veces pasa mi esposo tuvo un
imprevisto en el trabajo y no pudo viajar, consideramos que yo hiciera
el viaje pues mi marido planteo que era injusto que cancelara, así que
con la promesa de que él me iba a alcanzar en cuanto se desocupara tome
rumbo a casa de mi hermana.
Llegue a casa de mi hermana, quien me recibió con mucho gusto y con un
poco de desilusión al llegar sola, pues siempre ha tenido muy buena
relación con mi esposo… platicamos y almorzamos y poco a poco se fue
reuniendo la familia, mi cuñado siempre con sus halagos pues me
caracterizo por vestir un poco entallada, mis sobrinos me saludaron con
tanto entusiasmo, dos varones y una niña, el mayor de ellos era Luis de
14 años, quien hacía tiempo no lo veía y ya era todo un jovencito,
aprecié cierto cambio en mi sobrino, que siendo desde siempre un
muchacho serio y reservado, mostraba un aire de hombrecito muy
atractivo.. Me instale en el cuarto de Luis, y él se mudó a la
habitación de sus hermanos.
Al día siguiente mi sobrino platico que durmió muy incómodo, por lo que
le ofrecí compartir la habitación, nadie dio mayor importancia al
cambio, por supuesto que yo mucho menos, cuando era más pequeño los
visitaba con frecuencia y como él tenía miedo a las pesadillas
dormíamos en la misma cama, haciéndolo sentir más protegido, así que no
pusieron trabas a que siguiésemos durmiendo juntos, lo cual, he de
reconocer, me alegró.
Desde la primera noche ya él mismo mostró un cierto pudor al cambiarse y
yo, viendo este reparo, también sentí un poco de vergüenza al ponerme
mi habitual camisón para dormir, pero de estas apreciaciones mías no
puedo decir que surgiese ninguna disposición por ninguna de las dos
partes, pues sería después cuando se desatarían ciertos acontecimientos
que me mantuvieron impresionada tiempo posterior.
Tras una larga charla de la primera noche sobre nuestras cosas
habituales después de todo un año sin vernos, le dije que estaba ya
muerta de sueño, pues serían las 2 de la madrugada; A mi cuñado se le
oía roncar suavemente hacía más de una hora, pero mi sobrino no mostraba
signos de cansancio. Estaba locuaz y muy interesado en mí, preguntando
sobre mi marido y lo que hacíamos en la cotidianidad.
Cuando el sueño me venció y podría llevar dormida posiblemente una hora,
comencé a notar una suave presión sobre mi trasero, más bien hacia mi
entrepierna que, aunque me causó cierta sorpresa, pude controlar mi
primer impulso de separarme y girarme para ver de qué se trataba. Fingí
seguir dormida y esperar acontecimientos hasta aclarar el verdadero
origen y sentido de este hecho que, por otra parte, se me antojaba del
todo evidente: mi sobrino debía estar acercándome su miembro en una
búsqueda de sexo simulado, pues estaba claro que ya debían haber
despertado sus sentidos y era probable que su instinto le impulsase a la
búsqueda de ésta experiencia que, por otra parte, a mí me causaba
cierta turbación y excitación. Yo estaba vuelta de espaldas a él y en
posición fetal.
Esperé unos minutos y me cercioré de que mi impresión era cierta: estaba
frotando suavemente su miembro –no sabía si desnudo- contra mi camisón,
a la altura de mi ano. Abajo del camisón, yo solía dormir con braga,
eso sí, de las de antes, es decir, hasta la cintura y con un dedo de
pata, a prueba de hombres calentones.
Mi sobrino continuaba con su faena acercando su pene a mi punto más
excitante, a la vez que muy suavemente me subía el camisón ligeramente,
intentando liberar de obstáculos su contacto conmigo; yo continuaba
fingiendo estar profundamente dormida, sin mover un solo músculo y
simulando una respiración pausada y profunda e imitando ligeros
ronquidos, a fin de darle una mayor confianza en su impunidad, resultado
que efectivamente conseguía. Cuando pudo levantar el camisón
ligeramente por encima de la braga, su pene entró en contacto directo
con mis piernas, en su parte más superior y rozando mi vagina desde su
exterior. La verdad es que me encontraba muy excitada y expectante
acerca de su control de la situación pues, sorprendentemente, apenas
movía un músculo que no fuese para ir colocándose en la posición de que
buscaba y que, debía ser, colocar su pene entre mis piernas a la altura
de la vagina y notar el contacto del calor de mi zona más erógena. Yo,
trataba de ahuecar mis piernas para facilitar su penetración entre
ellas, pero sin que notase que era un movimiento consciente por mi
parte. Mi intención era disfrutar del momento sin que mi sobrino pensase
que yo lo había consentido voluntariamente.
Al cabo de unos largos minutos de quietud total en aquella posición,
noté como mi sobrino daba unos suspiros ahogados y como mi braga se
humedecía, algo más de lo que ya estaba, con una eyaculación de mi
sobrino que, fruto de su control total, no había movido ni un solo
músculo mientras parecía disfrutar de un orgasmo placentero. Supongo que
pensaría que por la mañana ya se habría secado y yo no notaría gran
cosa. En fin, como quiera que fuese, esa primera noche mi sobrino se
mostró ya un hombrecito y a mí me dejó con la miel en los labios…
mayores.
Al día siguiente, por supuesto, ninguno comentamos la incidencia de la
noche y yo me dediqué a lavar mi ropa interior, que se encontraba
manchada con algo pastoso, como era de esperar. Mi sobrino no mostró
inquietud alguna, actuando con total normalidad, algo que me sorprendió;
si me dirigía a él, no mostraba nerviosismo alguno y su comportamiento
era el habitual. Salió a jugar con sus hermanos y la única referencia al
tema vino por su ofrecimiento de echarnos la siesta, algo que era
normal en casa y sobre todo en verano. Yo, incomprensiblemente, sí
mostré cierto nerviosismo por su ofrecimiento y directamente le dije que
no podía y que se echase él solo, pues así dormiría mejor. Declinó la
oferta y la aplazó para cuando yo también me acostase con él… "para
hablar, añadió".
La noche llegó implacable y con ella mi expectación a los nuevos
acontecimientos. ¿Qué sucedería? ¿Se atrevería mi sobrino a intentarlo
de nuevo? ¿Debía yo darme por enterada? En fin, no sabía qué hacer ni
qué pensar, así es que me abandoné a los sucesos que me deparase el
destino. Para ésta ocasión, recordé que tenía unas bragas muy viejas,
que sabía que no había llegado a tirar y muy suaves y mucho menos
pudorosas que las del día anterior, hasta el extremo de que ya las tenía
desechadas y sin usar por su extremo deterioro, pero pensé podrían
venir bien para el caso. Desde luego, por la zona más baja, se
encontraban tan mal que se habían abierto ciertas perforaciones, a pesar
de su doble capa protectora; todo esto no me preocupaba lo más mínimo,
pues su objetivo no era lucirlas ante nadie, sino tratar de
aprovecharme, yo también, de un contacto lo más directo posible, pues a
mi edad todavía mi deseo y ardor son aún más intensos que los de mi
sobrino, supongo.
También debía propiciar la sensación de mayor seguridad para él y
favorecer un contacto un poco más activo, pues su prudencia en los
movimientos no permitían que yo gozase de grandes sensaciones. Debía
diseñar una estrategia y dársela a conocer de una manera sutil, sin que
él se diese cuenta de mis intenciones reales.
Con estos preparativos, por segunda noche nos fuimos a acostar y
comenzamos a charlar, como nos gustaba hacer, preguntándole a mi sobrino
si había dormido bien o estaba muy estrecho conmigo en la cama. Me
aseguró que no tenía problema ninguno y que había dormido perfectamente.
Yo le dije que a veces sufría de insomnio, sobre todo en verano por el
calor y que para ayudarme a dormir, el médico me había recetado unas
pastillas buenísimas, hasta el extremo de no llegar a oír a nadie,
cuando me llamaban por la noche, el día que las tomaba.. Ahora también
había decidido tomar las pastillas, pues conmigo en la cama y el calor
de las noches manchegas, me hacían despertarme con frecuencia. Eso sí,
si mi alguien llamaba por la noche, se tendría que levantar él, aunque
fuese por encima de mí, sin temor a despertarme, pues eso era
prácticamente imposible y dado que mi sobrino dormía junto a la pared y
yo en la parte de fuera.
Esto pareció causar el efecto deseado y sin más comentarios, ambos nos
dispusimos a "dormir", eso sí, asegurándome de que Luis viese como me
tomaba el bendito somnífero, que no era sino una vulgar aspirina. Yo me
giré hacia la cama de mi madre y dando la espalda a Luis y él se giró
hacia la pared. Ahora solo quedaba esperar. No es necesario añadir que
la inquietud no me permitía dormir, pero debía simularlo, así es que
comencé a imitar la profunda e intensa respiración de los durmientes
profundos, con un suave ronquido incluido que, efectivamente, movilizó a
mi sobrino al que noté girarse hacia mí pasados unos breves minutos.
Yo, había adoptado una postura forzada que facilitase un acceso total a
mis partes más sensibles e intencionadamente me di una vuelta completa
para que el camisón quedase por encima de mi cintura.
La luz de la luna penetraba por la ventana del lado de Luis, por lo que
su visión debía ser perfecta y no tendría que esforzarse mucho tanteando
para localizar su diana. Así, en un par de minutos más, ya comencé a
notar su pene erecto justamente en mi vagina, que ya ardía de pasión
esperando su visitante. Yo me dispuse a disfrutar algo más que la noche
anterior, pero Luis, inesperadamente se apartó de mí. Yo esperé
expectante, cuando sentí que mi sobrino me llamaba en voz baja; yo
callé. Me volvió a llamar en voz algo más alta y volví a callar. Me dio
un pequeño empujón en el hombro izquierdo y yo sin moverme. Llegó a
zarandearme suavemente y yo igual, silencio y simulación total de estar
en coma profundo. Era evidente que trataba de asegurarse de que el
somnífero había hecho su efecto. Me tranquilicé y ahora esperaba que
fuese algo más agresivo.
El seguía insistiendo incrédulo, esta vez me empujaba sobre otras zonas
de mi cuerpo, comprobando mi sensibilidad, así, tanteó me cintura, mi
brazo, mis caderas –aprovechó para elevar el camisón un poco más-, mis
nalgas…mi vagina a través de la braga…etc., en fin, me dio un magreo
completo hasta estar totalmente seguro de que estaba profundamente
dormida y cuando se convenció, me acercó, más bien me clavó, su pene en
la braga, a la altura de la vagina y se atrevió, incluso, a sujetarme
por las caderas, comenzando un suave vaivén rítmico que me hizo suspirar
de gozo y sin poder controlarlo provocando, por su parte, una parada
absoluta de movimientos. Al poco, nuevo vaivén y restregones sensitivos
en nuestras partes sensibles. Yo, casi imperceptiblemente, también
sincronicé un levísimo movimiento facilitando y potenciando a la vez el
suyo, pero ésta vez él no paró. Yo sentía su pene entrar y salir entre
mis piernas rozando mi vagina y, al poco, se atrevió a meter su mano
izquierda bajo mi camisón alcanzando mis pechos que comenzó a manosear
inmediatamente, ya sin recato alguno.
Bueno, la situación no permitía otra cosa, de modo es que yo ya estaba
para no poder aguantar mucho más, así es que me decidí a cambiar de
posición para ver si llegábamos a una posición aún más sensitiva; tras
unos iniciales movimientos de advertencia en los que mi sobrino
suspendió su actividad de inmediato y se separó de mí, yo me metí la
mano en la braga como para rascarme, consiguiendo bajarla hasta
prácticamente verse mi vello púbico.
En esa posición y con las piernas encogidas para darle más facilidades,
me dispuse a iniciar otra sesión de simulación de sueño profundo que
animase a mi sobrino a continuar con su actividad, pues le ofrecí una
posición realmente llamativa capaz de tentar al más tímido.
No tardó en comenzar a moverse estudiando la forma de colocarse, tal
como supuse. Estaba segura de que se acordaría de mi ofrecimiento de
pasar sobre mí, si era necesario. Al instante comenzó a tocarme y
llamarme para ratificar que aún estaba profundamente dormida. Me pasó la
mano por todo el cuerpo, incluida mi vagina, que ya tocó directamente y
sin el obstáculo de la braga, pues tan baja como yo misma la había
situado, permitía el acceso directo desde todas sus aberturas. Subiendo
su mano por mi muslo, llegó a la ingle y la pasó, sin mayores reparos,
sobre mi sexo desnudo, pasando sus dedos sobre los labios de mi vagina
que estaba totalmente húmeda. Yo di un escalofrío y él también.
Ya con la prueba superada, me acercó de nuevo su pene a mi entrepierna
pero ya accediendo al contacto directo en si sexo, comenzando a moverse
y, acercándose cada vez más, llegó a introducir parte de su pene en mi
vagina, provocando en mí una excitación total que casi no podía
reprimir. A los breves minutos saco su glande de mi vagina y eyaculó
entre mis piernas. Sus temblores me contagiaron y yo también, con una
discreta ayuda de mis dedos, en esta ocasión conseguí correrme también.
Pronto se dio la vuelta y de nuevo me quedé con la "miel en los labios". Supongo que él también deseaba más, pero se reprimió.
A la mañana siguiente yo me desperté temprano y me arreglé un poco, pues
las bragas las tenía a la altura del medio muslo y el camisón por
encima de los pechos. Durante todo el día no podía concentrarme pensando
en lo que había pasado, quería más… cómo hacer que esto concluyera
antes de la llegada de mi marido, de modo que me dediqué el resto del
día a preparar la estrategia, de tal modo que pudiese hacerle a él
responsable de todo y se viese obligado a guardar silencio bajo amenazas
mías de denunciarle. Pensé en fingir un embarazo y responsabilizarle a
él, que tendría que aceptar que por las noches, estaba abusando de mí.
Sí, parecía un buen argumento de momento. Me dispuse a llevar adelante
mi plan y le propuse a Luis, para después de comer y cuando todos
estaban echado la siesta, subir a la cámara de la casa a jugar en el
granero y buscar cosas antiguas en arcones viejos que conservaba mi
hermana de nuestros padres ya fallecidos. Como era de esperar, aceptó en
el acto.
Una vez recogida la cocina después de comer, nos apresuramos a subir a
la buhardilla de la casa, en donde estaba el granero y comenzamos a
abrir baúles viejos y muebles desechados, pero en un momento determinado
le dije a Luis que quería hablar con él. Con cara de sorpresa él, y yo
de circunstancias, le expliqué que creía haberme quedado embarazada. El
enrojeció y comprendí que el plan se desarrollaba dentro de lo previsto.
Le dije que si sabía lo que era eso y lo que significaba; confirmó que
sí estaba informado y sobre las consecuencias le expliqué que
posiblemente mi esposo me dejaría y luego que el padre sería denunciado y
obligado a sostener al hijo de por vida. Luis puso mirada de asombro y
miedo y bajó su vista. En éste momento le dije que yo con mi esposo no
había hecho nada malo y lo único que se me ocurría era si él sabía algo,
pues llevaba 2 días levantándome mojada de semen de hombre en las
bragas. Aquello fue demasiado para un niño de 14 años y rompió a llorar.
Yo no pude evitar abrazarle y tratar de consolarle, pero eso sí,
intentando que asumiese su responsabilidad y su culpa. Puede que no
fuera muy ético, pero en el plan se incluía una compensación adecuada.
Le insistí en si podía decirme algo y entre sollozos, me dijo que había
sido durmiendo, que no se había dado cuenta y que había sido sin querer;
que no volvería a pasar, pero que no se lo dijese a nadie que él era el
padre.
Ya en mis manos, le prometí que no saldría de mí quien era el padre si
él me prometía no volver a hablar nunca con nadie, salvo conmigo, de lo
que había pasado entre nosotros y que confiaba en poder arreglar el
asunto con un medicamento que me daría la farmacéutica. El pareció más
tranquilo y trató de explicarse sobre lo sucedido, diciéndome que ya le
había pasado en otras ocasiones por la noche, soñando, … etc., pero que
no se había dado cuenta de que me había manchado a mí.
Había llegado el momento de llevar adelante la 2ª parte de mi plan y
comencé por preguntarle si sabía lo que era hacer el amor, contestándome
él que sí. Yo le pregunté si lo había hecho con alguna chica y me dijo
rotundamente que no. También le pregunté si sabía lo que era masturbarse
y enrojecido me dijo que sí, pero que él no lo había hecho nunca.
También le conté lo mismo sobre mí, pero que yo sí me había masturbado
en alguna ocasión y que podría enseñarle si él quería, aceptando el
ofrecimiento, aunque me dijo que le daba vergüenza. Yo le propuse
masturbarnos el uno al otro y él asintió mostrando su plena conformidad,
pero que debíamos desnudarnos los dos, pues hacía un calor terrible,
más aún en aquella zona de la casa. Así es que le indiqué que se
recostase sobre el trigo y comencé a tocarle su pene, ya muy erecto, a
través del pantalón, lo que pareció gustarle, por lo que poco a poco le
fui descubriendo su miembro quitándole el pantalón primero y luego los
calzoncillos.
Él estaba rojo de vergüenza, y yo de pasión. Me sorprendió de
sobremanera las dimensiones del pene de un niño de 14 años. Apenas tenía
vello y sus testículos eran pequeños y muy duros. Yo estaba ardiendo
de pasión y morbo, pero no quería mostrar mis debilidades. Comencé a
acariciar su miembro y sus testículos y el cerró los ojos. Mis caricias
se convirtieron en frotación suave, mientras le acariciaba el resto del
cuerpo con la otra mano, pero antes de poder concentrar mi esfuerzo en
serio, comenzó a dar espasmos y a eyacular con unos chorros de semen
sorprendentes, que mancharon mi ropa y todo su vientre. No pude sino
procurar que lo disfrutase al máximo sincronizando mis movimientos con
sus latidos de placer.
Después de esta primera experiencia, yo comencé a desnudarme,
quitándome la bata que llevaba sobre una braga negra y muy atrevida,
provocando el efecto deseado de despertar en mi sobrino una atracción
inevitable. Se acercó a mí y me tocó los pechos, los cuales estaban
duros por mi y con unos pezones aún más duros de la excitación que
sufría. Yo le bajé la mano a mi entrepierna, pues estaba ardiendo de
pasión y deseaba más que llegar a un orgasmo lo antes posible. Yo me
recosté sobre mi bata en el trigo y le dije que me quitase las bragas,
lo que él hizo al instante, dejando al descubierto mi sexo poblado de un
vello negro, como mi cabello y con los labios mayores enrojecidos y
chorreantes de flujo vaginal. Luis, entre asustado y excitado, puso su
mano sobre mi sexo con ciertos reparos y yo le animé a meter sus dedos y
acariciarme toda la zona, como yo le había hecho. Se puso manos a la
obra y, torpemente, consiguió excitarme aún más. Yo viendo su falta de
iniciativa, le pedí que se pusiese de rodillas entre mis piernas, para
tener un más cómodo acceso a mi vagina, aunque lo que en realidad
buscaba era irle posicionando para provocar una experiencia sexual
completa. En esa posición, su pene estaba a escasos centímetros de mi
sexo y me pareció más que probable que él intentase colarse dentro, pero
pasaba el tiempo y él no se arrancaba, por lo que le pedí que, desde
esa posición, me acariciase un rato los pezones. Eso le obligó a
extenderse sobre mí y llevar su pene hasta justo la entrada de mi sexo,
pero le indiqué que no debía penetrarme, pues eso no era conveniente
hacerlo entre parientes y sin saber si el embarazo sería o no posible.
El asumió esta responsabilidad y yo me liberé de ella, con el fin de
poder inculparle al cien por cien cuando se consumase el coito.
Era del todo previsible que, en esa posición y tocando y lamiendo mis
pechos, su pene no podría evitar la penetración, comenzando con unos
restregones sobre mi vagina que rápidamente corregía retrocediendo un
poco, pero casi de inmediato volvía a su posición natural y volvía yo a
provocarle alzando ligeramente mis caderas, hasta que ya no debió poder
controlar más y se dejó caer sobre mí penetrándome de una vez. Sentí un
dolor inicial, pero inmediatamente un placer intenso, notando su pene
que alcanzaba todo mi ser.
Gimiéndole que por favor no lo hiciese, a la vez le apretaba contra mí
reteniéndole y moviéndome rítmicamente para favorecer también su aumento
evidente de placer. A mi requerimiento noté que trató de echarse atrás y
salir de mí, pero evidentemente no le dejé. Con un vaivén cada vez más
rápido, tras unos breves minutos de placer y calor, alcanzamos juntos un
orgasmo tremendo, lanzando Luis un largo quejido con sus dientes
apretados y apretándome profundamente en una penetración casi dolorosa,
pero a la que yo también contribuía elevando mi pelvis contra mi
sobrino. Noté nuevamente su descarga seminal, esta vez dentro de mí.
La parte más negativa de esta experiencia fue éste momento. Tras unos
minutos de éxtasis en los que mi sobrino quedó sobre mí sudoroso y con
ligeros espasmos hasta que, de repente, comenzó a sollozar abrazado a mí
y diciéndome que ahora que iba a pasar, pues me habría quedado
embarazada y, en este momento, comprendí que Luis aún era un niño y me
arrepentí de lo que había hecho, no solo en lo que respecta al sexo,
sino el haberle cargado con toda la responsabilidad que ahora le
abrumaba. No pude por menos que reconfortarle y tratar de convencerle
de que podría arreglar el asunto sin ninguna trascendencia, pues tenía
mucha amistad con la farmacéutica y era seguro el tratamiento que me
había dicho, así es que no teníamos por qué preocuparnos. Me dijo que no
quería volverlo a hacer más y yo me supuse, que una vez probada la
miel, sería difícil espantar a las moscas. Era cuestión de tiempo. De
cualquier modo, seguía con mi interés en que se considerase responsable
máximo, con lo que me aseguraría de su silencio.
Después de aquello, bajamos a la casa y todo transcurrió con absoluta
normalidad, aunque yo aún ansiaba repetir la experiencia con Luis, pero
no debía darle a entender que la instigadora de todo había sido yo. El,
por el contrario, mostraba un aspecto cabizbajo y apesadumbrado. Yo me
alegraba en silencio.
De nuevo, en la noche, pensaba provocarle de nuevo y volver a gozar
intensamente del sexo, pues realmente, ahora me daba cuenta de lo
necesitada que me encontraba. Mi sobrino me dijo que no quería volver a
acostarse conmigo, pero le hice desistir de su empeño haciéndole ver lo
anormal que verían sus padres y toda la familia esta actitud, que no
debía preocuparse y siguiese mostrando total normalidad para no
despertar sospechas.
Nos fuimos a la cama y rápidamente mi sobrino se dio la vuelta hacia la
pared y yo me dispuse a esperar, eso sí, diciéndole que si no le
importaba que me quitase el camisón pues hacía un calor insoportable.
Esa noche yo no me había puesto bragas y esperaba que él lo viese. Me
giré hacia él y, abrazándole, le pregunté si estaba preocupado. En fin,
tras tratar de hablar con él un rato y tranquilizándole sobre una nueva
consulta realizada a la farmacéutica, conseguí que se girase hacia mí,
dándose cuenta entonces de que estaba totalmente desnuda. Trató de no
mostrar interés y yo procuré no seducirle, pero seguía abrazada a él y
con mi pierna sobre su miembro, hice unas pequeñas maniobras que me
indicaron que comenzaba a debilitarse su determinación.
Al poco ya se giró hacia mí y me tendió su brazo sobre mis caderas,
dirigiendo su mano a mi trasero desnudo y tocando suavemente, comenzó a
colocarse mejor para situar su pene lo más cerca posible de mi vagina
igualmente desnuda. Yo le facilité la maniobra y le pregunté si se había
vuelto a excitar, asintiendo levemente con su cabeza. Yo tampoco podía
aguantar mucho más, así es que tomé un momento la iniciativa y le saqué
su miembro para situarlo en la puerta de mi sexo.
No esperó más y situándose de rodillas entre mis piernas y con el pene
al descubierto y en completa erección, apoyó sus brazos a los lados de
mi cuerpo y a la altura de mis senos, comenzó a chupar y lamer mis
pezones.
Yo me derretía de gusto. Enseguida comenzó a restregar su pene sobre mi
vagina y a volvernos locos de nuevo los dos y en un momento y ya sin
ningún reparo y creo que poseído de una pasión que le hizo perder
totalmente el control, apoyando su mano izquierda a mi lado y con la
derecha sujetó su pene y lo enfocó directamente a mi sexo, completamente
a su disposición, introduciéndolo suave y lentamente. Yo no pude
reprimir un quejido de placer y mi sobrino hizo otro tanto, dejándose
caer sobre mí sin, ajeno ya de sus actos. Yo le abrace apretando sus
nalgas contra mí y él, lejos de alarmarse, continuó penetrándome con una
intensidad que me causaba dolor inicialmente, pero pronto pasó a ser un
placer sin límite. Yo trataba de disminuir la intensidad de los
empujones de mi sobrino, mas por el ruido que por otra razón, pero él no
obedecía a razones y, al momento, sentí como inundaba mi interior de un
fuerte chorro de esperma ardiendo, que me hizo a mí también correrme
como si llegase a perder el sentido; mucho mejor que la primera vez de
esta tarde.
Como no deseaba terminar la noche con un solo polvo, traté de
tranquilizar a mi sobrino explicándole que tomaba ciertas pastillas para
regular la regla y que la farmacéutica me había confirmado que eran
anticonceptivas con total seguridad. Ambos nos alegramos del asunto y
nos dispusimos a iniciar una nueva sesión de sexo a tope.
Cuando, después de repetir otras dos veces y encontrándonos al cien por
cien de esta tercera vez, nuestros quejidos placenteros, que ya no
estaban reprimidos como antes, despertaron a mi sobrina quien pareció
darse cuenta de lo que ocurría y me preguntó que hacíamos. Yo, sin
muchos temores acerca de su capacidad de comprensión por su edad, le
dije que estábamos "jugando" y "divirtiéndonos" ella contesto que ya era
tarde que tenía mucho sueño pero que le gustaría que la invitáramos al
otro día al juego pues se veía muy divertido. Le dije que sí y me solté
a reír… Mi sobrino estaba tan asustado, pero a partir de ese momento y
contando con la complicidad de la niña, cuyas razones eran por
desconocimiento de lo que estaba pasando, nos volvimos a unir en otro
abrazo de pasión y, eso sí, ya en silencio total, repetimos la
experiencia durante todas las noches de aquella semana hasta la llegada
de mi marido.
Mi marido me encontró muy sonriente, le dije que era por sus llegada,
inmediatamente sentí la cara de desilusión de mi sobrino quien tuvo que
mudarse a la habitación de sus hermanos. La noche siguiente hice el amor
con mi esposo como una loca, hasta el grado de sorprenderlo- por si
acaso- ya que había la posibilidad de quedar embarazada que finalmente
no se consumó.
Mi sobrino me lastimo la vagina con su pene
Posteado en 69 , Beso Negro , Maduras , Sexo Anal , Sexo Irracial , Sexo Oral en por Esperanza
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
4 comments :
Esta historia ya está repetida, solo hicieron algunas modificaciones.
Eres sorra traicionera así te gusta la vrg joven
Una pelotudes
Que relato de mierda
Deja un comentario